Prólogo

14.8K 623 228
                                    

Esta historia está dedicada a Natasha Romanoff, no a la mía, ni a la de los cómics, sino a la Natasha Romanoff de las películas, cuya historia todos hemos acompañado hasta 'Avengers: Endgame'. 

Gracias por todo lo que has hecho por las millones de personas que se han convertido en tus fans. Siempre estaremos muy orgullosos de tí. Te queremos tres mil.


La nevera estaba vacía, igual que los armarios. No había nada para comer.

―Como siempre... ―murmuré para mí misma.

¿Cómo iba a haber comida? Me pasaba más tiempo fuera de casa que en ella. Cualquier otra persona habría recolectado provisiones para unos pocos años y se habría escondido en los confines de la tierra... pero yo era Natasha Romanoff, y no iba a esconderme porque el gobierno estuviese buscándome. Había sobrevivido a la Sala Roja y al KGB. Peor que eso no había nada.

Me puse la chaqueta, cogí las llaves y salí a la calle.

¿Misión? Conseguir comida.

Gracias al maravilloso clima invernal de Nueva York podía salir a la calle con mayor facilidad. La lluvia obligaba a todos los neoyorquinos a taparse con capuchas y paraguas, haciéndome pasar inadvertida. No es que necesitase esta protección extra; años y años de misiones encubiertas me habían enseñado a moverme sin ser vista, a solo ser localizada cuando yo quisiese, a controlar mi entorno como si estuviese mimetizada con él. Pero aun así, me gustaba poder pasear libremente por la calle de vez en cuando.

Llegué al supermercado, que tan solo estaba a un par de calles de mi apartamento, y llené la cesta con rapidez: café, bebidas energéticas, cereales, huevos, patatas, pizzas, pasta, ensaladas ya preparadas, helado, galletas, sopas instantáneas, patatas fritas, fruta, pan, queso y algo de carne. Con eso debía de aguantar por lo menos un par de semanas sin problemas.

Ay... como echaba de menos la buena comida de la Base, calentita y casera. Que no es que yo no supiese cocinar, es que no tenía tiempo para hacer platos elaborados. Así que mejor decantarse por el mundo de la comida basura, total, una de las ventajas del suero que me rondaba las venas era mi rápido metabolismo.

Pagué mi compra en las cajas automáticas, agarré las bolsas y volví al bullicio que eran las calles de Nueva York. Pronto necesitaría hacer una visita a una de mis tantas cajas fuertes bancarias o me quedaría sin dinero en efectivo, y eso sí que sería un gran problema. La regla número uno de los fugitivos era no dejar rastros que pudiesen relacionarse con uno mismo, así que las tarjetas de crédito o las transferencias bancarias estaban prohibidas. Y la principal cuenta a mi nombre y todas las de los Vengadores estaban congeladas, así que ninguno podíamos acceder a ellas. Esperaba que para los demás no hubiese supuesto un problema.

En mi caso tenía varias cuentas bancarias repartidas por el mundo, con diversas identidades y, por si fuera poco, Tony me había hecho llegar unos meses atrás los datos de una nueva cuenta, con dinero y propiedades suficientes como para desaparecer todo lo que me quedaba de vida y disfrutar de lujos por todo lo alto. Esperaba que hubiese hecho lo mismo con los demás Vengadores, porque esto era principalmente su culpa.


Entré en casa, activé la alarma y la vigilancia del perímetro y empecé a colocar la compra.

Los Vengadores...

¿Qué quedaba de nosotros?

Un año y medio atrás éramos una familia, ahora ni siquiera éramos algo. Bruce seguía desaparecido y hacía tiempo que habíamos desistido en su busca, porque era imposible encontrarle. Thor hacía meses que no pisaba la Tierra, demasiado ocupado lidiando con problemas en Asgard. Tony, Vision y Rhodey eran los únicos que no estaban siendo buscados por el gobierno estadounidense y, por lo que sabía, habían trasladado la antigua Base de los Vengadores a un asentamiento en el norte, donde seguían trabajando y velando por la seguridad de la Tierra. Clint había vuelto a la granja con Laura y los niños, esta vez acompañados por Wanda; de vez en cuando ellos me llamaban pasar saber cómo estaba y yo les hacía una visita si podía. Era con el único que mantenía un contacto más regular. Steve, Sam, Bucky (quien había vuelto de Wakanda) y Scott estaban dispersos por el Estado, pero sabía que mantenían una base fija, donde se encontraban a menudo. Lo sabía porque yo también conocía la localización de esa base y era bienvenida, pero nunca me había acercado a ella. Por supuesto que los había visto a todos varias veces a lo largo del último año y medio, pero no habíamos vuelto a trabajar juntos. Estaba demasiado ocupada trabajando encubiertamente con Furia y Hill, acabando con los vestigios de HYDRA y reconstruyendo S.H.I.E.L.D. desde los cimientos.

Pero había algo que nos mantenía unidos, a todos.

En el bolsillo interno de mi chaqueta había un teléfono, con un único número grabado, el único número que tenía que marcar si necesitaba ayuda, el único número que sonaría si me necesitaban.

Solo tenía que sonar, y todos acudiríamos a la llamada.


28 de abril de 2019

Guerra y pasión || RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora