Sur de Italia
Sofía galopaba lo más rápido posible camino al Palacete Benelli. Tenía que ver con sus propios ojos lo que le habían contado. No permitió que los sentimientos la dominaran. Ya no era una niña, ni aquella mujer inocente que había vivido aislada del mundo hasta hace un año. Apretó los dientes y sacudió las riendas más fuerte para que el caballo corriera más.
Había intentado comunicarse con Aldebaran y Teneo pero todavía no había conseguido proyectar su cosmo a tanta distancia.
En la distancia ya se veía las torres del Palacio. Una nube de humo se alcanza por encima de una de las torres. Espoleó más fuerte al caballo. Al pasar por las puertas de hierro del palacio, vio cuerpos cubiertos de sangre tirados por el camino y algunos habían sido empalados sobre estacas.
A lo lejos vio el reflejo de algo dorado. Se bajó del caballo, el cual se desplomó muerto de agotamiento, corrió hacia dónde había visto el reflejo. «No, por favor... Noooo» En el suelo yacía Teneo. Dudó en tocarlo para ver si respiraba. «A la mierda, si no hago algo va a morir igual». Acercó su rostro a su cara para sentir su respiración. Ésta era débil, pero ahí estaba. Le sacó la armadura para ver por dónde se estaba desangrando. Una larga incisión atravesaba su abdomen. No tenía mucho tiempo. Cogió agua del estanque, rasgó su camisa y limpió la herida. Rompió una barra de metal de una barandilla y la acercó a los restos de las llamas que todavía no se habían extinguido. Inhalando profundamente puso la barra al rojo vivo en el abdomen del joven. Teneo gritó de dolor y el olor a carne quemada la hizo girarse y vomitar.
Cuando se recompuso, cogió en brazos a Teneo y lo llevó a una de las habitaciones. Recorrió el palacete pero no vio a nadie, sólo cadáveres. Corrió llamando a su hermana y a Aldebaran pero no había rastro de ellos.
Regresó donde se encontraba Teneo. Ahí no estaban seguros, quién hubiese hecho eso podía volver de nuevo. Cogió la caja de Pandora con la armadura de Tauro, agarró a Teneo y apoyándolo sobre ella se dirigió al camino. Teneo intentaba caminar para no ser un peso muerto para su amiga. Llevaban varias horas caminando, Teneo no podía más. -Sofía, necesito descansar. - Sofía lo apoyó contra un árbol con cuidado.
Teneo cayó inconsciente, no podía dejarlo ahí, estaban muy expuestos al lado del camino. Cogiéndolo en brazos con su armadura a las espaldas y la suya propia bajo por una pendiente que les ocultaba del camino.
Cubrió la armadura dorada con ramas para que no se viese desde el camino; y asegurándose de que Teneo se encontraban bien subió la pendiente. A lo lejos se oían los cascos de caballos galopando hacia su dirección. Ella maldijo su mala suerte.
Tres enormes caballos negros aparecieron en su campo de visión. Montados sobre ellos, tres hombres con armaduras oscuras espoleaban a los caballos. Ella decidió salir al camino, si les seguían no se detendrían hasta encontrarles, mejor acabar cuanto antes.
Los hombres detuvieron sus monturas al ver a la mujer con su reluciente armadura de plata en mitad del camino. Bajaron a la par de los caballos y se acercaron a ella.
-Por fin te encontramos. - La voz del que había hablado era sospechosamente suave. Sofía se puso en alerta. «¿Que demonios significaba eso?» -¿Dónde has escondido al toro?-El más alto se rió al decir aquello.
El de enmedio dio un paso al frente dejando a los otros dos tras él. Se quitó el casco y el rostro que vió le congeló el alma. Se acercó a ella y acarició su mejilla. -Me prometiste no separarte jamás de mí. - Sofía miraba fijamente el rostro de su padre.
-¿Cómo es posible?- Cayó de rodillas. Su padre la abrazó. Los otros dos miraban alrededor, seguramente intentando ver dónde podía estar Teneo. Tenía que alejarlos de él. Empujó a su padre y echó a correr a través del bosque que había al otro lado del camino. Oía los relinchos de los caballos a sus espaldas. Un claro se abrió ante ella, no había salida. El claro acababa sobre un acantilado.
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Más allá del tiempo [Saint Seiya: TLC] [FINALIZADO] #FL2020
Fanfic50 años después de la Guerra Santa... Los caballeros de oro del S. XVIII han resucitado, desconocen el motivo, pero no pararan en su empeño de defender y proteger a la humanidad tal y como Atenea siempre ha deseado. Sofía intentará por todos los med...