¿Les ha sucedido que tienen una botella de gaseosa cerrada y, por algún motivo, esta se agita tanto que, al abrirla, toda la gaseosa sale disparada y te mojas entera y mojas al resto y quedas pegajosa y todo es un enorme desastre? Porque creo que esa es una buena manera de explicar lo que pasó entre Daphne, Leah y yo.
El tema con Connor, en mi opinión, ya estaba superado. En la de L, era un bamboleo, que iba y volvía dependiendo de la semana. Pero para Daph no, y seguía sacándolo a flote cada vez que encontraba la oportunidad, cosa que a mí ya estaba agotándome.
Así que, si volvemos a nuestra metáfora de la botella, la gaseosa sería Connor Bradshaw; mi amiga volviendo a hablar de él siempre que pudiera, era la agitación; un texto la tapa que abriría la botella; y yo, la puta botella.
Y bueno, Leah sería la que se mojaría entera a pesar de no haber tenido nada que ver, y que se enfadaría tanto por ello que lanzaría a nuestra puta botella lo más lejos que sus brazos le permitieran.
La botella se abrió una tarde en casa de L, mientras estudiábamos Geometría. Un mensaje hizo sonar el móvil de Daph que, tras revisarlo, puso una sonrisa bobalicona. No tardó ni dos segundos en enviar un texto de vuelta, mordiendo sus uñas, como solía hacerlo cuando estaba ansiosa.
—¿El guapito de Red Valley te ha escrito? —le preguntó la pelirroja, divertida, a lo que la otra se sonrojó. La chica había vuelto a escribirle, insistente, unos cuantos días atrás, a lo que Connor finalmente se había rendido y le había enviado un mensaje de vuelta. No pude evitar rodar los ojos. Hubiese sido mejor que la hubiera bloqueado.
No quería ser mala ni mucho menos, pero lamentablemente había reglas implícitas que regían a la sociedad escolar y nadie, ni siquiera Daph, era capaz de saltárselas. En otras palabras, una chica como ella nunca podría estar con el capitán del equipo de futbol americano, fuese de nuestra escuela u otra. Eso era algo que yo había tenido que comprender por las malas, considerando mi historia con Tyler, y esperaba a que ella no tuviese que pasar por lo mismo. No era necesario que pasara por lo mismo.
—Creo que deberías dejarlo, Daphie. —comenté sin alzar a vista del ejercicio que estaba haciendo. De todas formas, sentí como voltearon hacia mí. —No estoy segura de que sea el indicado para ti.
—¿De qué hablas, Atlantis? —preguntó ella, confundida. Su piel pálida parecía combinar con la pared debido a la luz blanquecina de la habitación. —Eres tú quien me ha dicho que es un buen chico, y que debo intentar...
—Eso fue hace un mes, Daphne. —reí tomando asiento, pues me encontraba tendida en su cama, la cual era bastante más pequeña que la mía. Eso sí, siempre había adorado la gran cantidad de cojines, con diseños variados, que la adornaban. —No creo que debas seguir presionando las cosas, eso es todo.
La chica me miró sin comprender, dolida por mis palabras. Yo, en cambio, no podía comprender el por qué se había tomado lo que le había dicho al pie de la letra. Hacía dos meses le había recomendado que insistiera, pero si tiempo después el tío seguía sin parecer interesado, claramente debías abortar la misión. ¿Tan difícil era eso de entender?
—¿Desde cuándo Kida Eyelesbarrow le dice a Daphne Lars que deje de intentar? —soltó Leah, incrédula. —Si a la chica le gusta el capitancito ese, déjala que siga. No pierde nada y quizás salga ganando.
—Está perdiendo su tiempo. —espeté. De verdad la situación me estaba agotando, porque no era la primera vez que intentaba convencer, sutilmente, a mis amigas para que abandonaran la idea de una Daphne y un Connor eternamente enamorados. No sólo porque lo había besado, sino que además porque me había dicho que "mi amiga la... algo gordita", como la había llamado él, no le interesaba en absoluto.
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The Bubblegum Bitch
Teen Fiction¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...