4- Abogado pro bono

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—¿Ya se te ha pasado el enfado? —pregunta Mario a su hermano al día siguiente mientras le sirve el desayuno.

—Perdona por la escenita. Estaba... estoy un poco alterado con el tema. Sabes que no me gusta ser el centro del cotilleo.

—No eres el centro de nada hermanito. Paula solo se lo contó a su hija porque...

—Y al camarero. —añade Alberto mientras se sirve un café con leche.

—¿Qué?

—Se lo contó, que sepamos, a su hija y a ese camarero cotilla de la cafetería. —especifica Alberto como si fuese la mayor obviedad del mundo. —Eso que nos hayamos enterado, porque...

—Basta. —le interrumpe Mario — Ismael no es un "camarero" cualquiera. Es el socio de Paula y ella lo adora como si fuese su hermano. Así que tendría cuidado con decir nada negativo de él.

—No he dicho nada malo. Solo he constatado la verdad: tu futura mujer y su amigo son un par de chismosos que seguramente se lo habrán pasado en grande destripando mi relación y las razones por las que Héctor me dejo.

—Héctor te dejó porque es un imbécil. Punto. Y mi futura mujer, como tú dices, no es ninguna chismosa. Ni tampoco Ismael. De echo, es un tío de puta madre. Seguro que los dos te caerían genial si dejases de sentir pena por ti mismo y te abrieses al mundo.

—¿Yo siento pena por mi mismo? —se indigna Alberto.

—Sí, por supuesto que sí —afirma Mario. —De echo no haces otra cosa. Te pasas todo el día en casa, triste, cabizbajo, sumido en tus pensamientos. Eso cuando no te enfadas y me montas un pollo por la primera chorrada que se te ocurre.

—¡Eres increíble! —exclama Alberto —Ni siquiera estás intentando entenderme. Tú y tu perfecto mundo de gente super guay y súper feliz no tenéis ni idea de lo que es que la persona que te ha prometido amor eterno, te deje de la noche a la mañana y se case con otra. Tengo derecho a estar deprimido.

—Tienes derecho a estar cómo te dé la gana, pero no asumas que los demás vivimos en un carnaval. Ismael y Paula, por ejemplo, lo están pasando muy mal. Es muy probable que les cierren la cafetería para construir un centro comercial ¿lo sabías? No, por supuesto que no, porque estás tan ensimismado con tus problemas que no te has molestado en preguntar nada acerca de ellos.

—¿Qué? ¡Pero no pueden hacer eso!

—Al parecer sí pueden. La cafetería está en un edificio muy viejo. El tío que quiere construir el centro comercial ha ofrecido dinero y algunos propietarios de la urbanización han accedido a vender sus casas, sus negocios... Muchos resisten e irán a juicio, pero pelean con alguien sin escrúpulos y con mucho dinero.

—Mala combinación.

—La peor. Pero no nos rendiremos sin luchar. No les conoces y el empresario del centro comercial tampoco. Paula e Ismael son tercos como mulas y esa cafetería es su vida.

—¿Por qué no la venden, cogen el dinero y empiezan en otro pueblo? ¿O en la ciudad? Un edificio más moderno, en una zona mejor...

—"Sweet Home" es su casa, han luchado mucho por sacarla adelante y tienen clientes fijos desde hace años. Además, el edificio antiguo, con sus vigas de madera, es gran parte del encanto del local. Significa mucho para ellos.

—Ya veo. Bueno, espero que tengan suerte.

—Sabes que no creo en la suerte. En cambio sí que creo en los buenos abogados. Como tú.

—¿Cómo yo? No sé qué quieres que haga yo. —Alberto sacude la cabeza.

—Ya no trabajas en el bufete ¿no?

Empezar de cero: Una historia de amor gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora