—Anda Alberto ¡estás aquí! Mario se estaba preguntando dónde te habrías metido. —dice Paula entrando por la puerta con un montón de bolsas. —Siento el retraso Isma, he ido a la modista para empezar con el vestido de novia y se nos ha ido el tiempo.
—No te preocupes —contesta Ismael a gritos desde la cocina —Llevo una mañana muy tranquila.
—¿Alguna novedad? ¿Algo interesante?
—Nada —dice Alberto —he quedado más tarde con la administradora de fincas para que me ponga al día de las inspecciones del edificio. Hasta entonces estoy hablando con un amigo arquitecto que tengo, pero nada interesante.
—Bueno, eso de nada interesante... Paula ¿a que no sabes quien ha venido esta mañana a tomar café? —dice Ismael saliendo de la cocina y sonriéndole con toda la intención a Alberto, que le hace gestos para que se calle.
—Sorpréndeme —dice la chica.
—Víctor, el modelo.
—¡Uy! ¿Otra vez? ¡Qué pesado! ¿Sigue esperando una segunda cita Isma? Le debiste dejar un muy buen sabor de boca —ríe Paula.
—Al que le ha dejado un muy buen sabor de boca es a tu cuñado —responde él señalando al abogado —que no le quitaba el ojo de encima. He tenido que sacar la fregona para limpiar la baba del suelo.
Alberto no se lo puede creer. Vuelve a ponerse rojo. Desde luego, este tío, además de ser un indiscreto, está como una cabra.
—¡Eso no es verdad! —protesta.
Paula, temiendo que su cuñado se vuelva a enfadar como el día anterior, decide no seguirle el juego a su amigo.
—Bueno, la verdad es que el chaval es bastante mono, pero tiene menos luces que una patera. Seguro que Alberto tiene mejor gusto.
—Ay chica, es que no todos podemos acostarnos todas las noches con Mario, el hombre perfecto. Algunos nos tenemos que conformar con saciar nuestra sed cabalgando de vez en cuando a algún rudo vaquero con pocas luces pero gran polla.
Paula ríe y Alberto, que no está nada acostumbrado a que se hable de falos ajenos con tanta ligereza, no sabe donde meterse.
—Que quede claro que yo no busco cabalgar a ningún vaquero con ninguna gran polla —se excusa.
—No claro, tú te has quedado embobado mirándole el culo a Víctor por la buena tela que gasta en los pantalones. Mira Paula, igual tu cuñado te puede echar una mano con el vestido. —bromea el chico.
Paula finge estar ordenando vasos para que Alberto no la vea reírse, pero este está demasiado ocupado esperando a que se lo trague la tierra. Parece que Ismael siempre sabe exactamente qué hacer para incomodarle.
—¿Tú siempre eres así de directo? —le pregunta.
—¿Y a tí siempre es tan fácil ponerte nervioso? — le responde él con una sonrisa que hace que a Alberto le empiecen a sudar las manos. —Que no te de vergüenza. Paula ahora se calla porque estás tú delante, pero se pasa los días presumiendo de lo enorme que la tiene su novio.
—¡Calla! —grita la chica tirándole una bayeta húmeda que Ismael atrapa al vuelo mientras se ríe —Solo digo que como eso sea cosa de familia, igual deberíamos conocernos más a fondo tú y yo.
Alberto se pone de repente súper tenso y nervioso sin saber por qué. O bueno, sí que sabe por qué. Porque la manera en la que Ismael le ha mirado mientras decía eso, aunque haya sido solo un segundo, le ha hecho sentir un cosquilleo en el estómago que hacía meses que no sentía. No sabe si Ismael está coqueteando con él o simplemente le sale así porque es su encanto natural, pero le ha hecho sentir deseado. Y después de la racha de mierda que lleva, se siente bien.
***
—¿No le estarás tirando los tejos a mi cuñado no?
