Dieciséis.

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—No es como que te esté dando una opción, Kida.

—Pues deberías. —espeté, mirándolo fijamente a los ojos. —No es no, métete eso en la cabeza.

Lanzó un resoplido frustrado al aire, antes de pasarse las manos por la cara, intentando aguantar las ganas que tenía de pegarme. Llevaba el pelo recién cortado, dejando su clásico mechón que ocultaba su frente, demasiado amplia para su gusto, y jeans y sudadera.

—Me vas a matar, lo juro por Dios.

—Realmente no le encuentro nada de grave que no vaya a ver el puto partido, Ty. —respondí, volviendo la vista a la hoja de ejercicios de Química aún sin resolver. Nos encontrábamos en mi habitación, una semana después de la operación de papá, yo intentando estudiar mientras él jugaba a lanzar uno de mis peluches al aire y volver a cogerlo.

Si bien las cosas entre Tyler y yo no eran lo que solían ser, estábamos mucho mejor. Incluso mejor que antes de que todo ocurriera, me atrevería a decir, ya que nuestra discusión le había demostrado lo mal amigo que había sido y todo lo que había perdido. Por todo, me refiero a mí. Me había perdido a mí.

—Pero es que sí es grave. —insistió, empezando a hacer puchero con la boca. —Es terriblemente, totalmente, absolutamente, incansablemente, horrendamente...

—Creo que lo he captado. —lo corté antes de que se pusiera a enlistar todos los adjetivos negativos terminados en "mente" que existieran. Volteé hacia él nuevamente y, tras dedicarle una mirada fruncida, le sonreí. —Vale, iré al terriblemente, totalmente, absolutamente, incansablemente, horrendamente aburrido partido, aunque siga sin comprender la necesidad de ello.

—¡Eres la mejor! —Tyler se puso de pie de un salto y se acercó a mí, rodeándome por los hombros desde atrás. —Sólo quiero que estés ahí, no hay más necesidad que esa.

Mi corazón dio un salto dentro del pecho al sentir su susurro sobre mi oreja. Me relamí los labios, intentando calmar mi respiración acelerada. Desde que habíamos retomado nuestra amistad, tan sólo me sentía segura de una cosa: seguía completamente enamorada de Tyler, aunque intentara con todas mis fuerzas no hacerlo. La nueva Kida me rogaba que corriera mientras pudiera, que nada sucedería nunca entre nosotros y sólo lograría romperme el corazón nuevamente, pero la antigua Kida, aquella chica sumisa e insegura que solía ser, me pedía quedarme ahí. Ahí entre los brazos de Tyler, aunque fuese solo como una amiga.

—Ya, ahora vete, que si quiero ir al partido debo terminar la tarea primero. —le dije, aún arrebolada. Eso bastó para que me soltara y, tras dejar un suave beso en mi mejilla como despedida, se marchó.

Recién cuando estuve sola logré respirar tranquila, menos cohibida, y me dispuse a nombrar las moléculas orgánicas graficadas en el papel, pues tenía al menos una hora antes de que Logan llegase gritando a mi pieza avisando que era tiempo de marchar a la escuela para alentar a los Gladiadores de Southern.

O bueno, eso pensaba yo, ya que no habían pasado ni cuarenta minutos cuando la puerta se abrió de golpe.

—¡DAME UN G! —el tarado de mi hermano mayor me apuntó, esperando a que le respondiera, pero en lugar de eso me quedé observándolo con la ceja enarcada, conteniendo la risa. Llevaba la cara pintada con los colores del instituto y un gorro con un llamativo pompón en la cabeza. —Oh, vamos Atlantis. Si es que no gritas no tiene chiste.

—Vale, te doy la puta G. —le sonreí, a lo que él rodó los ojos. —¿Ya nos vamos?

—Pues... ¿Sí? —señaló con obviedad. Era bastante gracioso ver lo mucho que le apasionaba el futbol, y el gran hincha que era del equipo de la escuela. Tristemente, no tenía ni la mitad de las habilidades deportivas necesarias para poder jugarlo, como era el caso de Liam. —Es un partido importante, para tu información. Tengo pensado sentarme en primera fila.

The Bubblegum BitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora