El rumor que corría por los pasillos de Southernland High llegó a mis oídos a mediados de la segunda semana de septiembre. Era algo que había ocurrido ese mismo miércoles por la mañana, y ya era fuente de cotilleo en toda la escuela. Hasta Logan me texteó, preocupado, al enterarse.
Tyler Plymouth le había pedido, al fin, a Ashley Ashcroft que fuera su novia.
Impactante, ¿no?
Pero eso no era lo mejor de todo: la chica le había pedido un tiempo para pensárselo.
No había esquina, mesa o banca donde no se hablara del tema. ¿El chico más guapo de toda la puta escuela se declaraba a la chica más guapa, con la cual, por lo demás, lleva acostándose todo el verano y ésta, en lugar de acceder, le pide un tiempo? ¿Para pensarlo? Parecía una broma. Si Tyler Plymouth te pide ser su novia, tu accedes a ser su novia. Y saltas, y gritas, y celebras, y encargas el vestido blanco y le das las gracias a Dios Todopoderoso porque eres tú a la que ha elegido. Fin del asunto.
—Creo que, definitivamente, Ashley es una completa tonta. —sentenció Daph, necesitando dar su opinión al respecto. Sabía la obsesión que yo había tenido por el chico, así que no dudó en voltear hacia mí, esperando apoyo. —¿A qué no, Kida? Creo que nunca antes había estado tan segura.
—Yo creo que, considerando que la ha usado como juguete sexual desde el comienzo del verano, la chica ha hecho más que bien al mandarlo a volar. —refutó Leah, poniendo su cara de discusión, la cual era una de las varias razones por las cuales detestaba entrar en un argumento con ella. — Sabes lo manipulador que es, Atlantis. Tienes que estar conmigo en esto.
— Pues yo opino que Tyler está sufriendo, y eso me hace la persona más feliz del maldito mundo.
Aunque por dentro estaba destruida. No había vuelto a oír de él desde la tarde de piscina en mi casa, y luego me enteraba que estaba listo para entrar en una relación con una chica que él sabía me desagradaba, porque me había fastidiado toda mi vida por no ser como las demás. Me sentía humillada, decepcionada y, sobre todo, traicionada. Efectivamente, aquel chico que consideraba mi mejor amigo desde que tenía siete años era una mierda de persona, y me fui a dar cuenta cuando era demasiado tarde y mi corazón ya estaba hecho añicos por su culpa. No era solo que, durante todos esos años, me hubiese dado por sentada, sino que realmente nunca le había importado. Solo le interesaba lo que podía hacer por él.
—Wow, la gatita está furiosa. —molestó L con una risa nerviosa, intentando alivianar la tensión que se había formado en el ambiente. No estaban acostumbradas a que dijera las cosas tal y como las pensaba, y mucho menos que esperara eso para el chico que había considerado mi mejor amigo desde que tenía memoria. Definitivamente la Kida Eyelesbarrow que había regresado de Miami no era la misma que se había marchado, y eso, a ese par de chicas con las que pasaba la mayor parte de mis días, las asustaba.
—¿Seguro estás bien, Kida? —Daphne puso una mano consoladora sobre mi hombro, pero la sacó al darse cuenta que yo no estaba ni cerca de encontrarme triste.
—He tardado un tiempo en descubrir que Plymouth es un mujeriego, y que me ha estado manipulando por todos estos años. Créeme que en este momento estoy mejor que nunca, porque me he librado de un total de 105 kilogramos de pura mierda.
Las chicas no insistieron, pasando rápidamente a hablar de Daph y Connor, los cuales seguían hablando por mensaje de vez en cuando. Yo tampoco volví a sacar el tema pues era, por mucho que odiara admitirlo, bastante doloroso de hablar.
Al llegar a casa esa tarde lo primero que hice fue llamar a Lizzy y a Ginn, con la esperanza de que pudieran animarme. Lamentablemente el móvil de una marcó ocupado, y el de la otra me envió al buzón de voz tras insistir por un largo rato. Sin poder con la frustración lancé el teléfono contra la muralla, sobre la cual rebotó y cayó al piso con estrépito, sobresaltando a Rocco. No me molesté en chequear si se había roto, haciéndome un ovillo en la cama mientras el peludo can a mi lado lloraba por cariño.
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The Bubblegum Bitch
Teen Fiction¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...