Prólogo

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Prólogo

Alex POV

Gran salón del Castillo Vulturi. Volterra, provincia de Pisa. En la región de la Toscana, Italia.

Si cuando era una niña me hubieran dicho que me enamoraría de un vampiro, me hubiese reído en su rostro descaradamente.
Si los vampiros eran un cuento mitológico, una mentira, un cuento de terror. Demonios de la noche que se derretían al salir, a la luz del sol, y que la única manera de eliminarlos era con agua bendita o una estaca al corazón. No puede evitar reírme para mis adentros, en especial con lo último.

Sin embargo, no solo me había enamorado de uno y estaba junto a él, sino que también era como ellos y no solo yo, sino también mis hermanos. El por qué, ahora no tiene sentido mencionarlo. Teníamos pocos meses de existencia, todavía el tejido humano estaba en nuestro interior. Éramos los nuevos, los exóticos, los neófitos. Incontrolables y con una inmensa sed por la sangre.

Aro, Caius y Marcus. Los tres vampiros principales de los Vulturis, se encontraban sentados en sus tronos. Demetri, junto a Félix se encontraban fuera, estaban esperando al clan que llegaba para visitar a Aro.

—Quédate aquí —le murmuré sumamente bajo a mi hermano Damien —no te hagas notar —lo miré por el rabillo del ojo y él asintió levemente escondiéndose aún más en la oscuridad. Estaba segura de tres cosas respecto a mi hermano, la primera era, que él no deseaba estar aquí, y solo lo hacía por nosotros. La segunda era qué no sabía cuánto soportaría. Y la tercera era, que Aro, jamás lo dejaría partir. Le era sumamente importante.

Volví a fijar mi vista al frente. Jane, y su hermano estaban junto a los tronos, cerca de Caius. Como era siempre. Detrás de los tronos, se encontraban los guardaespaldas de los principales, y el resto de la guardia esparcida por el gran salón. Todos sumamente ordenados, algunos con sus capas, otros no. Mi hermano Leonid se encontraba pegado a la gran puerta cruzados de brazos en su torso, él no llevaba capa. Pero si, como todos, vestía colores oscuros.

Al escuchar los pasos que se acercaban instintivamente me tensé, no podía evitarlo, según me habían dicho, estos reflejos los aprendería a controlar con el tiempo. Agudicé mi oído, se acercaban caminando a paso humano, no pasaron muchos minutos que las puertas fueron abiertas de par en par, por Félix. Detrás de él, entraba un vampiro rubio, a su lado su compañera de cabello claros. Detrás de ellos, otros vampiros. Seis en total. Tres hombres, y tres mujeres. Todos tenían los ojos de un color dorado, y se encontraban extrañados, como cada quién que llegaba a visitarnos. Demetri, estaba detrás de ellos. Y una vez que todos entraron las puertas fueron cerradas, como también otros miembros de la guardia se colocaron cerca de los visitantes.

La razón era sencilla, no lográbamos sentirnos, ¿y el por qué?, la respuesta era aún más sencilla. Por mí. No solo era un fenómeno cuando era humana, sino también ahora. Poseía una especie de escudo, Aro no lograba ver mis pensamientos, Jane o Alec, no lograban poder usar sus dones conmigo, y la lista seguía y seguía. Según Aro, sería poderoso, pero aún no lograba controlarlo, y una vez que se activaba, por decirlo de alguna manera, debía encontrarme sumamente relajada para que deje de funcionar, lo cual me resultaba dificultoso siendo tan joven.

—Carlisle —saludó Aro al vampiro juntando sus manos —qué agradable es volverte a ver, a tí y a tu familia... —acentuó la última palabra mientras se levantaba de su trono. En un segundo estuvo de pie frente a él, le extendió su mano. Él vampiro la extendió y, Aro la sujetó firmemente mientras pasaron varios segundos. Luego minutos. A su familia se la notaba tensa —Que interesante —murmuró y soltó su mano.

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