𝑐𝑖𝑛𝑐𝑜

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El silencio que se formó entre nosotros fue roto por el sonido de sus carcajadas limpias, que hacían eco por todo el jardín. No llegaba a comprender qué era tan gracioso, o simplemente cuales eran sus razones para burlarse de todo lo que le acababa de decir. Le había preguntado con el corazón, porque me dolía su trato. Me dolían sus palabras, que se clavaban como lanzas en mi pecho, también sus risotadas, que parecían mofarse de mí, y por último, me dolían sus miradas, que más allá de enfado, estaban inundadas en tristeza. Me dolía su soledad, su pesadumbre. Quería entenderle, pero empezaba a pensar que era imposible. Cada palabra que salía de mi boca era malinterpretada, incluso las más sinceras. Cada intento de romper el muro que había levantado entre mi curiosidad y él, entre mis ganas de encontrar una respuesta. Era inútil.

Esta sensación asfixiante se me hacía tan familiar, este ardor en lo más profundo de mis entrañas cuando le tenía cerca. ¿Por qué? ¿Por qué sentía estas cosas cuando me enfrentaba a él? Sus orbes claros de decían una cosa, y su lengua sagaz otra. ¿Cuál de las dos decía la verdad? ¿Natsume escondía su dolor, o simplemente disfrutaba jugando con los demás? Tenía que decidirlo por mi misma. ¿Qué iba a tener más valor, si la ponzoña de sus palabras o volatilidad de sus miradas?

Si tan solo pudiera tocarle, lo sabría. Si de alguna manera pudiera intentar ver en él algo similar a lo que vi con el doctor Robin, podría conocer con certeza si la actitud de Natsume era un disfraz, o si de verdad era despiadado.

—Diferente. —repitió, jocoso. —¿Qué tienes tú de diferente? ¿Tu pelo largo y sedoso? ¿Ese rostro hermoso e inocente? —recobró la seriedad. —La razón por la que no me gustas no es porque seas diferente, todo lo contrario. Me molesta, me molesta mucho verte la cara.

Me quedé perpleja. Sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez. "Me molesta verte la cara"

—Pues no... —carraspeé la garganta para recobrar la voz. —No me mires.

Sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas, y no sabía si el motivo eran sus crudas palabras, o la agonía que estaba sintiendo por dentro. Fuera lo que fuera, no era normal. Era la primera vez que le veía en toda mi vida, y sin embargo creí haber soñado que escuchaba su voz cada vez que me iba a dormir. Era la primera vez que me plantaba delante de él, con la intención de averiguar que relación tenía con los extraños sentimientos que albergo desde que tengo uso de razón, y no hacía más que intensificar el dolor que llevo sintiendo desde que abrí los ojos en este mundo.

Rain tenía razón, y las diosas eran unas mentirosas. No era necesario ser un milagro para recibir el rechazo del mundo exterior. No necesitaba ser diferente para ser odiada, Natsume acababa de demostrármelo. Ocultar mis ojos vidriosos era misión imposible, y lo era también que a Natsume le importara mi pesar.

Para mi sorpresa, sus ojos se llenaron de preocupación, una que ni él mismo comprendía, a juzgar por su expresión. Extendió el brazo y me acarició el rostro con suavidad, como si estuviera tocando la porcelana más delicada.

Mi vista de distorsionó por un segundo, y no fue a causa de las lágrimas. La oscuridad de la noche había sido sustituida por la luz de una amplia sala, elegante y refinada. Exploré con la mirada, le veía a él, a mi derecha, sentado muy cerca de mí. Nuestros brazos se tocaban, emitía el calor más embriagador que jamás había sentido. Me miraba de reojo, con una sonrisa de autosuficiencia en los labios.

«Si te quedas y te portas bien, te cantaré canciones y seré bueno»

Cuando volví en mi me llevé la mano a la cabeza. La imagen de Natsume sonriendo se esfumó, en su lugar regresé al jardín de la escuela, en plena noche, frente a la momia que me acariciaba sin ser capaz de asimilarlo.

𝑀𝑜𝑜𝑛 | 𝑁𝑎𝑡𝑠𝑢𝑚𝑒 - 𝑒𝑝𝘩𝑒𝑚𝑒𝑟𝑎𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora