—¿No te importa que trabaje aquí?
—Para nada. Encima que nos estás ayudando a conservar este sitio ¡qué menos! La mejor mesa de "Sweet Home" y todo el café y tarta que quiera el caballero.
Alberto asiente y sonríe mientras abre el portátil. Ismael le ha dado vía libre y él ha elegido una mesa bastante amplia situada a pocos pasos de la barra y desde la que también se ve perfectamente la puerta. Para Alberto, que no lo reconocerá pero es un poco maniático con esas cosas, esa mesa cumple con las condiciones ideales de tamaño, luz y temperatura, no demasiado cerca de la puerta por donde entra frío, ni al lado de la barra donde el calor de los hornos esta bien para un rato pero no para trabajar durante toda la mañana. Junto a la mesa, en la pared, hay un par de enchufes en los que cargar el portátil y el móvil e incluso la silla, se madera y acolchada con un cojín rojo es ni demasiado rígida ni demasiado endeble para su gusto.
—Gracias. He llamado a la administradora de fincas y se va a pasar por aquí para darme una copia de los informes del edificio.
–Genial, yo de eso no sé nada pero si te puedo ayudar en algo... —dice Ismael — A esta hora hay pocos clientes, yo creo que podrás trabajar tranquilo.
Según dice esto, la puerta de la cafetería se abre y un hombre entra saludando "¡Hola guapo! ¿Cómo está mi camarero favorito?"
—Hablando de horas tranquilas —suspira Ismael mientras fuerza una sonrisa en dirección al cliente que acaba de entrar.
Alberto se gira hacia la puerta y sus ojos se abren en exceso. El tío que acaba de entrar está buenísimo. Demasiado incluso. Parece uno de estos actores que anuncian colonias en calzoncillos y con sonrisas insinuantes. Alberto siente un cosquilleo en la entrepierna solamente de imaginarse a ese dios griego en calzoncillos. ¡Joder, seguro que la tienen enorme! Gruesa, roja en la punta y super apetecible. Hacía tanto que no pensaba así de ningún hombre que hasta él mismo se sorprende. ¿Qué diablos le está pasando?
—¿Qué tal Víctor? Por aquí desde primera hora ¿eh? —dice Ismael.
—Tengo una sesión de fotos aquí a la vuelta —explica el recién llegado. "Por supuesto que es modelo" piensa Alberto "¿qué otra cosa podía ser?" —Ya sabes que tus cafés me dan suerte antes de un trabajo —Víctor sonríe a Ismael con unos dientes tan blancos que seguro que brillan hasta en la oscuridad.
El chico está claramente interesado en el camarero, de echo, a Alberto no lo ha mirado ni una vez. Probablemente, ni siquiera se ha dado cuenta de que está ahí. Curiosamente, al abogado no le molesta esto; aunque seguro que es genial que semejante tiarrón coquetee contigo, él está tan desentrenado que seguro que haría el idiota si alguien así le hablase. Además, ser invisible tiene la fantástica ventaja de que te permite admirar ese cuerpo centímetro a centímetro y fantasear con él sin que nadie se dé cuenta. "Seguro que tiene unos pectorales fantásticos, con una fina línea de pelo perfecta que te lleva directa a su paquete! Solo verle desnudo tiene que ser una delicia; follártelo bien ni te cuento. ¡Por favor Alberto, contrólate! ¿En qué coño estás pensando? Lo único que vas a conseguir así es ponerte duro en plena cafetería. Joder, pero llevas tanto tiempo sin un buen polvo...".
Ismael, al contrario que Alberto, no parece nada impresionado con el modelo. Le habla con tono monótono, como si estuviese hastiado de sus atenciones.
—¿Te pongo lo de siempre?
—Me pones como nunca —Víctor se le acerca provocador, mordiéndose el labio inferior de la manera más sexy que Alberto ha visto nunca. "Joder Ismael debe de ser de piedra. Si a mi me dijese algo así le ponía a cuatro patas antes de que terminara la frase" piensa el chico.
—Con leche para llevar entonces —dice Ismael, haciendo caso omiso de la insinuación del modelo. Le pone el café humeante delante como un autómata y le dice el precio sin sonreír. El modelo, inaccesible al desaliento, paga con una amplia sonrisa y todavía hace un último intento antes de irse de la cafetería.
—¿Alguna posibilidad de que este chico guapo me deje invitarle a cenar?
—Ninguna, ya lo sabes. Pero mira, ahí tienes otro chico guapo por si quieres probar suerte —dice Ismael apuntando a Alberto. El abogado, que estaba embobado mirando a Víctor, da un respingo nota como sus mejillas se tornan de color grana en cuestión de segundos. ¿Qué narices hace este tío?
Víctor ríe resuelto y se vuelve a mirar a Alberto.
—Te presento a Alberto, el cuñado de Paula. Alberto, este es Víctor, uno de nuestros mejores clientes.
—Para lo que me sirve... —suspira el modelo y le estrecha la mano a Alberto — Encantado. Como este pesado siga dándome calabazas, tendré que buscarme a otro que me haga más caso. —dice guiñándole un ojo y Alberto siente como se pone todavía más rojo. Le sonríe como un idiota mientras se estruja las manos intentando controlar los nervios.
El modelo coge su café y se marcha contoneando unas nalgas perfectas. "¡Dios que culo! Está para meter la cara ahí y lamerlo hasta que pida clemencia" piensa Alberto excitado. No puede apartar la vista de esa parte de su anatomía hasta que el joven no abandona la cafetería. Cuando finalmente se da la vuelta, ve que Ismael le está mirando aguantándose la risa. Alberto siente que el camarero puede leerle la mente y sabe perfectamente las guarradas que estaba pensando hasta hacía un momento. Y debe ser verdad que le lee la mente porque mientras las oleadas de vergüenza se abalanzan sobre el abogado, el otro finalmente suelta una tremenda carcajada.
—Voy a la cocina a preparar más bizcocho. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Un cubo de agua fría quizás?
Alberto finge no haberle escuchado y no responde, escondiendo su sonrojado rostro tras la pantalla del ordenador.
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Empezar de cero: Una historia de amor gay
Chick-Lit¿Qué hacer cuando lo has perdido todo? Alberto creía tener la vida perfecta: un trabajo que le gustaba, una reputación como abogado de éxito y un hombre a su lado con el que pensaba pasar el resto de su vida. Pero cuando su prometido le deja para ca...