Parte Cuatro : Trabajo en equipo

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Sacarla fuera de la casa era un enorme logro. Desde la muerte de su esposo Sasuke, Sakura no había salido de su casa ni siquiera para ir de compras, todo eso lo hacía su hija. Su única y preciada hija. Esta era la primera vez en dos meses que lograba convencerla para salir de compras. La excusa perfecta eran las rebajas de invierno y por eso mismo aprovechaban los negocios donde pudieran conseguir las mejores ofertas. Quizá no le servirían ahora, pero cuando volviera el otoño, tendrían prendas nuevas.

Sarada esperaba fuera del vestidor mientras miraba la hora en su teléfono. Suspiró agotada. Su madre no era indecisa. Más bien todo lo contrario, lo que sí era, pues un poco quisquillosa en lo que prefería usar. Ni algo tan sutil ni algo tan llamativo. Siempre el balance. Estaba en aquel vestidor desde hace diez minutos y los minutos seguían transcurriendo. Debía terminar cuanto antes o no llegaría al Seminario.

—Sigo pensando que esta polera no me queda—se quejó su madre desde el otro lado de la cortina.

—Mamá, no quiero apresurarte, necesito llegar a mis clases matutinas.

Su madre soltó un mascullido y no dijo nada más. Sarada dio un vistazo rápido a su teléfono y se dio cuenta que Boruto le había enviado un mensaje. Su corazón palpitó alocado. ¿Al fin empezaban a llevarse bien? Esa charla de una hora fue lo más gratificante en mucho tiempo. Hablar sobre cuestiones tan filosóficas era apasionante.

De: Boruto

Creo que mis salidas a correr matutinas

me hicieron llegar más temprano a la universidad

A qué hora llegas?

Quería saltar de la emoción. Su relación iba avanzando lento y seguro. Sonrió enamorada y respondió rápido:

Para: Boruto

Termino unas compras y voy para allá

Haces ejercicios todas las mañanas??

Así comenzó una pequeña conversación de varios mensajes de ida y vuelta. Estaban platicando de una manera natural sin que nada les impida contarse algo íntimo. Y sí, Boruto se sentía más cómodo chateando que conversando en persona. Todo era en otro nivel si estaba la pantalla de por medio. Así no tenía que tener ninguna clase de contacto con una chica. Y eso era lo que más evitaba. Mientras leía los mensajes, se daba cuenta que Sarada era una mujer impresionante y que algo de su personalidad era atrayente. Quizá era su esencia.

El rubio estaba sentado debajo de un árbol, contemplando el campus desde la lejanía, mirando al alumnado y profesorado que iban y venían, entrando y saliendo de la universidad. Se había acostumbrado a ese ritmo acelerado, pero no a las relaciones interpersonales. Pues cada vez que lo intentaba el miedo lo dominaba y los prejuicios hacían de la suyas. Soltó una bocanada de aire.

—Lo mejor sería empezar una amistad con ella. No parece una mala chica.

El mensaje entrante lo distrajo y lo leyó con una débil sonrisa en sus labios:

De: Sarada

Puedo acompañarte a correr a partir de mañana?

Claro, yo solo patinaré

Era una buena propuesta en realidad. El solo hecho de imaginarse en esa situación y con ella todas las mañanas lo puso inquieto. Tragó saliva y se cuestionó si de verdad podría hacerlo. Sarada era una chica bastante tranquila y también podía ser enérgica si quería. Su forma de pensar era asombrosa. Sus pensamientos eran lineales y cargados de un fuerte argumento.

En Secreto  (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora