1- Huir

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 El barullo de la gente pone de los nervios a Alberto. Intenta concentrarse en el rítmico pitido de las máquinas canceladoras para pasar el rato. Mira el reloj. Hace exactamente tres horas que no llora. Un nuevo récord. "Aguanta macho. Que estás en público" se dice a sí mismo.

La cola de la taquilla avanza lenta. El chico cambia de una mano a otra la bolsa de viaje en la que guarda la poca ropa que tiene. Menos el traje que lleva puesto, todo lo demás tiene todavía la etiqueta puesta. Recuerda que ni siquiera tiene un cepillo de dientes y hace una nota mental para ir a comprarlo antes de subir al tren.

¡Maldita su suerte! Salió tan rápido de la casa que compartía con Héctor cuando este le dio... la noticia, que ni siquiera tuvo tiempo de coger unos calzoncillos de repuesto. Se marchó con la ropa que llevaba y sin soltar siquiera el maletín con el ordenador portátil. Lleva dos semanas llorando y durmiendo en la cama de un hotel. Cuando esta mañana el encargado de la recepción ha mandado a un botones para ver si se encontraba bien, ha pensado que tenía que hacer algo. Lo que sea. Lo bueno de no llevar nada encima es que ha podido pagar y dejar la habitación de la misma. Ha cogido un taxi para ir a la estación de tren con una sola idea en mente: huir. En una tienda cutre de la propia estación ha comprado la bolsa de viaje, tres camisas, cinco calzoncillos, cinco pares de calcetines y dos pantalones. En la tienda de al lado, unas deportivas de color azul oscuro.

La cola sigue avanzando. Llega su turno y le atiende una chica joven y pecosa. Tiene una cara graciosa y le sonríe ampliamente.

—Buenos días ¿En qué puedo ayudarle?

—Buenos días. Quería un billete, por favor.

—¿A dónde?

¡Mierda! Eso no lo había pensado. Mira la pantalla de salidas y ve un nombre familiar. Sale en quince minutos. Perfecto.

—A Olman.

Empezar de cero: Una historia de amor gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora