22- Visitas nocturnas

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"TOC, TOC"

—¡Va!

"Rinn, riiiingggg"

—¡Qué va! ¡Dios Santo! ¿Qué pasa?

Alberto abre la puerta de la casa de un tirón para encontrarse con Ismael riéndose al otro lado.

—¡Perdona! ¡Perdona! Solo quería chincharte un poco. —le dice.

Alberto le mira con cara de pocos amigos.

—¿Qué pasa? ¿Estás gracioso? —pregunta.

—Un poco. ¿Tú? ¿No? Vale. ¿Puedo pasar o me vas a dejar en el descansillo? —pregunta poniendo cara de pena.

—Pasa anda, pasa. —dice, apartándose de la puerta.

—Vengo a usar la táctica Margarita. —dice el hostelero entrando al vestíbulo.

—¿La qué? —inquiere el otro con desconfianza en la voz.

—Que vengo a pedirte perdón. Siento lo que le dije a Héctor. Tienes razón, no tenía ningún derecho.

—No tenías, no.

—Si quieres hablo con Héctor y se lo explico.

—¡Ni de coña! Es un imbécil integral.

—¡Te lo dije!

—Si, bueno. Supongo que los dos teníamos razón en algo.

—¿Entonces? ¿Os habéis visto?

—Sí. No fue bien. Le acabé diciendo que tú y yo íbamos a tener sexo hasta que se me olvidase cómo pude estar con él.

—¿Ves? ¡Es que te saca de quicio! Es lo que me pasó a mí. No sé cómo has podido aguantarle tantos años.

—Es un imbécil ¿no?

—Integral.

—Y ni siquiera está tan bueno.

—No es mi tipo, no. —asiente Ismael.

—¡Joder soy patético! —exclama desplomándose en una silla.

—¿Qué? ¡No! ¿Cómo podemos estar insultando al idiota de tu ex y que te acabes fustigando tú?

—Porque no puedo creer que estuviese tan colado por él. ¡Es lo peor!

—Te tenía engañado. Nos ha pasado a todos. Perdónate.

—Cuando me dejo, me tiré dos semanas en un hotel sin ducharme ni cambiarme de calzoncillos.

—Eso es asqueroso —afirma Ismael —Vamos levántate. ¡Arriba!

Alberto coge la mano que el otro le tiende para ponerse en pie.

—Entonces ya no estás enfadado conmigo ¿no?

—No. Hoy ya no. Ayer me encontré con Víctor después de estar hablando con Héctor. ¿Le dijiste tú que se acostase conmigo?

—No. Lo del trío fue idea suya.

—Lo sé. Pero él con quién quería acostarse es contigo. Me dijo que tú solo aceptaste a estar con él si me incluíais a mi en el pack.

Ismael se encoge de hombros.

—¿Estás enfadado?

—¿La verdad? Cuando me lo dijo sí me cabreé. Después pensé que en mi puta vida había estado con alguien que estuviese así de bueno. Así que supongo que en vez de enfadarme, debería agradecértelo.

—Bueno, de nada —sonríe Ismael.

—¡Ese sí que es un dios griego! ¡Está como un queso!

—Sí.

—¡Y qué culo!

—¡Oye! Que en esa cama también estaba yo. A ver si me voy a poner celoso. —ríe el camarero.

—Sabes que no tienes motivos.

—Lo pasamos bien ¿no?

—Fue una pasada. Deberíamos repetir —propone Alberto.

—¿Te refieres a los tres? ¿Con Víctor?

—O sin Víctor. —Alberto baja la mirada tímido—Yo... me lo pasé muy bien contigo. Me vino muy bien para quitarme las telarañas.

Ismael nota cómo se le suben los colores y se fustiga por dentro. Odia ponerse rojo.

—Pues, si te vino bien, ya repetiremos. Yo me sacrifico por un amigo.

—¿A sí? ¿Te sacrificas? —sonríe el abogado, dando un paso para acercarse más a Ismael —No me pareció que te costase mucho la otra noche ¿eh?

—Hombre, mucho, mucho... Todos pusimos de nuestra parte. —responde mientras intenta no hacer caso al hecho de que la proximidad con el chico le está poniendo muy nervioso.

—Tú pusiste muchísimo de la tuya —dice Alberto acercándose todavía más. Ahora Ismael puede oler sin problemas su fresco aliento a menta y, sin pensarlo, se relame los labios. Al abogado no se le escapa el gesto y se inclina confiado hacia Ismael y abre ligeramente la boca. Sus labios están a pocos centímetros y sus corazones laten desbocados.

—Tu móvil —susurra Alberto.

—¿Qué? —pregunta Ismael, que no puede apartar su atención de los preciosos labios del otro. Están tan cerca...

—Que te está vibrando el móvil.

—¡Coño! —Ismael da un respingo, apurándose a cogerlo. Escucha atentamente lo que le dicen antes de responder.

—Vale Lucía. Tranquila. Ahora mismo voy. —dice colgando el teléfono.

—La niñera que han contratado los padres de Margarita las ha dejado tiradas. ¿Puedes creerlo? ¡Dos niñas de ocho años solas en su casa! Me tengo que ir.

—¡Espera! Te acompaño. —se ofrece Alberto e Ismael le mira con agradecimiento infinito.

Empezar de cero: Una historia de amor gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora