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Abrió sus ojos encontrándose con un fuerte rayo de luz en todo su rostro, se giró al lado contrario para poder descansar de nuevo. Sus caderas dolían y la sensación de agotamiento la estaba exasperado. No quería despertar después de veinte días por lo menos. Después de quince minutos se levantó con un sólo ojo abierto y salió de su habitación para llegar a la cocina y desayunar lo que su padre haya preparado. Se sorprendió porque no estaba nadie, más que su desayuno junto a una hoja de papel.

“Fuimos con tu tío Dongyul.  Desayuna y limpia cuando termines. Te amamos.”

Bostezo y comenzó a comer en silencio. Sus ojos pesaban bastante así que lo hizo rápido e hizo sus deberes para después asearse.

Se tiró en su cama de nuevo, recordó la noche.

Se ruborizó demasiado que tapó su rostro con sus manos. Había tenido relaciones sexuales con Jimin, eso no sería fácil de olvidar, sobre todo con la ligera molestia en su parte íntima. 

Mordió su labio con ansiedad, se preguntaba cómo habrá tomado Jimin su ausencia, tal vez no le haya importado porque a estas alturas no tenía ningún mensaje o llamada de su parte. Lo pensó, sabía que él no la buscaría después de obtener lo que quería, pero aún así le decepciona no poder llamar su atención. 

Esta vez fue ella quien huyó y no él. Era cobarde, también sentía vergüenza por lo que hizo. Se dejó llevar por la lujuria y le apena. Su meta siempre fue que Jimin la tratara con delicadeza y con esmero, pero ahora lo arruinó y ya no tiene la atención que buscaba. 

"Quiero que seas mi única chica" aquella frase que en su momento había creído, le está carcomiendo la cabeza ahora mismo. Jimin tenía el mismo efecto sobre ella después de haber pasado medio año. 

—Que mierda. 

Se removió en su cama varias veces hasta que se decidió a levantarse y tomar el primer papel y lápiz que tuviera a su alcance. Comenzó con líneas toscas, tomaba el objeto con fuerza entre sus dedos, no pensaba en nada más que en aquel rostro que cruzaba por su mente. Jimin de alguna forma debía de salir de ahí. No quería culpar a nadie que no fuese ella, pero él se lo hacía difícil con tantos cuentos y palabras bonitas. Era imposible no fijarse en él y lo odiaba. 

Miró el dibujo terminado, las líneas decían todo acerca de sus sentimientos. Estaba enojada e impotente, con la frustración de que él no le buscaba. 

Abrió su ventana, esperando relajarse con la brisa del viento. El vecino cortaba algunas flores de su jardín y se podía escuchar a sus hijos jugar con el balón. Miró al cielo después entre cerró los ojos por la luz brillante del los rayos del sol. 

Volvió su vista al papel y con coraje lo tomó con intenciones de romperlo en varios pedazos, pero se rehusó. Ni siquiera tenía la valentía para romper su rostro plasmado en un papel cualquiera. 

Se echó a llorar, indefensa y devastada. Sus sollozos se escuchaban alto, no le importaba, quería hacerlo. Sus manos temblorosas pasaron por su cabello para echarlo atrás, se desplomó en el suelo e irguió su espalda hasta abrazar sus piernas. 

Un par de ojos apagados le miraron desde fuera, se veía más indefensa de lo que pudo mostrarse antes ante el mundo. Temblorosa y pequeña, con gemidos dolorosos y que al más fuerte podría debilitar. Entró haciendo el menor ruido posible y se arrodilló estando a menos de treinta centímetros de distancia. La humedad de su cabello ya había cobrado de las suyas empapando su blusa y dejando una transparencia. 

Miró sus pequeños hombros y, sin más, se acercó a tal punto de rodear con sus brazos, sin importar si fuera a mojarse también. La sintió vibrar, el calor de su cuerpo con la fría sensación del agua le asustó. No obstante, era pacífico y reconfortante. Jimin era cálido de cuerpo, pero no era sólo ahí donde quería que lo fuese. 

Inocente Señorita 2 [P.J]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora