Veintidós

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El día era tranquilo, no demasiado caluroso pero tampoco frío, el clima parecía estar bien al menos por el momento, pareciendo estar de su favor.

Sacudía su largo cabello con una de sus manos mientras tarareaba bajo una canción. Había ido a ducharse al río y aunque tenía hambre, tenía aún algunas cosas que hacer antes.

Como pudo, se sentó para terminar de vestirse y peinarse, podía no lucir de lo mejor, pero la apariencia había vuelto a ser relevante para él, al menos desde hace algunos meses atrás que se había decidido a intentarlo.

Iba ascender por segunda vez.

Shi Qing Xuan, el antiguo señor del viento, el joven maestro que derramó el vino, aquel miembro de las cuatro leyendas.

Ahora era nada más que un pobre mendigo que vivía en un viejo y olvidado templo suyo junto a un montón de vagabundos.

Pero aquello no duraría más tiempo, se sentía listo, demostraría que merecía ser un dios con todo y lo que ocurrió, lo haría por él, por su hermano y por todo aquel que dudó de sus habilidades.

Llevaba ya algunos meses cultivándose, desde la caída de Jun Wu, se sentía entre comillas, decente, sabía que no volvería a sentirse como antes, ni siquiera bien, pero el dolor que lo consumía todos los días era lo que lo había hecho levantarse y cultivarse de nuevo en un inicio.

Lo haría por Shi Wu Du.

Así que como primer tarea del día, se acercó a la ciudad, ayudando a cargar algunos costales de arroz hacia la frontera, aquello era difícil para él, debido a su pierna, pero si no lo hacía él, los ancianos que siempre le daban unas cuantas monedas por ayudarles, tendrían que llevarlo ellos, realmente no lo hacía por el dinero, eran casi nada, además que lo repartía entre él y algún vagabundo que le ayudaba, sino porque los ancianos realmente se lastimarían por aquello, recién se había unido un vagabundo muy joven, Wu Ming*, que era el que principalmente lo acompañaba a todos lados, Shi Qing Xuan agradecía su compañía, pero no quería que el menor se sintiera obligado solo porque evitó que fuera golpeado el primer día.

Aún así, hablar con él era agradable, nunca hacía preguntas demás, o lo interrumpía al hablar como los demas vagabundos.

Recién llegaba a la ciudad cuando notó un aura diferente, los mortales no la percibían por aquello de su mortalidad, pero en cuanto notó que se trataba del general Pei Ming por lo cual se sentía diferente, no pudo evitar rodar los ojos.

Al parecer este le hacía su visita mensual, y en cuanto lo vio, suspiró. Shi Qing Xuan no odiaba verlo, odiaba ver aquella triste expresión en su rostro que parecía lástima en su mayoría.

Sabía que lo hacía por el cariño que le tuvo a su hermano, y solo por eso no lo ignoraba.

"General"

"Shi Qing Xuan" -El atractivo dios marcial extendió hacia él un pequeño paquete de dulces que le había traido esta vez, y aunque sus ojos se iluminaron, intentó parecer lo más calmado posible-. "Escuché el rumor de que buscas ascender de nuevo"

"¿Ling Wen te lo dijo?"

Pei Ming suspiró, para el atractivo dios marcial, que solía ser indiferente e incluso completamente ajeno a algo, los hermanos Shi eran un dolor de cabeza para él, principalmente porque se preocupaba o se preocupó por ellos en su momento, el perfecto ejemplo es que estaba en la capital mundana con demasiado que hacer en los cielos, pero asegurándose de que el hermano menor de aquel que fue el dios de los mares se encontrara relativamente bien.

"Ella es idiota, pero aún se interesa por tí"

Aquello no era del todo cierto, su relación con Ling Wen era principalmente diplomática, además de que desde la muerte de su hermano habían hablado cerca de dos veces.

TE ODIO (𝐅𝐞𝐧𝐠𝐪𝐢𝐧𝐠) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora