Cap. 5: Promesas

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Aspros miraba tristemente la puerta de la granja donde todavía estaban Sísifo y Sofía. No podía borrar la imagen de ellos dos juntos. El granjero estaba preparando los caballos, prefería mantenerse alejado de aquel hombre con mirada asesina y puños cerrados.

Sísifo no tuvo tiempo de reaccionar, un puño se estrelló contra su mandíbula haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo. —No te levantes, Sísifo, o volveré a golpearte.— Sísifo se frotó la mandíbula y miró en dirección a Aspros. Podía entender que Aspros estuviera disgustado, pero no semejante violencia contra él. —Sofía, necesito hablar con Sísifo. Esperanos aquí. — Aspros agarró de la camisa a Sísifo y desaparecieron por un portal dimensional que se había abierto ante ellos.

Sofía había visto la escena entre Sísifo y Aspros y había enmudecido. Realmente Aspros la había asustado. No entendía porqué pero se le formó un nudo en el estómago y la cabeza le daba vueltas. Las lágrimas empezaron a brotar, mojando su blusa y manga.

La granjera la hizo entrar de nuevo en la casa y la sentó en una silla mientras preparaba una infusión de hierbas. —Tomalo chiquilla, te encontrarás mejor después.—

*En otra dimensión*

Sísifo miró alrededor, un vasto prado verde se extendía a sus pies. Aspros le miraba fijamente apoyado en el tronco del único árbol que había, un almendro con sus flores blancas y rosas.

—No quiero saber el motivo por el que lo has hecho. Sólo voy a recordarte tu responsabilidad para con ella. — Aspros suspiró. Normalmente era Sísifo el que le reprendía a él y no al revés. — Prometiste a Aldebaran que la llevarías sana y salva a su casa. Le prometiste que cuidarías de ella. En cuanto nos distraemos, te pones a seducir a la virgen. Virgen que es la cuñada y hermana ahora de nuestro mejor amigo Aldebaran. — Sísifo miraba fijamente a Aspros. —Tienes razón, no sé qué se me pasó por la cabeza. No volverá a ocurrir. Lo prometo. ¿Por qué has venido?

Aspros ayudó a levantarse a su amigo. —Anoche tu cosmo desapareció. Nos preocupó que os hubiera sucedido algo.— Sísifo le relató los acontecimientos del día anterior, omitiendo los detalles más íntimos de Sofía y él. —Ja ja ja, ya veo. Esa es tu forma de agradecer a una mujer que te haya salvado la vida. —Aspros rió, pero su sonrisa no llego a sus ojos. Quería a Sísifo, habían vivido momentos felices y tristes. Pero a pesar de todo, su amistad lo había soportado. No iba a romper la promesa que se hicieron por una bella mujer de cabellos rojizos y ojos turquesas. Su amistad estaba por encima de todo.

—¿Qué quieres hacer? ¿Vuelves al santuario o sigues el viaje con nosotros? —Aspros abrió el portal dimensional y cogiendo a Sísifo, con sonrisa socarrona, le respondió: —Adivina.

***

Sofía levantó la vista al ver entrar a los dos hombres en la habitación. Al parecer los dos seguían de una pieza y suspiró aliviada.

Aspros dejó una bolsa con monedas para el matrimonio como agradecimiento por su hospitalidad. Sujetó a Sofía de la cintura y abrió un portal dimensional. Sísifo antes de cruzarlo les dijo al matrimonio que podían quedarse con los caballos. El matrimonio todavía en shock agradeció los caballos y el dinero.

Sofía rodeó con fuerza la cintura de Aspros. Aquello daba vueltas y temía soltarse y perderse entre ese abismo de estrellas. Su padre le había contado historias sobre unos Caballeros con armaduras de oro que habían jurado lealtad a la diosa de la Guerra, Atenea. La cual odiaba la guerra y no permitía que sus caballeros usasen armas. Sólo su fuerza física y el poder del cosmo.

Cuando finalmente sus pies tocaron tierra firme se separó de Aspros como si del mismo diablo se tratara. —¡¿Quién demonios sois vosotros?! — Aspros y Sísifo recordaron que no todo el mundo sabía de la existencia de los Caballeros de Atenea o de los dioses. Habían pasado cincuenta años desde que ellos, los últimos caballeros de oro habían habitado la Tierra.