Ismael casi se atraganta con el café.
—¿Qué? ¡No! ¿A qué viene eso?
—"Como sea una cosa de familia deberíamos conocernos más a fondo tú y yo" —Paula imita la voz grave de Ismael mientras dibuja comillas en el aire con los dedos.
—¡Por favor! Sabes que era una broma. Para ver si el chaval se relaja un poco y se le sale el palo que tiene metido por el culo.
—Como sigáis siendo tan amigos le vas a meter tú otra cosa por el culo. —apostilla la chica.
—¡Ay no seas ridícula! Sabes que en ese sentido yo, de cintura para abajo, estoy muerto. —protesta el camarero.
—Poco muerto estabas cuando te liaste con Víctor. Y mi cuñado es mucho mejor partido que él.
—No me cabe ninguna duda. Pero no.
—¿Por qué no Ismael? Llevas solo mucho tiempo.
—Porque no puedo Paula. Ya lo sabes. Yo... simplemente no puedo. Lo de Víctor fue... no sé, un arrebato que me dio. Necesitaba descargar y punto. Después me tiré llorando una semana entera y me tuviste que consolar tú, así que no deberías querer que lo repita. —dibuja la sonrisa más triste que Paula ha visto en mucho tiempo.
—Yo solo quiero que seas feliz Isma. Aunque te tenga que consolar una y mil veces.
—Y soy feliz. Soy feliz aquí, contigo, en nuestra cafetería. Soy feliz con Lucía y con Mario, con mis amigos. No soy todo lo feliz que he llegado a ser, es cierto, pero quizás todos tenemos un cupo de felicidad y simplemente yo lo gasté demasiado rápido. Porque antes yo era tan feliz Paula, que no tocaba con los pies el suelo. Me duró poco, pero mereció la pena.
—¡Pero puedes volver a sentirte así de bien Ismael!
—Claro que no —suspira el chico —La mayoría de la gente pasa toda su vida sin sentirse así de vivo. Yo ya lo tuve una vez. ¿Qué te hace pensar que volveré a tener tanta suerte?
—El hecho de que te lo mereces. Eres la mejor persona que conozco y has sufrido tanto que sé que si alguien en el mundo merece doble ración de un amor de película eres tú.
—Bueno, tu siempre fuiste la más positiva de los dos. —el camarero se encoge de hombros.
—Pero te gusta Alberto ¿no es así?
—¡No sé de dónde te sacas eso! No me gusta tu cuñado. Solo intentaba ser simpático.
—Es mono.
—No está mal —admite Ismael —Si te gustan los tíos engominados y siesos. No es mi tipo. Para nada.
—Claro —Paula asiente con la cabeza mientras le mira con una ceja levantada —No me creo nada —concluye al final.
—Pues no te lo creas. Pero deja ya el papel de celestina ¿vale? Céntrate en tu boda. Y en salvar "Sweet Home", si es que aún nos queda alguna oportunidad.
—Obvio que sí. Lo conseguiremos. De eso no me cabe ninguna duda. Tenemos al mejor abogado.
—Sí, suerte que trabaja pro bono, porque miedo me daría preguntarle sus tarifas.
Ismael y Paula ríen a coro y el teléfono de ella empieza a sonar. Responde al tercer toque con su voz cantarina, pero pronto su cara se tiñe de una mueca de preocupación mientras escucha lo que le cuentan al otro lado del teléfono. Ismael le pregunta por gestos si está todo bien pero la chica parece haberse quedado petrificada.
—¡Ay la virgen! —exclama al colgar —¡que se me ha inundado la casa!
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Empezar de cero: Una historia de amor gay
ChickLit¿Qué hacer cuando lo has perdido todo? Alberto creía tener la vida perfecta: un trabajo que le gustaba, una reputación como abogado de éxito y un hombre a su lado con el que pensaba pasar el resto de su vida. Pero cuando su prometido le deja para ca...