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Tenía quince años cuando conocí el amor... o algo parecido. En realidad fue sólo sexo y de hecho fue ilegal -no es que yo lo supiera entonces- pero también fue hermoso.
Andaba por entonces con un grupo de amigos, mayormente de la escuela, seis o siete que nos juntábamos siempre en la casa de Ignacio o en la de Sebastián, o sino en el kiosco de la esquina, que nos quedaba cerca a todos, a tomar Coca Cola (todavía no habíamos iniciado en el alcohol ni en las drogas, y la mayoría éramos vírgenes) y a hablar boludeces. También hablábamos de sexo aunque ninguno supiera nada al respecto y se hablaba mucho de pajas, de lo que sabíamos bastante. Lo curioso -lo que yo encontraba curioso porque nadie más lo sabía- era la motivación que cada uno tenía; la mía no era la misma que la de ellos. Tampoco fantaseaba con ninguno; los veía como amigos y además un poco tontos para eso, me atraían los hombres más grandes.Un día fui a la casa de Ignacio -en ese momento no había whatsapp ni todo lo que hay ahora como para avisar- y no estaba, pero el papá me dijo que si quería entrara, que ya andaba por llegar. La verdad es que yo ya me había fijado en él, era el más joven y atractivo de los papás de mis amigos, de unos cuarenta, bastante alto, y hasta había fantaseado con él, pero no pasaba de ahí; lo veía muy feliz con su mujer, y aunque era bastante expresivo con su cuerpo, con sus manos (siempre me daba palmadas en el hombro, o me apoyaba una mano en la espalda) pensé que era su forma de ser y nada más.
-Fue con la mamá hasta lo de la tía -dijo mientras yo entraba- pero ya vuelven.
Yo sabía que la tía no vivía tan cerca, pero ya había dicho que sí y además no tenía nada que hacer.
Era verano, hacía mucho calor y los dos estábamos livianos de ropa. Me dijo si quería pasar a la pileta y esperarlo ahí (tenían una de natación muy linda) así que me fui para el fondo. A los pocos minutos vino él, en traje de baño. Era de esos tipos de gimnasio, ya grande pero bien en forma, nada excesivo; la verdad es que no podía dejar de mirarlo. El se debe haber dado cuenta porque después de estar un rato en la pileta, y después de algunos roces, cuando salimos me dijo si quería ver televisión en su cuarto, que era el único ambiente con aire acondicionado, el calor era insoportable. Por supuesto que accedí aunque estaba muy nervioso. Ya los dos en la cama, apoyados contra el respaldo, me dijo que su mujer había llamado para avisarle que iban a tardar por no sé qué problema con el auto -mentira, habían ido a cenar aunque eso lo supe después- pero que si quería me podía quedar igual. Creo que dije un tímido "sí". Nos quedamos un rato mirando la tele, recostados. No por casualidad, puso un VHS de "Lolita", la vieja película de Kubrick. Yo no me consideraba una lolita ni mucho menos, siempre me sentí varón, pero me calentaban los hombres y en la película una chica se cogía a un señor mayor, ya con eso alcanzaba. Nuestros codos se estaban rozando, bajó una mano y la dejó apoyada -disimuladamente- en mi rodilla. Después de unos minutos la empezó a subir muy despacio, mi corazón latía a mil por hora mientras hacía que miraba la televisión. Llegó hasta mi panza y empezó a acariciarme, yo cerré los ojos y me entregué. Se giró hacia mí apoyándome la pija parada en la cintura, me miró y me dijo:
-¿Sabés guardar un secreto?
-Sí -contesté bajito.
Me dio vuelta y comenzó a acariciar mi culo, yo metí mi mano en su pantalón y se la agarré fuerte.
-¿Ya estuviste con un hombre? -preguntó.
-No, nunca.
Su mano ya estaba tocando mi piel, un dedo me apretaba el agujero del culo. Me dijo que se la chupara, me arrastré hacia abajo y empecé a mamarla; nunca había tocado una pija que no fuera la mía, pero fue algo instintivo. Se estiró un poco y sacó un lubricante de la mesa de luz, me bajó el pantalón, me puso en cuatro y se acomodó atrás mío. El gel estaba un poco frío pero al contacto con mi cola se calentó. Me apoyó la punta en el agujero.
-Relajate lindo -me dijo y empezó a presionar muy despacio, después un poco más, cada vez me empujaba más con su chota hasta que estuvo adentro mío; yo sentía que me abría en dos mientras él me sujetaba con las dos manos de la cintura. Empujó más y más hasta que sentí que entró toda. El dolor era insoportable, y el placer indescriptible. Llevé una mano hacia atrás y le agarré una nalga, apretándolo contra mí para que no se moviera. Así nos quedamos un rato, él apenas si se movía un poquito para los costados. Luego me puso la mano contra la espalda y empezó a entrar y salir muy despacio; con los años me comí vergas más grandes pero en ese momento ésa me pareció gigante. Siguió bombeando cada vez un poco más y más fuerte y yo me retorcía gimiendo como una gata en celo. Los últimos pijazos me mataron, hasta que por fin dio un pequeño grito -clavándome hasta el fondo- y se quedó quieto, todo adentro mío, unos minutos eternos.
-Apretá el culito -me dijo después, la sacó despacio y se fue para el baño. Yo apenas me podía mover pero igual me fui vistiendo. Cuando volvió me dijo que eso no lo podía saber nadie, que era nuestro secreto, y que Ignacio no iba a volver hasta la noche; después de cogerme me quería descartar. De alguna manera entendí y me fui para mi casa confundido y excitado todavía. Algunas tardes que siguieron repetimos hasta que aprendí a disfrutar, a moverme, a tragar. Tristemente, unos meses después murió de un ataque al corazón. El fue algo así como mi primer amor.
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Historias Prohibidas
Non-FictionLa mañana nos encontró abrazados en la cama, con el sol empezando a colarse por la ventana y esa sensación de estar en el lugar correcto con la persona indicada, sólo me preocupaba que no fuera recíproco. Alejé los malos pensamientos y fui a la coci...