Desperté con el cuello adolorido y los ojos secos de tanto llorar, recostada sobre el duro suelo de cemento de una habitación diminuta que apestaba a desagüe. No había ventanas, y el aire era pesado y difícil de respirar. Sentía que a cada momento me ahogaba más, pero no quería gritar para que me abrieran.
No soportaría las caricias, los besos y los... Acosos de Hopper. No otra vez.
Las horas se me hacían eternas, y no tenía idea de cuánto tiempo llevaba ahí encerrada, acompañada únicamente por el sonido incesante de una lejana gotera. De lo que estaba segura era que había pasado al menos dos días en aquel inmundo lugar.
Me aoville contra la esquina del cuarto al oír pasos al otro lado de la puerta, temblando. El solo pensar en tener que... Dios. El sólo en pensar en Hopper me hacía estremecer, las ganas de llorar a punto de desbordarme. Me sentía sucia, usada, y las náuseas no desaparecían, aun sintiendo el sabor cálido y denso de su semen en mi boca.
—Va, muévete. —Venti apareció bajo el umbral de la puerta, lo cual me dio un ligero e inseguro alivio. —No hay que hacer esperar.
Me puse de pie de inmediato al verlo acercarse a mí, tirándome del cabello para apurarme. Solté un gemido de dolor, pero no pareció importarle, obligándome a caminar a su lado a lo largo de un estrecho y mal iluminado pasillo. Salimos a un enorme salón, y comprendí que estábamos en una vieja fábrica abandonada. Las empolvadas cintas trasportadoras estaban detenidas con cosas aún sobre ellas, como si hubiesen dejado el lugar en medio de la producción.
Y, en el centro del salón, estaba Calvin. Tuve que contener el impulso de echarme a correr hacia él, cuyo rostro se deformó con indignación al verme. Llevaba el pelo desordenado y oscuras ojeras bordeaban sus llameantes iris negros. Un bolso deportivo descansaba a sus pies. Logré ver a través de mis humedecidos ojos cómo apretaba los puños de tal manera que sus nudillos se tornaron blancos antes de volver a mirar al hombre frente a él.
Al hombre del bastón, aquél que controlaba todo y el que había perdido dinero por culpa de Calvin. La razón por la cual yo estaba ahí.
—¿Qué demonios le han hecho? —siseó el moreno, a lo que el hombre de traje sonrió. —Te juro que voy a...
—No, no, jovencito. Yo que tú no me apresuraría tanto. —lo cortó el otro, haciendo una señal con la mano. Venti se detuvo, jalándome del cabello y haciéndome gritar. La expresión del chico se deshizo en culpa cuando me patearon la parte trasera de la rodilla, de manera que caí al suelo con un golpe que resonó por el vacío salón. Chillé al sentir mis dedos siendo aplastados contra el piso bajo la fuerza del zapato del tipo que me sujetaba.
—¡Suéltala ya! —la voz de Calvin se quebró en medio del grito, desesperado. Hizo el ademán de acercarse hacia mí, pero con un gesto del hombre del bastón Venti se detuvo. —Tengo tu dinero de mierda, ahora déjala ir.
Las palabras llegaban a mis oídos de manera ahogada, pues había perdido por completo la noción sobre mi alrededor. Estaba asustada, cansada, asqueada y adolorida. No quería nada más que dormir y no despertar jamás...
El pie de Venti impactó contra mi estómago con brutal fuerza, elevándome momentáneamente del suelo y haciéndome caer unos centímetros más allá. Sentí como si algo hubiese explotado en mi interior, dejándome sin aire. No tardé en escupir, dejando una mancha escarlata en el piso. Creí que moriría ahí, sintiendo mi interior arder del dolor.
—Ya, creo que es suficiente. —escuché decir al hombre del bastón, y luego pasos. —Con esto debería quedarte claro que no debes meterte conmigo, Sombra.
Me encogí sobre mí misma con la poca fuerza que me quedaba al sentir cómo alguien me tomaba, alzando mi torso del frío cemento. No lograría aguantar mucho más, asustada y agotada. Al reconocer el aroma a limón, dejé que sus brazos me rodearan y enterré mi cabeza en su clavícula antes de romper en llanto.

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The Bubblegum Bitch
Teen Fiction¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...