𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙

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Toda la ira que movía mi cuerpo estaba siendo drenada por la bruma del bosque. Por los sonidos espeluznantes y por el crujido de las ramas aleteando al viento.

Las palabras de Nagi me ardían en el pecho. Había evitado pensar en ello desde que decidí entrar en el bosque de los hombres lobo, con el objetivo de regresar al templo, pero ya no podía continuar haciendo oídos sordos. Aún cuando mi cabeza me pedía huir, el corazón me pedía regresar, un corazón desesperado por tomar el atisbo de esperanza que Nagi me había otorgado, la respuesta a todas mis preguntas.

«De ser así, ¿no crees que es sencillo? Usa tus poderes con tu propio corazón. Revuelve todo lo que haya hasta encontrar una respuesta»

Tenía miedo, tenía tanto miedo que decidí olvidarlo. Me aferraba descubrir que me sucedió en mi anterior vida, me aterraba conocer la razón por la que mi cuerpo se resentía cuando recordaba. Decidí no dejarme influir por una historia pasada, una que no tenía nada que ver con la actual, decidí vivir y no rememorar.

Estaba huyendo.

Exactamente la misma estrategia que adopté con Natsume. Sentía que no podía estar cerca de él, pero no era cierto. La unica verdad era que no quería enfrentarme a él, por lo que opté por escapar, que era la opción más sencilla.

No quería perder el control delante de él, porque aunque tratara de convencerme de que le odiaba por aquellas palabras, era mentira. Cada vez le quería y le necesitaba más, cada vez me enamoraba más del reflejo de la luna en sus ojos.

Maldita sea la luna.

Su resplandor impío me había traído hasta aquí. Me rehusaba a mirar hacia arriba, detestaria recibir su respuesta indecorosa, jactándose.

Caminé por el bosque precavida. Era impulsiva y emocional, pero no estúpida. No sólo Natsume temía a los hombres lobo, Rain lo hacía también.

Ojalá pudiera arrancarme el corazón tal como podía hacerlo con los recuerdos de las personas. Si tan solo pudiera hacer algo así, todo habría terminado de una vez por todas. Sin desesperación ni devastación.

Me detuve en seco cuando escuché el sonido de las ramas crujir cerca de mí, no era capaz de distinguir de donde provenía. El viento soplaba con más fuerza y mezclaba los rastros en todas las direcciones. Creí escuchar ladridos, unos ladridos ensordecedores. Corrí hacia los arbustos asustada, salivando espeso.

Empecé a escuchar gruñidos. No me atrevía a alzar la vista o abandonar mi escondite entre las hojas y las ramas. Los gruñidos estaban cada vez más y más cerca. Separé algunas ramas con cuidado y sigilo. Ese mordaz sonido provenía de varios lobos que aparecieron frente a mi, uno a uno. Me sacaban los dientes, esos relucientes y afilados. Gruñían, aullaban y me rodeaban, acercándose lentamente.

Puse pies en polvorosa. Abandoné mi escondrijo con la intención de correr lejos de allí, pero hice justo lo que querían. Me descubrí a mi misma, dándoles la oportunidad de cortarme el paso. Giré sobre mi misma buscando una brecha, un hueco para correr. No había. La manada de hombres lobo me había acorralado y cada vez reducían más el espacio entre nosotros. No podía escapar.

Eran tan grandes, peludos y aterradores. Sus ojos feroces asustaban casi más que esos colmillos puntiagudos, reflejando la luz de la luna llena, inmensa y cruel. Si me atacaban, definitivamente sería mi fin. Eran unos cazadores innatos, y yo una presa fácil. Tenía tantísimo miedo que mi única opción era usarlo. No podía correr ni gritar, no tenía opción.

𝑀𝑜𝑜𝑛 | 𝑁𝑎𝑡𝑠𝑢𝑚𝑒 - 𝑒𝑝𝘩𝑒𝑚𝑒𝑟𝑎𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora