𝑐𝑎𝑡𝑜𝑟𝑐𝑒

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Mi segundo día en la enfermería. El doctor Robin había insistido en dejarme en observación, y Natsume y yo habíamos hecho un trato, él se iba a clase y yo cumplía con mi confinamiento. Aunque estaba apunto de romper con mi parte del acuerdo, pero no podía más. Estar recluida en este lugar era como no haber salido del templo jamás. Hacia unas horas que no veía a Natsume, y ya le echaba de menos. Dos días habían pasado desde que no iba a clase, y sentía que estaba desaprovechando la oportunidad que se me había dado, y no podía permitirlo. Por encima de cualquier cosa, me encontraba bien. Sabía que el doctor Robin tenía curiosidad por descubrir que fue lo que me pasó en el aula de música, pero no lo conseguiría de esta forma.

Me incorporé convencida del todo, iba marcharme. Planté los pies en el suelo y miré al frente, dispuesta a presentarme en clase, aunque Natsume estuviera allí.

—¿Ya ve vas? —miró la hora en el reloj análogico de la enfermería. —Me da a mí que es un poco pronto.

Se colocó justo delante de mí, con las manos en los bolsillos de su bata de médico y una sonrisa superficial en el rostro.

—Lo siento, doctor Robin. No aguanto más. —me alisé la falda del uniforme con las palmas de las manos. —El segundo periodo de clases está por comenzar. Me siento bien, puedo asistir. Además, no estamos avanzando nada, ¿cierto? Fuera lo que fuera aquello que pasó, no ha dejado pistas de las que tirar.

Levantó las cejas. —Cómo quieras, Cloé. Tienes razón y no tengo argumentos para rebatirlo. —rió. —Pero creo que a Natsume no le gustará que no le hagas caso y lo sabes.

Se hizo a un lado, manteniendo esa sonrisa que solía mostrar a cada momento del día. Evité entrar en el tema de Natsume puesto que me tendría que enfrentar a él en breves.

—C-Cuidese. —susurré.

—Eso debería decirte yo a ti, pero volveré a verte aquí, de eso no me cabe duda. —se carcajeó.

Preferí no añadir nada y recuperé mi maletín escolar antes de franquear la puerta de la enfermería. Caminé todo lo deprisa que pude, no me sobraba el tiempo y la clase de ciencias sobrenaturales estaría a punto de empezar. La profesora era muy estricta, y me avergonzaría ganarme una mala mirada de las suyas.

Llegué al aula aliviada de encontrarme con el griterío de los alumnos. Era buena señal, llegaba justo a tiempo. Entré en la estancia, recibiendo miradas curiosas, entre ellas, las de Erica y Shiba. Alcancé hasta mí asiento y dejé el maletín sobre el pupitre, observando el asiento vacío de Natsume.

—Mentiroso. —mascullé.

Me senté en la silla en silencio, sin esperarme que las miradas de Shiba y Erica siguieran sobre mí.

—Me tenías preocupada. —dijo ella. —Desde que llegaste, no habías faltado nunca.

—Erica, no es raro, después de todo, es amiga de Natsume. —dijo él hombre lobo.

—¿Y eso que tiene que ver? —repliqué.  —El absentismo no es contagioso, Shiba.

—Al contrario que tú estupidez. —le dijo la joven demonio. —Apártate de mí, lobo inepto, o te mataré.

—Eres muy mala  —farfulló.

El silencio se hizo presente cuando la profesora cerró la puerta con fuerza. Subió sobre la tarima con sus zapatos taconeando sobre la madera. Se sorprendió cuando la puerta volvió a abrirse, alguien llegaba tarde. Esas miradas asesinas que tenía fama de regalar no tardaron en aparecer, pero claro, eso a Natsume le daba igual.

𝑀𝑜𝑜𝑛 | 𝑁𝑎𝑡𝑠𝑢𝑚𝑒 - 𝑒𝑝𝘩𝑒𝑚𝑒𝑟𝑎𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora