𝑣𝑒𝑖𝑛𝑡𝑒

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Ahora que todo estaba perdido, me recurría por los pasillos respirando ansiosa, temerosa de no conseguir escapar antes de que la verdad se extendiera por todo el campus.

Estaba a punto de reventar, de verdad que no me cabía más dolor en el cuerpo. Y todo era por su culpa. Todo esto me lo había hecho él.

Y yo me seguía consumiendo por Natsume.

La luz que entraba por la ventanas ya no era cálida ni tenue, se había convertido en un haz descolorido que atravesaba los cristales neblinosos de la escuela Alderic. El reflejo de la luna llena era mas intenso, de la misma forma en la que lo era en el templo de las diosas.

La noche había caído y sólo podía huir, sin pensar en mis amigos o en el doctor. Mis sentimientos serían un arma potencial en esta situación.

Por una vez debía dejar de pensar en mí.

Me preguntaba como era posible que en mi corazón hubiera anidado esa sensación de pesadumbre, como la escarcha se extendía por mis adentros. Lo cierto era que esas emociones habían regresado, y quizás nunca debieron irse. Eran vehementes y no tenían piedad.

Me sentía muchísimo mejor desde que había podido confesarle todo a ellos. Sabía que no era un espejismo, yo les conocía desde hacía mucho tiempo atrás. No obstante, mi condición de diosa revelada no suponía sólo un peligro para mí, sino para ellos.

Tenía que irme porque sería lo mejor. Aun así, su voz, su melodiosa tonalidad no salía de mi cabeza. Me retenía. Hubiera preferido no haberle oído cantar jamás, no de saber que su regalo se convertiría en un castigo. Las imágenes de Natsume diciéndome que me alejara de él para siempre se repetían una y otra vez en mi cabeza. Me destrozaba el corazón.

A decir verdad, puede que siempre hubiera tenido la respuesta conmigo, y nunca me había dado cuenta. Quizás tenía la esperanza de que el significado de la luna fuera otro, y no el sello de mi futuro solitario. Si las deidades tenían razón, el destino no se elige ni se cambia. El mío puede estar dictando sentencia, la causante de la helada en mi corazón.

No puedo quedarme más tiempo aquí, por ellos y por mí. Porque si Natsume volvía a encontrarme perdería el control de nuevo, y desconocía el alcance que pudiera tener aquéllo.

Paso tras paso, corrí por los pasillos de la escuela. No tardé en sentir de nuevo el frío, ese que se colaba por las rendijas de la ventanas y por debajo de la puertas, a ras del suelo.

Me detuve a recobrar el aliento. Estaba tan nerviosa que no sabía que dirección estaba tomando, huía sin pensar. Atraídos como si fueran imanes, mis ojos se pegaron al cristal empañado de la ventana, escudriñando a través de la cortina bordada. Era noche de luna llena, la primera desde que estaba en la escuela Alderic, y por una razón que conocía perfectamente, el dolor era mucho más fuerte.

Era por él. Mis sentimientos se habían convertido en cenizas y mirando directamente el reflejo de la luna, completa en una noche tenebrosa, descubría que no era solo por las extrañas cosas que me habían pasado, no por mis poderes, sino por Natsume. Estaba enamorada de Natsume.

Sabía que no podría continuar haciendo como si nada. Creí, como la ilusa que era, que una vida solitaria era el peor castigo que podría tener. Sin embargo, acababa de conocer una condena peor, tener cerca a Natsume y no poder hablarle. Tener la necesidad de sentir sus manos acariciándome la cabeza y recibir miradas hostiles. Sentir la rabia por dichas palabras. Haber tenido un momento de debilidad en el que le confesé todo a mis amigos, metiéndoles en todo este embrollo. Saber que estarían para apoyarme, y marcharme sin despedirme.

𝑀𝑜𝑜𝑛 | 𝑁𝑎𝑡𝑠𝑢𝑚𝑒 - 𝑒𝑝𝘩𝑒𝑚𝑒𝑟𝑎𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora