El Túnel

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Después, muchos años después me casé con Mariana (pero antes viví con Alberto) y finalmente terminé con Marcos, no sin haber hecho muchas "prueba y error" en el medio. Después terminé con Marcos es la manera perfecta de describirlo, acabé con él y luego terminamos. Pero después, mucho más acá en el tiempo ahora que tengo... los años suficientes como para entender mejor las cosas, aunque todavía me enamoro y me maravillo y todas esas boludeces que hacen la vida más llevadera, estuvo la pensión que ya conocen. Y los nombres de antes y una noche en particular dos de ellos: Taleh y Kenjo. Antes de rajar de ese lugar de perdición andaba con varios a la vez, Samuel había sido como el puntapié inicial, o tal vez... No importa, la cosa es que andaba con uno y con otro, aunque a Taleh ya no lo quería ver mucho, pero me lo tenía que fumar cuando me comía a Kenjo, que como dije cogía bárbaro y no lo podía dejar, aunque después por fin pude.
Una de esas noches en que los iba a ver a su pensión (aclarado y charlado previamente -como creo que ya les dije- que no íbamos a hacer más fiestas) estaban mis dos machos negros más calientes que nunca, y yo me divertía con ellos. Habíamos salido a comer y en la parrilla en la que estábamos no podían hacer mucho; una mano que se colaba debajo de la mesa, una apoyada de chota al levantarse para ir al baño, pero no mucho más, obviamente. Por abajo de la mesa yo también se las agarraba y ya los tenía a los dos pidiéndome que fuéramos a la casa; sólo para molestarlos -aunque también porque estaba bien fría- pedí otra cerveza. Kenjo me tiró una mirada fulminante, y Taleh sabía que estaba de colado así que no podía reclamar mucho, sólo lo aceptaba en trío, no cogíamos desde hacía mucho los dos solos y de hecho no lo volvimos a hacer. Yo tomaba, ellos invitaban y después sabían que me tenían de regalo toda la noche. Ya varias veces habíamos estado juntos los tres, eran la épocas en las que cogía sin forro con cualquiera y de las que sobreviví de milagro; no se los recomiendo, no lo hagan bajo ningún punto de vista, aunque haya sido tan delicioso. Así estábamos entonces los tres en la sobremesa, hasta que me cansé de jugarlos y fuimos para la pensión. Como siempre, ansioso, Taleh apenas esperó a que cerráramos la puerta de la pieza y ya me empezó a manosear; en el fondo me daba pena, aunque después -esa misma noche- me iba a dar pena yo por lo que los tríos con ellos dos también terminaron ahí. Pero de momento me daba pena que fuera tan calentón, tan apurado. Kenjo era más vivo y sabía excitarme con un poco de suspenso y de espera. Por eso es que ya se la estaba chupando a Tae -como le decían sus amigos- y Ken -como le decía yo para joderlo: mi Ken negro- apenas si se estaba desvistiendo; me gustaba más la tensa dilación del momento inevitable, ese saber lo que va a pasar y esperarlo con todas las ganas. El otro era más básico, iba derecho a los bifes y aunque es cierto que la primera vez no me quejé, con el tiempo me aburrió un poco. Es cierto que había sido mi puerta de entrada a noches y sensaciones indescriptibles, más allá de que la puerta de entrada ya sabemos siempre como terminaba. Por todo eso es que me daba pena y por su falta de tacto, y todo ello no me permitía decirle que no; como dije eran los días de fácil acceso.
Kenjo se acercó a nosotros y comenzamos a coger como tantas veces, no importan los detalles ahora de ese polvo que no fue distinto a cualquier otro que ya haya descripto, hasta que se les ocurrió una idea fatal.
No sé si fue curiosidad, simple calentura o una especie de revancha por cómo los boludeaba a veces en público -tal como lo había hecho un rato antes en la parrilla- pero después de haber estado un rato largo cabalgando con esos dos animales, quedé arriba de Kenjo, montándolo mientras lo miraba a los ojos entre la poca claridad que se colaba de la luna, por la ventana de la habitación. Tae ya la había sacado de mi boca y nos dejó jugar un rato a los dos solos; pensé que estaría sentado mirándonos y haciéndose una paja -a veces hacía eso- pero no, se ve que habían acordado otra cosa para esa noche. Mientras Kenjo me daba como describí, pasó sus dos brazos por detrás mío a la altura de la espalda, apretándome contra su torso como ya había hecho muchas otras veces, generalmente cuando estaba por acabar, pero no fue esta la ocasión; teniéndome así agarrado Taleh se me acercó por la espalda -para él estaba en cuatro- y empezó a puertearme suavemente. Ahí me di cuenta... ¡me querían dar los dos al mismo tiempo! Me invadió el terror; en un segundo me vi en la sala de emergencias de un hospital con el culo roto y dos negros al lado, más goloso imposible.
Intenté zafarme pero a cada intento Kenjo me apretaba más fuerte; como vieron que iba a empezar a gritar -primero pidiendo auxilio y luego de puro dolor- Tae me tapó la boca desde atrás, y con su mano libre volvió a dirigir su pija a mi culo lleno de Kenjo, y empezó a empujar con su cabeza lubricada. Sentí que me abría como un pollo, pero esa mano me tapaba la boca y esos brazos me apretaban todo el cuerpo y la pija que seguía entrando mientras literalmente me desgarraba. Una vez dentro mío -los dos dentro mío- Tae se quedó quieto, y Kenjo comenzó a moverse muy despacio, con cuidado de que ninguna se saliera, yo veía todo blanco del dolor. Me fui dilatando cada vez más hasta que los dos empezaron a moverse, por momentos al unísono y otros ratos de forma más coordinada: entraba uno hasta el fondo al tiempo que el otro la sacaba pero no del todo, y entonces el primero empezaba a salir y así... más y más fuerte y yo sólo quería que ese castigo terminara. Un rato después -años después- Taleh fue el primero en irse, dando unos gritos en mi oreja y sacándola por fin para que me volviera el alma al cuerpo y para que Kenjo, después de bombearme un rato más, terminara de llenarme el culo de leche.
Esa noche no me quedé a dormir; apenas les hablé cuando pude recuperar el aliento para decirles que me pidieran un taxi. Creo que entendieron que se habían ido al carajo porque ninguno me objetó nada; normalmente me habrían dicho que me quedara. Fui a mi pensión a dormir boca abajo y al día siguiente -hasta la noche- caminé con dificultad. Ese fue el último trío que hicimos con esos dos animales.

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