Diecinueve.

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Decidí regresar a la escuela de inmediato, a ver si con eso lograba distraerme lo suficiente como para no pensar en lo ocurrido, pero debo admitir que fue un gran error. El primer día fue un completo infierno.

—Tranquila, estamos contigo, ¿vale? Sólo nos llamas y llegaremos corriendo. —intentó tranquilizarme Logan antes de entrar al instituto. Me dio un apretón de manos antes de entrar por las puertas de vidrio dobles, seguido de Liam.

Yo tragué duro, dándome unos segundos para prepararme, antes de imitarlos.

A cada paso que daba un par de curiosos se acercaba a darme ánimos, aunque lo que realmente deseaban era saber qué había pasado con exactitud. Todos querían saber por completo el chisme, qué era lo que había sucedido durante esos tres días en los que estuve desaparecida, y por qué me habían secuestrado. Sabía que su interés no era real, solo morboso, así que me excusaba con que no se me hacía cómodo hablar de ello. No es como que estuviese mintiendo, en todo caso.

—¡Kida! —chilló Ashley al verme por fin, apartando a dos chicos que se habían instalado al lado mío mientras sacaba mis libros del casillero. Estaban hablándome, pero había decidido silenciar sus voces en mi cabeza y ya no los oía, sino que me limitaba a asentir como si lo hiciera.

—Ash. —susurré antes de dejar que me abrazara. Los chicos se dieron cuenta que sobraban en la escena, así que se marcharon. Aleluya.

—No quise ir a visitarte porque supuse que necesitabas respirar. —dijo con lástima, alejándose de mí para poder observar mi rostro mientras hablaba. No fue difícil notar lo preocupada que estaba. —Dios, Kida. De veras lo siento. Me preocupé tanto...

—No ha sido tu culpa.

—Pero de todas formas. —sacudió la cabeza, como si eso fuese a borrar la imagen que se había instalado en su cabeza. Pude imaginar cuál era. —Sabes que puedes contar conmigo, cuando lo necesites. No creo que quieras hablar de eso, pero...

—De hecho, me gustaría desahogarme un poco. —asentí. Sentía que el peso de lo ocurrido se me atoraba en la garganta, dejándome sin respirar cada vez que lo pensaba.

No había pasado más de una semana, era cierto, pero si todos continuaban tratándome como una niñita indefensa terminaría por volverme loca, y caería en el juego. Necesitaba sacarlo todo de adentro para poder seguir adelante, y lo sabía. El problema era que en mi familia todos tenían sus propios demonios con quienes lidiar en el momento, y Tyler... Bueno, cada vez que mencionaba el tema notaba lo tenso que se ponía, apretando los puños y la mandíbula, conteniendo la rabia. No quería hacerlo pasar por eso. No había sido tan duro como para mí, pero sabía que no lo había pasado bien. Más aún cuando me había visto tendida inconsciente en la cama del hospital.

—Nunca antes lo había visto llorar. —me confesó Liam una vez que Ty no estaba presente. —Nunca. Le dio un ataque, no quiso apartarse de ti... Mamá tuvo que rogarle que saliera para que las enfermeras hicieran su trabajo.

Joder. Me duele solo de pensar en verlo así.

—Claro, dime qué necesitas. —Ashley abre sus ojos, sobresaltada por el timbre de campana que se hace oír por el pasillo, anunciando el inicio de las clases.

—¿Podrías pasarte por la mansión esta tarde? No creo que la escuela sea el mejor lugar para hablar. —le dediqué una sonrisa antes de encaminarme hacia la clase de Geometría, donde corrí a tomar asiento junto a Daph y Leah antes de que el enjambre de curiosos comenzara a atormentarme nuevamente.

No tenía idea de cómo estaban las cosas con L, pero supuse que no muy mal, considerando que apenas me vio entrar al salón corrió a abrazarme, sus ojos aguados.

The Bubblegum BitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora