Fiesta Negra

394 5 0
                                    

Un tiempo largo después del episodio de la galería, me atreví a volver. No fue fácil y tampoco estaba tan seguro de encontrar al mismo negro (que a partir de ahora llamaré Taleh, como corresponde) ni si iba a querer algo más conmigo o si me iba a recordar siquiera. Pero así y todo y con un cagazo bárbaro fui. Dicen que somos hijos del rigor aunque quienes dicen eso en general son medio ignorantes, personas que viven de frases hechas, además en este caso no aplica, pero sí es cierto que el miedo me calentaba aún más con Taleh.

Me mandé de una para el local del fondo, no quería andar con vueltas, y entonces lo vi. Me acerqué sin saber qué decirle, pero Taleh me la hizo fácil diciéndome en su español bastante aceptable:

-¡Hola! ¿cómo estás tanto tiempo?

Esa naturalidad me reconfortó y me tranquilizó un montón, aunque más tarde iba a saber a qué se debía tanta amabilidad...

Hablamos un poco de la vida y demás boludeces; la primera vez que habíamos estado juntos casi ni cruzamos palabra; lo que me había dicho al irme -y que yo no escuché- era si quería dejarle mi teléfono, me contó. También me contó entre otras cosas que vivía por ahí a unas cuadras. Yo esperaba que me invitara a su casa, o a pasar adentro del local. Pero ahora tenía una mujer que atendía con él, así que la segunda opción no era tal, aunque sí podía decirme de ir a su casa un rato, yo no me animaba a proponérselo. Taleh la hacía larga y comencé a pensar que tal vez había sido cosa de una sola vez. Hasta que por fin dijo:

-Ahora no puedo moverme de acá, pero me gustaría verte después del trabajo. Hice como que pensaba en si podía pero ya estaba decidido.

-¿Cómo a qué hora? -pregunté haciéndome el interesante.

-A las nueve cerramos - respondió, y supe que después de esa hora iba a tener acción y de la fuerte, aunque no sabía que tanto.

Quedamos en que pasaba a esa hora y nos despedimos. Fui para la pensión -eran las seis apenas- me di un baño e hice otras preparaciones. Esta vez iba a llevar forros -extra grandes- que compré de regreso de la galería y un gel lubricante.

Justo un rato antes de salir llamó Samuel a mi puerta; ya le había pagado el mes pero andaba por ahí cerca y decidió venir a echarse uno rápido. Ah... ¡no era el momento! Pero tampoco le podía decir que no, así que lo hice pasar rápido y me puse a mamársela casi mecánicamente, así parado; él atinó a empezar otra cosa pero yo quería cuidar mi culo para más tarde (y menos mal que lo hice) así que, mirándolo a los ojos desde allá abajo le dije:

-Hoy me la quiero tomar toda.

Obviamente no le molestó así que se la seguí chupando hasta sentir su leche calentita llenándome la boca. Tragué, me limpié con una toalla y a las ocho y media bajamos los dos juntos.

Fui a mi encuentro. Recuerdo que me sentí algo ridículo por esa sensación como de mariposas en el estómago que estaba teniendo; sabía que no era amor sino que Taleh me calentaba mucho.

Llegué justo a las nueve al local, nunca fui tan puntual en mi vida, incluso a pesar de Samuel. Lo ayudé terminando de acomodar unas prendas, cerramos y salimos para la casa que, como imaginaba, era otra pensión. Antes de subir me dijo que vivían seis amigos con él ahí, todos senegaleses, pero que eran "tranqui", esa es la palabra que usó. En el camino habíamos comprado unas cuantas latas de cerveza, invitación del gentil Taleh. Ya arriba, me presentó a uno de sus amigos, que estaba mirando la tele en un sillón, pero además de él parecía no haber nadie. Guardamos un pack de latas en el freezer y llevamos el otro para la pieza. Allí todo se dio de forma más natural que la primera vez, más consentida; entre eso, los mimos y el gel la pasé mucho mejor que en la galería, aunque igual me dolió y gemí bastante. Además esta vez usamos forro. Taleh fue por más cerveza y cuando volvió me dijo que Mbe, al que había saludado al llegar, había escuchado todo, y que ahora debía estar haciéndose una paja en su pieza. Nos reímos y lentamente empezamos otra vez el juego. Ahora con la luz apagada, completamente a oscuras. Me puso patita al hombro y me clavó todavía más hasta el fondo, cogiéndome así un rato largo. Yo ya había acabado con el primer polvo, pero me entró tan adentro que en la mitad eyaculé otra vez. Cuando terminó -y sin sacarla- me dijo que quería compartirme, que eso lo calentaba un montón, y yo asentí pensando que hablaba de más adelante (todo asusta menos cuando es "más adelante") pero no, hablaba de ahí y ahora. Mbe había estado todo el tiempo en la habitación durante el segundo polvo y ahora, con Taleh todavía adentro mío, me la ponía en la boca sin preguntar. Empecé por instinto a chuparla sin darme cuenta de lo peligroso de la situación. Taleh se salió de mí y enseguida sentí que se me colaba otra pija, luego supe que era Sidy, que acabó en seguida. Después Mbe ocupó su lugar, me la metió despacito y me empezó a coger con una delicadeza impresionante. Para entonces ya tenía otra pija en la boca. Era Kenjo, que ocupó el lugar de Mbe ni bien este me llenó el culo de leche, mientras que Malaw me la puso en la boca y después Yenka y después no sé cuántos más pasaron por todos mis agujeros, porque esos son los nombres que recuerdo, pero sé que fueron más. Cuando terminó esa maratón estaba empezando a amanecer. Le pregunté a Taleh si podía quedarme a dormir un rato, realmente no sentía las piernas, y me dijo que no había problema. Fallecí en la cama así en bolas y con el culo en llamas.

Al mediodía Kenjo me despertó con un café, estábamos los dos solos en la casa, todos se habían ido a trabajar. Luego del modesto desayuno se acercó a la cama con claras intenciones, le supliqué con la mirada pero entendí que no iba a haber piedad, así que se la empecé a chupar de manera tal que no pidiera otra cosa -la tenía aún más grande que Taleh- y en unos minutos descargó como si no hubiera garchado en meses, me tragué todo para dejarlo contento. Fui al baño, me arreglé un poco y me lavé la cara, luego salí para la pensión; antes Kenjo me dio un papel que guardé en mi mochila sin mirar. Bajé y tomé un taxi, todavía me costaba mover las piernas con normalidad.

Historias ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora