-¡Tenemos que celebrar! -le dije a Narda ni bien me contestó el teléfono. Esa viernes a la noche nos vimos en una pizzería del Centro y comimos como cerdos y tomamos cerveza como si no hubiera un mañana. Le conté de mi último encuentro con los policías y de cómo, a cambio de unos cuantos golpes, me los había sacado de encima. Se puso muy contenta y charlamos de todo lo que estábamos haciendo; me contó que ahora estaba trabajando en un departamento, que era un poco menos de plata pero mucho más seguro, y de todo lo que íbamos a hacer. Sin darnos cuenta salimos de la pizzería y caminamos por Corrientes y pasamos por un almacén que conocía de mis épocas en la pensión; ahí vendían cerveza hasta cualquier hora y compramos no sé cuántas latas y tomamos un taxi a Flores. Antes de que lo advirtiéramos estábamos en el sillón de casa bebiendo cerveza y fumando un churrito, Narda siempre andaba con flores encima, como buena diva, escuchando rock de los setenta. Así se daban las cosas entre nosotros, que creo que es como se dan las cosas cuando no se tiene que andar planeando tanto y la naturalidad obra por nosotros dando lugar a lo más lindo de las relaciones.
Imaginando historias en la alfombra del living, nos pasábamos el porro y reíamos de las letras de las canciones. Tomábamos más cerveza y entonces recordé que Bernarda era una mujer hermosa -aunque no en el sentido estricto de la palabra- y que yo me había separado ya. Ahora que ya no estaba en la pensión, ahora que no vivía con ella y que tenía un contrato de dos años en el departamento; ahora que estaba empezando a hacer las cosas bien no necesitaba para nada enredarme con mi mejor amiga. Pero ahí estaba ella con sus tetas hermosas y ese culo parado -aunque ahora estuviese acostada- y esa verga entre sus piernas que no conocía pero que me habían dicho era enorme. Narda no sabía -o yo no sabía si sabía- que conocía mucho de ella desde que vivíamos con Marcos, allá hacía tiempo. Me habían contado que si bien se ganaba la vida con su cuerpo -entregando el culo o mamándola- cuando cogía por placer era más activa que pasiva, quizá para compenzar tantas culeadas recibidas, aunque tuviera un par de clientes fijos -sobre todo viejos putos reprimidos- que le pedían que les hiciera el orto más o menos una vez a la semana. Narda estaba ahí echada en mi alfombra y se reía de cualquier cosa que decíamos -estábamos en esa fase del faso- y yo le apoyé una mano en la panza y nos miramos un rato...
-¡Sos terrible! -dijo un poco después.
Y los dos nos reímos y me confesó que desde que me había conocido se había fijado en mí pero como estaba con Marcos -ellos eran amigos de antes- no había hecho nada pero ahora... y hubo una pausa.
-¡Sos terrible! -me dijo otra vez y su mano ahora también me acariciaba y me dijo que no pensaba enamorarse de mí así que yo tampoco debía hacerlo. Nos miramos nuevamente porque sólo el hecho de que la palabra amor hubiera aparecido en la conversación nos asustaba, pero como estábamos en modo beer and weed no nos importó tanto y seguimos con el juego y aunque estaba prohibido el amor no habíamos dicho nada de besos, así que me acerqué a esa carita hermosa y comencé a besarle el cuello, luego los labios y abajo de las orejas, y las tetas y ella me agarró la pija y nos enroscamos como dos serpientes y mi boca en su verga -que efectivamente era enorme- y mi cuantiosa pija entrando en Narda para cambiar después y que ella me penetre con fuerza acabándome y entregándose luego boca abajo y la noche que fue testigo de como, sin amor ni palabras suicidas, nos entregamos como dos amantes despreocupados.
La mañana nos encontró abrazados en la cama, con el sol empezando a colarse por la ventana y esa sensación de estar en el lugar correcto con la persona correcta, sólo me preocupaba que para ella no fuera así. Alejé los malos pensamientos y fui a la cocina a preparar mate.
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Historias Prohibidas
Non-ficțiuneLa mañana nos encontró abrazados en la cama, con el sol empezando a colarse por la ventana y esa sensación de estar en el lugar correcto con la persona indicada, sólo me preocupaba que no fuera recíproco. Alejé los malos pensamientos y fui a la coci...