𝑠𝑒𝑖𝑠

780 116 27
                                    

Me había costado tomar una decisión bajo la atenta mirada de Natsume. Afortunadamente, sus miradas confusas no tenían efecto sobre mí. Al menos, no si me centraba en evitarlas. Susurré un sí que pareció satisfacer tanto al doctor como al alumno.

Natsume miraba hacia otro lado, pero cuando sus ojos no podían evitar buscar a los míos descubría alivio en ellos. ¿Por qué? ¿Por qué se comportaba de esa manera? No, más bien, ¿por qué sentía de esa manera? Contrariado, como si no supiera como reaccionar ante las cosas que sucedían.

Nos quedamos en silencio mientras el doctor Robin pensaba. A juzgar por su expresión, no esperaba para nada que aceptara asistir a la escuela Alderic. De haber sido así, habría convocado a Natsume para nada, porque inmediatamente se giró para él, y le pidió que hiciera conmigo un recorrido por el campus. Quería que fuera mi guía porque había sido la única persona-aparte de él-con la que había interactuado dentro de la escuela. Decía que familiarizarme con el entorno me haría dejar de destacar, o al menos dejar de mirar con un evidente interés cada cosa que me rodeaba.

Desgraciadamente para Robin, no iba a ser fácil. Tan pronto como la petición le escapó de los labios, Natsume se negó. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, se negó categóricamente, como si le estuviera pidiendo ahorcar a alguien.

Un terco, eso era. Un maleducado y un desalmado, y aún así, cada vez que le miraba al rostro sentía como a mi corazón le daba un vuelco. Las imágenes de aquella extraña visión se repetían una y otra vez en mi cabeza, el corazón me latía con fuerza y sentía mariposas en el estómago.

Me levanté, decida a terminar con la discusión entre esos dos, y también, a terminar con estas sensaciones que Natsume me provocaba. No necesitaba un guía, tenía la extraña sensación de conocer el lugar. Sus largos pasillos, sus lámparas vintage y los grandes ventanales por los que durante el día se colaba la luz del sol, y por la noche la de la luna. Lo único que necesitaba era un mapa y la tranquilidad de poder recorrer cada rincón de la escuela sin meterme en problemas.

—Espera Cloé, aún no puedes irte.

—Disculpe que le diga esto, doctor Robin, pero no necesito un guía, y menos aún si el mismo no quiere hacerlo. —pronuncié, con tono de reproche. —Me crea o no, no me resulta tan difícil situarme en el edificio. Creo que tengo buena orientación.

—Aún así. —dijo él, mirando a Natsume. —Alguien debe enseñarte por donde no puedes ir. No se permite a los estudiantes vagar por todos los lugares de la escuela.

Me obligué a cerrar el pico desde que no tenía ningún argumento para rebatir lo que había dicho.

—Lo haré. —dijo finalmente, sin cambiar en absoluto su semblante serio. —No queremos que termine entrando en el sótano del cerbero, ¿verdad?

Las comisuras de sus labios se extendieron. Le miré con sorpresa. ¿Volvía a preocuparse por mi de repente?

—Cuando sientas más confianza en este lugar hablaremos, mejor si es antes de que te reúnas con el director.

Por la expresión de Natsume supe que era consciente de que algo se le estaba escapando. No obstante, parecía no interesarle lo suficiente puesto que no hizo ninguna pregunta. Lo prefería sí, cuanto menos personas supieran de mi condición, mejor. No era agradable tener la sospecha de ser... una de ellas.

—Ah, Cloé, si quieres un consejo... No hables así de las sirenas en público. Sé que no tienes miedo, pero te traerá consecuencias. —dictaminó el doctor.

Asentí sin entenderlo muy bien, pero le haría caso. Hasta la fecha, todos los consejos del señor Robin habían sido buenos para mí.

—Vamos, no te quedes ahí.

𝑀𝑜𝑜𝑛 | 𝑁𝑎𝑡𝑠𝑢𝑚𝑒 - 𝑒𝑝𝘩𝑒𝑚𝑒𝑟𝑎𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora