Capítulo I

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*Lady Anastasia Manners en multimedia

Londres, Inglaterra, Junio de 1870

Dante Smith estaba sentado en el viejo taburete, que el mismo había construido con trozos de madera desechados por un carpintero que pensó que serían ya inservibles. Pero él siempre conseguía darle vida a todo aquello que el resto consideraba basura.

Nuevamente se encontraba contemplando el atardecer a través de aquella ventanita (que más bien parecía una rendija) hacia la concurrida calle Savile Row. No era de extrañar que estuviese allí sentado en medio de la oscuridad, mirando a la calle. De hecho, este se había convertido en su nuevo pasatiempo.

Al menos, en la vieja casa de los Poole tenía aquel pequeño pasaje a una realidad, que nunca sería suya pero, con la que le gustaba soñar, además de una habitación donde podía arreglar los órganos con tranquilidad sin que la gente le viese y se horrorizase como siempre solían hacer cuando le veían.

Ni si quiera sus propios progenitores ocultaron su horror al ver al pequeño monstruo que les había nacido. Dante aún recordaba cuando todavía vivía en la pequeña granja en las afueras de Londres. Si bien sus padres no lo odiaban estaba seguro de que hubieran dado lo que fuera por haber tenido un hijo normal, un hijo que no les hubiese quitado las esperanzas de tener una gran familia; ya que ellos después de ver al pequeño desfigurado decidieron no traer más engendros a este mundo, suficiente tendrían con las burlas de los vecinos por ese niño.

Dante nunca tuvo intención alguna de decepcionar a sus padres, siempre intentó hacerlos sentir orgullosos, trabajaba mucho más duro que los otros niños, no tomaba descansos y en sus tiempos libres se dedicaba a inventar rústicos artilugios para ayudar a que el trabajo de su padre, y el de él mismo, fuese menos pesado.

Pero él sabía que podría esforzarse una vida entera e incluso una reencarnación y sus padres jamás se sentirían orgullosos de él, porque después de todo... ¿Quién podría sentirse orgulloso de un monstruo?

Encendió una vela en el roído velador y se miró al espejo, fue imposible evitar que una lágrima cayese por el deformado rostro. Se odiaba a sí mismo por haber hecho sufrir a sus padres ¡Se odiaba tanto!

Analizó una vez más su rostro, tratando de encontrarle arreglo a la deformidad pero por más que trataba de pensar, él, no hallaba mejor solución que la que ya había encontrado años atrás, esconderla.

Fue entonces cuando tomó el espejo y lo colocó boca abajo. No quería volver a verse jamás en lo que le quedará de vida.

-¡Dante! -gritó el señor Poole- ¿Ya tienes los diseños de los nuevos vestidos?

-Sí, señor Poole, enseguida se los entrego -Dante fue corriendo con la mayor velocidad que le permitía su cojera al velador para tomar los diseños que el señor Poole le había solicitado.

-¿Y qué tal vas con el órgano?

-Bien señor, sólo le faltan unos últimos retoques a la pintura y estará listo

El señor Poole sonrió complacido y le dio unas palmaditas a Dante en el hombro.

-Bien hecho, nos veremos después. Iré a entregarle los diseños a la costurera.

Vestidor de la Boutique Poole

-Milady, por favor, no se mueva.

Ana se volvió a remover inquieta, no lo hacía con intención de enfurecer a Madame Baudin. Lo hacía porque estaba tremendamente nerviosa. ¡Su presentación sería en dos días!
¿Y si no le gustaba a nadie? ¿Y si con el paso de los años se convertía en una solterona como tía Petunia?

Enamorándome de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora