Capitulo XXIII

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~El inicio~

†                    Desperté de un sueño largo y sombrío, era terrorífico, pero nunca tuve miedo, en la ligera pesadilla a pesar de que veía cosas horrorosas, nunca decidí en despertar.

Quería ver más allá, hasta donde podía llegar de ese sueño. Estaba en una jaula, el entorno era obscuro con una luz roja natural que iluminaba a muchas personas sufriendo.

Se escuchaban lamentos, gritos de dolor, gemidos de llantos, pero... ¿Por qué no sentía miedo? Supongo que lo que e vivido me robó los sentimientos que tenía.

Creo que mis lágrimas se secaron, y mi corazón desarrolló una antipatía por el lamento de otros humanos.

Mi vida no fué exactamente normal, fué como toda otra vida de cualquier joven con dificultades.

Mi madre huyó con mis hermanos, buscando un lugar donde poder superarse y poder completar los tres platos de comida para ellos.

Pero a raíz de ésto... Ella solo me escribe para darme más malas noticias.

La última vez que se comunicó fué hace dos semanas, ella lo hacía cada tres días. Y lo último que me dijo fué... "Te quiero... Hijo".

Yo era el mayor de mis hermanos, nunca fuí con ella porque me dediqué a estudiar, a esforzarme y a superarme para ayudarles. Pero los años en el que me e esforzado no fueron más que una pérdida de tiempo.

Con mi trabajo profesional a penas puedo vivir... ¿Cómo podría ayudarles?

Vivir solo en una habitación pequeña es mi vida, ir a trabajar y encerrarme en estas cuatro paredes es lo único que puedo hacer.

No me alcanza el dinero para ir a divertirme, mucho menos para darme lujos... Maldito dinero...

Todos los días al salir de aquí veo a las personas con una falsa sonrisa, unos paseando a su perro, otros discutiendo por quién tiene el mejor teléfono, el mejor auto... Pero en el mundo hay una crisis que solo soportamos las personas silenciadas... Si... Así le llamo a las personas que sufren en silencio y solo buscan sobrevivir.

E esperado lo peor para mi pequeña familia, y eso duele. Duele... Querer poder hacer algo para ayudar y no poder hacerlo. Y lo peor, duele aún más cuando te esfuerzas y no logras ningún avance...

Pero así me acostumbré...

No puedo decir que todo es malo... De hecho, aprendí a ver el lado bueno de las cosas malas.

Aprendí a disfrutar en soledad y eso es algo que tengo que valorar de mi persona.

Mi novia, solo podía verla dos días a la semana, igualmente ella, una chica silenciada, con problemas familiares.

Yo queriendo tener a mi madre al lado, y ella quieriendo alejarla de su vida.

Y aunque pasamos momentos juntos, solo hablamos de nuestro vacío. Y lloramos por esta porquería de mundo.


Aaron, un joven hombre de 28 años quien lamentaba su vida todas las mañanas cada vez que se levantaba.

Solía despertar muy temprano para ir a trabajar, pero esta vez le habían dado vacaciones en el trabajo, un par de semanas merecidas por su esfuerzo, y en aquella madrugada, justo a las 4 AM, Aaron se levantó con fiebre de 39,5 grados.

Dentro de la MaldadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora