El día que besé a Tony Stark

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ESTAMOS DE CELEBRACIÓN, ¡FELIZ PRIMER ANIVERSARIO!


Nuestra última noche en la isla.

Todavía me sorprendía que el mundo hubiese podido gestionarse solo durante cuatro semanas, sin Vengadores o Agentes de S.H.I.E.L.D. para salvar el trasero de la humanidad. Habíamos hecho una gran barbacoa mientras el sol descendía en el horizonte y ahora la hoguera nos servía como única fuente de luz, además de la gran luna sobre nosotros. Con los niños ya en la cama los adultos nos entretuvimos hablando de hazañas y anécdotas del pasado.

―¿Qué tal si terminamos la noche a lo grande? ―propuso Sam.

Hope le miró interesada.

―¿Cómo?

―¿Recordáis la fiesta en el invernadero? ―alzó las cejas de forma sugerente.

―Como para olvidarla ―Tony soltó una carcajada.

―Me sigo recuperando de esa borrachera ―dijo Scott.

Bobbi negó con la cabeza de forma teatral.

―Y yo no me veo capacitada para subirme mañana a un jet rozando el coma etílico.

Estábamos sentados rodeando la hoguera, sobre hamacas y sillas que habíamos colocado en círculo. Yo compartía una con Steve, sentada entre sus piernas y con la espalda apoyada en su pecho. Al principio había sido todo un show para nuestros amigos vernos interactuar como pareja, pero ya empezaban a relajarse. Menos Tony, él nunca iba a parar.

―Esa noche se nos fue un poco de las manos ―admitió Clint.

Wanda le miró incrédulo.

―¿Sí? ¿Tú crees?

―Todavía no me puedo creer que me perdiese esa fiesta ―gruñó Thor―. Lo digno seria hacer otra ahora, como dicen Sam.

Steve habló desde mi espalda.

―Yo no me dejo liar otra vez.

―Pues bien que te dejaste liar esa noche ―Hill nos miró con cara pícara―, porque, ¿dónde dices que dormite tú exactamente?

Alce la mano.

―En mi cama.

Una carcajada colectiva calló el sonido de las olas y Steve me mordió el hombro en venganza.

―Sigo sin comprender como lo vuestro pasó desapercibido por todos nosotros ―dijo Melinda con intriga.

―Yo lo sabía ―comentó Bucky.

―Y yo mucho antes que él ―añadió María mirándole con una mueca de superioridad que les hizo compartir una carcajada.

Laura, entre los brazos de Clint, sonrió.

―Y yo lo hubiese sabido si hubiese vivido en el complejo.

No lo dudaba.

―Lo escondisteis bien ―dijo Rhodey.

―En realidad... ―me iba a ganar otro mordisco por esto― Scott y Sam, ¿vosotros recordáis la mañana que entrasteis en los vestuarios hablando de hormigas antes de ir a probar los nuevos trajes de Tony?

―¿Cómo sabes tú eso? ―preguntó Scott― Si en la ducha estaba Steve.

Moví las cejas de forma sugerente y Steve me mordió nuevamente, haciéndome pegar un pequeño saltito.

―Te estás pasando, Romanoff ―susurró―. Ya verás cuando nos quedemos solos.

Deseándolo que estaba.

Guerra y pasión || RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora