Capitulo XI

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~El ángel guardián del demonio~

En el cielo, Lelahel había mandado a preparar una enorme habitación con suelos y paredes relucientes de color blanco. En medio, una enorme cama, con bordado de oro, sábanas gruesas y cómodas. En ella, estaba Calista, la joven demonia, con sus alas tendidas de par en par, vestida con un enorme vestido de blanco, y sus muñecas estában atadas a los bordes de la cama.

-Tu escencia de demonio se está perdiendo mediante al ser que está creciendo en tu vientre -dijo Lelahel.

Calista estaba hermosa, maquillada, y con aquél vestido el cual brillaba con pequeñas perlas que caían como estrellas. Pero, su actitud era agresiva.

Las Daemonium y ciertos angeles y demonios son muy distintas a las mujeres humanas cuándo de embarazo hablamos. Resulta que a ellas no les crece el vientre. Sus nueve meses de embarazo solo afecta a la figura como tal, haciendole crecer un poco más las caderas y agrandando sus senos. En cambio, su abdomen, se mantendrá tal su figura natural, sin perder ni la más mínima forma.

La semilla de aquél ser, se mantiene creciendo en el vientre de la madre, pero no en cuerpo, si no en espíritu.

El espíritu pasa sus nueve meses y en aquél momento de vida y luz, una formación perfecta de carne y huesos sale de aquél vientre fecundado. Perfectamente, un milagro inimaginable.

Lo normal sería observar en algún miembro femenino, un abdomen amplio en forma de globo. Pero eso solo le sucede a los humanos, para ellos, el método de crecimiento de un bebé es un poco más complicado, al igual que a todo ser femenino en la tierra.

-¿Sientes miedo de mí? ¿Lelahel? -decía la joven demonio, llena de ira.

Lelahel se echó a reír, manteniendo sus modales y su firmeza de ángel.

-Yo exterminé a casi toda tu raza, dejando solo a uno vagando por el infierno. Y que muy probable muera pronto. Entonces... ¿Por qué crees que te tengo miedo?

-Me tienes amarrada en este asqueroso lugar -decía Calista mientras hacía mostrar sus colmillos de manera agresiva, y viniendo de ella, también tierna.

-Demonio insolente... Lo único que importa de tí es aquel pequeño ser que está desarrollando su alma. Y todo porque será mi hijo, luego serás purificada, y lo más seguro es que eso te mate o quizá quedes perdonada y haciendo cualquier cosa aquí en el cielo. Incluso podríamos formar una familia después de la purificación.

-Tu, me dices demonio insolente... -dijo Calista quien soltó unas pequeñas lágrimas- pero no has visto que tú, siendo un ángel, eres peor que cualquier demonio.

Lelahel se sintió ofendido, pero al estar en el cielo, él sentía más superioridad, y más tolerancia. Ya había pasado un mes desde que Calista fué raptada, en ese lugar donde para cualquier alma podría ser el descanso eterno, para Calista era como estar en el mismísimo infierno.

La sometían todos los días a vigilias obligatorias, todo mandado por Lelahel. Atada a la cama, venían siete serafines a orar, cosa que por dentro le quemaba poco a poco.

Calista sentía como su sangre hervía, y resultaba qué, por cada plegaria, cada pequeña célula de ella era restaurada y purificada.

Esto le causaba cambios agresivos, sus oscuras alas se estaban aclarando, sus negros y oscuros ojos poco a poco formaban una pupila.

El cambio para Calista era ser después de nueve meses una de las angeles más hermosas. Porque aún, siendo demonio, ella para los ojos de muchas jóvenes ángeles, era muy hermosa.

Dentro de la MaldadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora