Capítulo XVI

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Dante la llevó, prácticamente, a rastras fuera del zoo, ante los ojos atónitos de la multitud. La subió al carruaje y una vez dentro, explotó.

-¡¿Pero tú qué tienes en la cabeza?!

-No me arrepiento de nada -dijo Ana mirando por la ventana.

-Por supuesto que no lo haces -dijo Dante mirándola exasperado.

-Tú no viste todo lo que sucedió, no tienes derecho a juzgarme

-Lo que vi me bastó. ¡Vaya! Ni nos casamos todavía y ya estoy involucrado en un escándalo

-Tú no estás involucrado en el escándalo yo fui la que lo provocó y soy la única a la que culparán de todo

-¡Claro que estoy involucrado! Tú eres mi prometida y estabas bajo mi tutela y responsabilidad en el zoo ¿Qué dirán todos de mí?

-Me vale un pepino lo que digan de ti o de mí, como te dije, no me arrepiento. No iba a permitir que siguieran haciendo de las suyas con esos pobres tigres

-¿A qué te refieres? -dijo Dante frotándose las sienes, quizá, en busca de un poco más de paciencia.

-El empleado con el que estaba discutiendo estaba molestando a más no poder a uno de los tigres mientras se burlaba de su sufrimiento. Después de todo lo que deben soportar esos animales en el transcurso del día, eso sin contar por lo que pasaron el día de su presentación. Eso para mí, va más allá de la crueldad. Tú no lo viste, fue tan... ¡tan frustrante! molestaba al más indefenso de los tres. Éste ni si quiera tenía fuerza para defenderse. Si yo no lo defendía... ¿Entonces quién lo haría?

Ana percibió un extraño brillo en la mirada de Dante.

-Como sea -dijo Dante cuando, finalmente, llegaron a su casa- tengo que resolver unos asuntos. Espero no escuchar nada de este problemita cuando vaya a Brooks's Ana, sino esto te costará caro

Dante le tendió a Ana la mano para bajar del carruaje pero ella no la tomó. Estaba molesta con Dante.

¡Es igual que Percy! -pensó- todos son iguales.

Ana fue, a la mayor velocidad que le era permitida andar a una dama, a la entrada de la mansión. Dante estuvo a punto de darle el alcance. Justo cuando le iba a decir algo, Ana le cerró la puerta en las narices.

-Te lo mereces -dijo Ana en un susurro mientras fruncía el ceño y luego subió a su habitación.

Castillo de Westminster

Dante estaba con un humor de a perros. La atrevida de Anastasia osó cerrarle la puerta en la cara y, a pesar de eso, aquí estaba redactando una petición para poder ser miembro de la *"Royal zoological society".

Dante se rió sin una pizca de humor. Debería estar redactando una amenaza a los padres de Ana, mencionándoles que un escándalo más y su empresa se iba al caño (para que aplicaran mano de hierro con ella).

Pero aquí estaba, escribiendo a esa sociedad. Únicamente para poder ser uno de los administradores del zoo y lograr darles una mejor vida a esos animales para que Anastasia no estuviera triste.

Dante no quería admitirlo, pero sabía que Ana todavía lo tenía entre sus manos. Un mal movimiento por parte de él y ella se daría cuenta de que podía manejarlo a su antojo.

Tres semanas más tarde...

Ana se encontraba probándose el vestido de novia en la boutique.

Madame estaba haciendo pequeños arreglos aquí y allá para que el vestido le quedara como un guante.

Hace dos semanas que no sabía nada de Dante.

Enamorándome de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora