Decidí no sacar el tema de Connor con Daph.
Él no había vuelto a escribirle y, si bien era algo esperable, a la chica le había dolido lo suficiente como para que Leah y yo hubiésemos tenido que ir a su casa a consolarla durante casi tres horas. Así que, sin duda alguna, no se tomaría muy bien la noticia de que lo había besado.
Ashley, que en cambio había presenciado toda la escena a la distancia, no tardó en colapsar mi móvil con mensajes, interrogándome sobre el tema. Y, dado que no tenía nadie más con quién discutirlo, la chica a la que había odiado con mi alma terminó por ser mi confidente amoroso. Sabía qué opinaba yo con respecto a Sawyer, Connor e incluso Ryan, el porqué de mi traición a Tyler y, como si eso fuese poco, mi rutina de belleza, la cual se había vuelto importantísima para mí. De hecho, había rogado bastante para conseguirla, repitiendo una y otra vez lo mucho que envidiaba mi cutis.
—Sigo sin entender porque están tan amigas. —se quejó Leah un día, mientras caminábamos hacia el comedor. Acababa de encontrarme con ella tras haber estado con Ashley charlando durante mi periodo libre del día miércoles, el cual coincidía con el suyo. —¿No te caía mal?
Afuera ya estaba helando lo suficiente como para preferir almorzar en la cafetería, que apestaba y donde la iluminación era tan blanca que cegaba, cosa que nos ocurrió nada más cruzar las puertas.
—Pues dice que ha cambiado, y conmigo está siendo bastante amable. —la excusé. Además, sabía mi secreto, aquel del que ni Leah ni mucho menos Daph podían enterarse.
Arrastré la mirada por el enorme salón en busca de esta última, pero me detuve al ver a Adam sentado solo en su mesa acostumbrada. Fruncí el ceño y, tras decirle a la pelirroja que fuera sin mí, me dirigí hacia él. Sonrió al verme tomar asiento en el puesto frente al suyo.
—Tanto tiempo, Adam. —lo saludé con gentileza, sacando mi almuerzo de la mochila. Spaghetti con albóndigas, María eres un sol. —¿Y Olsen? Es extraño verte sin él.
—Dentro de poco comienza el torneo estatal de boxeo clandestino, —explicó, y yo no pude evitar soltar un bufido divertido al oírlo. ¿Acaso eso era real? La expresión seria de Adam, quien no había notado lo ridículo que sonaba aquello, me confirmó que no estaba bromeando. —y Chris lo tiene entrenando como nunca. Es la primera vez que califica.
—Se hará buen dinero, ¿no? —observé el plato aún lleno del chico, que había comprado su almuerzo en la misma cafetería. No lucía muy hambriento, haciendo rodar las zanahorias bebé por el plato, a pesar de que la comida no se veía nada mal.
—Dalo por hecho. —respondió. —Por eso debe estar preparado. El dinero que se mueve durante los campeonatos es casi el triple de lo normal. Y lo normal, Kida, no es poco.
Me bastó con recordar a Chris tras la última pelea de Calvin a la que había ido para saber que estaba en lo cierto. Tras esa vez, no había recibido más invitaciones a los eventos, y no sabía a qué se debía eso. No era como que no hubiese habido más, ya que en más de una ocasión vi a Calvin aparecerse por la escuela con un ojo morado o el labio roto, pero los textos de Adam habían cesado, y con ello mi asistencia a los combates.
—Sabes bastante del tema, ¿no? —pregunté, dedicándole una mirada cariñosa. Me agradaba el chico. No en el sentido romántico ni nada parecido, sino que me causaba ternura, una constante necesidad de saber si se encontraba bien, de protegerlo. Quizás eso era lo mismo que generaba en el boxeador, y era la razón por la cual eran tan amigos.
—Bueno, he estado ahí con Calvin desde que inició todo esto, hace ya casi cuatro años. —dejó vagar su memoria hacia aquella época, una expresión nostálgica alterándole el rostro. Sacudió la cabeza para reponerse, y volvió a mirarme. —Ahora que lo pienso, hace tiempo que no vas a un pelea.

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The Bubblegum Bitch
Teen Fiction¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...