Me había separado de Marcos porque me tenía harto con su vida chata, con su rutina, pero también porque quería tiempo para mí. Ahora lo que menos tenía era tiempo. Además del trabajo, tenía que satisfacer a mucha gente: Samuel era un reloj (y ya no sólo una vez al mes, últimamente siempre encontraba alguna excusa para pasar cada semana). Los chicos -Ale y Guillermo- me visitaban a diario: un día uno, otro día el otro, me culeaban de lunes a viernes sin contar que -como un extra- también venían a veces los dos juntos. Con las Marías la habíamos pasado muy bien así que cada vez que era posible nos hacíamos un hueco para garchar un rato. Los fines de semana estaba siempre con Kenjo y con Taleh; sí, había vuelto.
Tiempo atrás habíamos hablado con Kenjo de aquella noche terrible en su pensión, y le conté que no había quedado muy contento con Taleh. Se ve que luego hablaron entre ellos porque a los días Taleh me escribió: que no lo había hecho a propósito, que no me enojara y qué sé yo qué más; al final nos vimos y terminamos en un telo, como dicen la carne es débil. Lo mismo que con los chicos, a veces estaba con uno, a veces con el otro, y a veces con los dos. También se había sumado Sidy, uno de los participantes de la fiesta que era más joven que los demás y muy dulce. Había vuelto a ir a la pensión senegalesa pero aclarando antes que no iba a haber grandes fiestas; sólo con ellos tres, juntos o separados, pero no íbamos a sumar a nadie más, y lo respetaron. A Sidy lo veía también en la semana. Así que entre Samuel, Ale, Guillermo, Taleh, Kenjo, las chicas y Sidy se estaban llevando todo mi tiempo, tenía que empezar a tachar gente de la lista.
A Samuel no lo podía descartar porque el descuento que me hacía me ayudaba a llegar más holgado a fin de mes, más como andaba, queriendo ahorrar algo de plata. Con los chicos no pude: les había dicho que la teníamos que cortar, pero conviviendo se hacía muy difícil, siempre insistían y a la larga, ya sea porque habíamos tomado unos tragos o para sacármelos de encima, terminaba dejando que me cogieran. Las chicas eran el menor de los problemas porque sólo se daba de vez en cuando, así que eso lo mantuve. Sidy era un amor, no le quería decir que no. Quedaban Kenjo y Taleh, si terminaba con uno podía terminar con el otro, pero Kenjo era una bestia en la cama y sabía que lo iba a extrañar, y Taleh se ponía pesado si sabía que aún estaba con su amigo, así que al final dejaba que me cogiera también. O sea, no pude tachar ni un sólo nombre. Para peor, Sidy andaba a veces en una camioneta que era del jefe; cuando no quería ir a la pensión para no tener que estar con los tres juntos, le decía que me pasara a buscar con la chata, íbamos a un lugar medio retirado y cogíamos ahí, además era como una pequeña aventura. Una noche que estábamos en eso, en una calle oscura de Boedo, nos golpea la ventanilla un policía en pleno acto. Bajó él, yo estaba muy en bolas, y el cana le dijo que nos iba a llevar a la comisaría por exhibicionismo y no sé qué más, un bajón. Sidy lo empezó a chamullar y se fueron para el patrullero, en donde había otro policía, supuse que lo íbamos a solucionar con guita. A los pocos minutos volvió y me dijo:
-Está todo arreglado, pero tenés que ir a hablar vos.
-Ok, dame la plata -le dije.
-No... andá a hablar primero.
Me pareció un poco raro pero no quería ir detenido así que fui. Al llegar al patrullero el cana que nos había agarrado -ya sentado al volante- me dice:
-¿A usted le parece?
Yo no sabía qué esperaba que le dijera.
-Fue esta vez nada más oficial -alcancé a pronunciar.
-Pero igual muchacho... los vamos a tener que llevar.
Ya íbamos encaminando. Si nos querían llevar ya lo hubieran hecho -pensé- así que querrían plata. Este Sidy era más boludo también...
-¿No hay algo que podamos hacer oficial? -dije inocentemente.
-Siempre hay algo -dijo el que hasta ahora no había hablado-. Vos nos entregás el culo y acá no pasó nada.
Uh... esa no me la esperaba. Me quedé mudo.
-Subí pibe, así te evitás la detención -dijo el primero abriéndome la puerta de atrás del auto.
Entré al patrullero sintiéndome el más puto de todos los putos. Fuimos a unas pocas cuadras de ahí y el que estaba de acompañante se pasó para atrás. Luego arrancamos de nuevo. Me hizo una seña, bajé y se la empecé a chupar, después me dio vuelta y me cogió sin compasión mientras íbamos por la autopista. Cuando terminó el otro se estacionó y cambiaron de lugar. Volvimos a arrancar y lo mismo hice con el segundo, una mamada y después le entregué el culo. Ese fue el soborno, a Sidy le salió gratis. Volvimos a Boedo y me dejaron donde me habían levantado, antes les tuve que dar mi número, probablemente me iban a volver a buscar. Sidy aún me esperaba. Subí a la camioneta y nos quedamos los dos callados. Arrancó y me llevó a un telo, después de todo él se había quedado con las ganas y -así es más seguro- dijo. Otro polvo y ya iban tres, demasiado movimiento para una noche que pretendía ser tranquila. No volvimos a coger en la camioneta y yo, en lugar de restar, seguía sumando gente a la lista.
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Historias Prohibidas
No FicciónLa mañana nos encontró abrazados en la cama, con el sol empezando a colarse por la ventana y esa sensación de estar en el lugar correcto con la persona indicada, sólo me preocupaba que no fuera recíproco. Alejé los malos pensamientos y fui a la coci...