Habían pasado 53 horas desde mi llegada a Seattle.
Eran las once de la noche y yo estaba de pie junto al armario blanco empotrado, mascando un chicle color rosa y sacando todas las prendas que alguna vez había considerado como mis favoritas. Entre ellas estaban mis desgastados vaqueros, aquel polerón de Gap tres tallas mayor a la mía, y los pantalones deportivos que solía usar a diario.
— ¿Y qué se supone que harás con eso? —preguntó Liam, dándole una calada a su cigarrillo mentolado. Estaba apoyado sobre sus codos, recostado en mi cama king, viendo "Un amor para recordar". Mi habitación estaba ahumada en tabaco y nicotina.
—Lo dejaré para donación. —respondí, sacando el último abrigo y dejando el mueble completamente vacío. Mis ojos se encontraron con los de Shane West, quién lloraba en su auto tras haber ido a pedirle ayuda a su padre. Volteé a ver a mi hermano. — ¿Se puede saber desde cuándo tú, Liam Eyelesbarrow, ves este tipo de cursilerías?
—Desde que las chicas mueren por los tíos sensibles. —respondió él sin separar la vista de la pantalla. No pude definir si tenía los ojos hinchados y rojos a causa del humo, o bien la película realmente le había afectado. — Créeme que, si digo que he visto esta mierda, más de diez caen.
—Vaya campeón eres. —comenté con sarcasmo, para luego hacer una bomba con el chicle, que explotó con un pop. Me la había pasado desde el mediodía en el centro comercial, dando como resultado como mínimo diez bolsas de ropa nueva, a las cuales se sumaba todo lo que había traído desde Miami. —Vale, ayúdame a guardar esas cosas. Camisetas y blusas aquí, pantalones y shorts acá.
— ¿Y brasieres y calzones? —preguntó Liam, sosteniendo en alto una bolsa rayada de Victoria's Secret y mirándome risueño. Era raro pensar en que antes me hubiese puesto roja y me habría avergonzado. La nueva Kida no. Eso sorprendió a mi hermano, quien abrió los ojos, incómodo frente a mi respuesta:
—Con tal que no se los regales a tus putitas me importa un coño.
No tardamos mucho, calzando casi con el final de la película que no me molesté en quedarme a ver, sino que decidí meterme al baño y ponerme el pijama. O bueno, unos antiguos boxers de Logan y una camiseta que le había robado a Ty. A pesar del tiempo que llevaba usándola, algo de su olor aún seguía impregnado alrededor del cuello. Si mi intención era olvidarme de él, quedarme con su ropa claramente no estaba siendo la mejor de las técnicas.
—Duerme bien, Atlantis. —se despidió mi hermano desde fuera del baño, dando un par de golpes a la puerta. — Y no te pongas nerviosa porque mañana empiezan las clases, mira que con Logan te defenderemos de los tarados del equipo de futbol.
—Descansa tú también.
Tras terminar de lavarme los dientes por tres minutos, como recomendaba mi odontólogo, me tiré a la cama, tratando de comprender la razón por la cual no estaba ansiosa de empezar la escuela. La antigua Kida hubiese estado con el estómago hecho un nudo, aparte de que no habría podido conciliar el sueño por más de dos horas.
Es por ello que cuando María, que trabajaba en casa desde hacía al menos cinco años, llegó a despertarme con el desayuno en la cama, estaba bastante sorprendida de haberme dormido apenas mi cabeza había tocado la almohada, para pasar la noche como un tronco.
Apenas terminé de desayunar me di una ducha rápida, dejando mi cabello estilar, para luego realizar la rutina de belleza que mis primas me habían enseñado: crema humectante en el cuerpo, cepillarme el cabello, aplicarme base y delinear mis ojos. Recién al finalizar, pude enfundarme en los nuevos jeans negros rasgados y una blusa floreada que había comprado el día anterior. En mis pies, unas botas de plataforma café claro con 8 cm de altura. El toque final era rociarme en perfume, si llegar a quedar pasada.

ESTÁS LEYENDO
The Bubblegum Bitch
Fiksi Remaja¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...