Sofía no se paró a escucharles. En cuanto se dio cuenta que estaba en la ladera de su casa echó a correr y entro rápidamente en la casa. Corrió al piso de arriba y entró en el dormitorio de su padre. Alcanzó su espada y la empuñó dispuesta a hacer frente a esos hombres, en los que había puesto su vida hasta minutos antes. Un terrible pensamiento cruzó por su mente... «HERMANA». Tenía que deshacerse de ellos e ir en busca de Aitana.

Sísifo y Aspros se miraron preocupados, lo que no se esperaban es que una mujer les atacase con una doble espada. Aspros esquivó fácilmente el ataque de la joven, mientras Sísifo trataba de desarmarla. Los dos se sorprendieron de la agilidad y velocidad de la mujer. Ella esquivaba los intentos de Sísifo de quitarle la espada mientras se lanzaba contra Aspros.

Aspros no quería usar su cosmo contra ella, sin armadura la destrozaría. Sísifo la miraba pensando lo mismo. Los dos se miraron. Tenían que atacarla y derribarla a la vez. No quedaba otra opción, si no querían lastimarla.

En cuanto ella se lanzó contra ellos, se prepararon para derribarla. Pero Sofía golpeó con todas sus fuerzas a Sísifo en el lugar de la puñalada, lo cual hizo que la costura se rasgase y empezase a perder mucha sangre. Aspros por unos segundos miró a su amigo herido y ese fue su error. Sofía aprovechó y le golpeó con  la espada en el pecho dejando una herida abierta de un palmo. Aspros gimió de dolor y cayó contra el suelo.

—No os levantéis o os atravesaré con mi espada.— Los jóvenes no fueron capaces de moverse y perdieron el conocimiento.

Sofía los miró sin remordimiento alguno. Su padre le había enseñado que no tenía que tener piedad con el enemigo. Dejando la espada a un lado, agarró con cada mano a cada uno de los hombres y los arrastró hacia la casa. Curó sus heridas y los metió en sendas camas de la habitación de invitados. Echó un vistazo a los cuerpos de los dos hombres acostados y cerró la puerta con llave. Salió al exterior a por la espada de su padre, la cual seguía en el mismo sitio donde la dejó caer.

Sin volver la vista atrás, empuñando la espada doble empezó a correr en busca de su hermana, ella era lo único que le quedaba en la vida.

*Días después...*

Sísifo despertó y trató de levantarse pero una mano le empujó de nuevo sobre la cama. —No te levantes aún, estás muy débil. Sin el cosmo de Atenea nuestras heridas sanan al mismo ritmo que el resto de los humanos. Has perdido mucha sangre.

Sísifo trató de enfocar la vista. Shion le sonrió. —Me alegra ver que has despertado, amigo. — Sísifo se dio cuenta que estaba en su casa, en la casa de Sagitario. «¡Aspros!».

— Aspros está bien, su herida ha cicatrizado bien. No tienes que preocuparte por él. En cuanto recuperó la consciencia, abrió un portal y os trajo de vuelta al Santuario. —Shion miraba el cielo a través de los ventanales de la habitación de Sísifo. — Nos contó lo sucedido. — Sísifo miró interrogante a Shion. — y.... ¿bien? ¿Qué ha sucedido?

— Acudimos a Italia, ella acababa de presentarse en el Palacete Benelli. Fue difícil hablar con ella, tuvo que ser necesaria la ayuda de Asmita. Pero después de comprobar que su hermana estaba bien, fue capaz de escuchar lo que teníamos que decirle.

Sísifo miró con preocupación a Shion. — Tranquilo, ella ya conoce la historia del Santuario. Dègel estuvo varios días dándole clases de mitología griega. Se siente muy arrepentida por atacaros. Aunque Asmita dice que se ha encerrado en sí misma y no quiere hablar con nadie.

Sísifo intentó levantarse de nuevo. —Tengo que hablar con ella. Por favor Shion llévame a Italia.—Shion movió la cabeza preocupado. Estaba seguro de que aquello era mala idea. —No hace falta, ella se encuentra aquí, en el Santuario...

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Más allá del tiempo [Saint Seiya: TLC] [FINALIZADO] #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora