8.

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Cuatro días antes del incidente.


Jisung oía lo que su amigo Haechan le decía, aunque no le prestaba la debida atención. Su mente estaba demasiado ocupada en otras cosas como para centrarse en un tema tan banal como los insignificantes dilemas de Haechan. Ahora mismo su mente, a diferencia de lo que con su cuerpo demostraba, corría a mil por hora, recordando, pensando, ideando, perfeccionando ideas que han rondado en su cabeza desde hace semanas. Estaba obsesionado con sus propios pensamientos, y a veces, eso era tanto para bien, como para mal. Terminaba agotado, pero de alguna manera, le gustaba sentirse así, porque sabía que ese cansancio era causa de su productividad. Pensar en eso le erizaba los cabellos, pero, al mismo tiempo, esa sensación de miedo le hacía feliz. Era algo que nunca antes había experimentado, algo de lo que, por primera vez, se atrevería a realizar. No era una tarea fácil, pero con su mente y plan maestro todo saldría a la perfección.


Sin embargo, no todo era risas y gozo en su vida. Era extraño, porque a veces su mente lo traicionaba. Suena ridículo, y lo es, pero es lo que Jisung vive a diario consigo mismo. Ha habido ocasiones, en donde la moral toca su puerta y le mueve el dedo índice, reprochando sus actitudes e ideas depravadas. Pero, ¿en qué otra cosa podía pensar luego de toda la injusticia que le han hecho vivir? Según él, lo mejor que podía hacer era enfrentar sus miedos, y qué mejor manera de hacerlo que rebelándose a ellos, o para un mejor efecto, darles su merecido. Todos merecemos un castigo nuestros malos actos, es lo que nos ha tocado vivir a todo ser existente en la humanidad. Nuestros padres, familiares, superiores, a veces incluso nuestros amigos lo han hecho por nuestro propio bien. Jisung era un amigo, tenía el poder para hacerlo.


Pero, hay un defecto que Jisung no conocía de él, y ese era, mentirse a sí mismo. Es una lástima que se diera cuenta de él cuando ya era demasiado tarde.


—¡Jisung! —Haechan exclamó, zarandeándolo—. ¿Estás bien?


Park Jisung salió de su propio cerebro a la realidad cuando esa pregunta se oyó a la lejanía: «¿Estás bien?» Una frase tan simple y poderosa, pero inútil a la vez. Un par de palabras que terminó siendo tan vacía como muchas otras. A día de hoy, todos la repiten por cortesía, o cuando no hay más tema de conversación entre dos individuos. Y lo que más duele, no es la infravaloración que posee, sino lo es el desinterés en ella. Nadie hace esa pregunta para saber realmente qué es lo que sucede con uno, y nadie le responde con la genuina verdad. He aquí el ejemplo más didáctico.


—¿Qué? —musitó con timidez, no quería que Haechan supiera lo que realmente pasaba por su mente.


—¿Estás bien? —sus ojos abiertos de par en par reflejaban un atisbo de preocupación, pero ambos sabían que aquella expresión no era auténtica.


—Sí, estoy bien —respondió para que Haechan no inquiriera más en el tema.


—Entonces, ¿qué me dices? —cambió de tema—. ¿Crees que sea una buena idea hacerlo?


—Sí, hazlo. —No tenía ni la menor idea de lo que hablaba, y no le interesaba en lo absoluto.


el silencio de las estrellas ー nct dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora