31- Catársis

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—¿Se puede saber a dónde vas?

—A casa de Margarita.

—Lucía hija. Estoy de ti, de Margarita y de esta necesidad que os ha surgido ahora de estar todo el día juntas hasta el gorro. ¡Que parece que no tienes casa! —protesta Paula.

—¡Ay mamá qué pesada! —responde la niña mientras se termina de beber su zumo de naranja —Anda, Isma, acompáñame si quieres que he quedado con los padres de Margarita en que me pasan a recoger enfrente de la iglesia —pone cara de cachorro abandonado a su padrino, que se ríe con ganas.

—Buenas tardes —saluda Alberto, entrando en la cafetería.

—¡Hola tito! —la niña agita alegremente la mano y el abogado le da un beso en el pelo —¿qué haces aquí?

—He venido a trabajar... —miente el chico, que en realidad solo quiere una excusa para ver a Ismael después de su conversación de esta mañana con el ex maldito.

—¡Mentira! —dice la niña.

—¡Es verdad! —se defiende Alberto, aunque el mismo sabe que no está resultando nada convincente.

—Lucía tiene razón. Es mentira seguro. Pones una cara muy graciosa cuando estás tratando de engañar a alguien. No sé cómo eres tan buen abogado. —apostilla Ismael, entregado a la causa de ayudar a su favorita.

Alberto se pone rojo, pero decide ser honesto.

—Bueno, en verdad venía a celebrar que Héctor ha salido de mi vida por completo. —afirma con satisfacción en la voz. Mira a Ismael que sonríe disimuladamente sin decir nada.

—¡Enhorabuena —dice Paula —Yo no me quería meter, pero ese hombre no es trigo limpio.

—Sí, creo que tu futuro marido y tu socio ya han sido... suficientemente elocuentes al respecto.

—Bueno, teníamos razón. De buena te has librado. —dice Ismael.

—Entonces ¿Isma y tú volvéis a ser novios?

—¡Enana! Ya te he dicho que Alberto y yo no somos novios. ¡Qué manía! —Ismael se enfada sin saber por qué y Lucía, que no está habituada a que su padrino la trate así, da un bote y hace un puchero.

—Bueno, bueno, haya paz. Lucía hija coge tus cosas y vámonos. Ya te acompaño yo a dónde hayas quedado con los padres de Margarita.

La niña coge su abrigo cabizbaja y sale de la cafetería sin despedirse. Ismael hunde la cara en las manos.

—¡Mierda! —exclama —Me he pasado un poco ¿no?

—Un poco bastante. La chavala solo quiere hacer de celestina. Esta en la edad. —responde Alberto.

—Ya lo sé, si siempre está igual. No sé por qué he reaccionado así.

—Dime ¿tan horrible sería salir conmigo? Porque no quiero tomármelo como algo personal, pero parece que la chiquilla en vez de buscarte novio te está infligiendo un castigo intolerable.

—Venga, no exageres... —dice Ismael, intentando evitar el tema.

—¡Estoy harto de que todo el mundo me digáis que no exagere! ¡Exagero lo que me da la gana porque me tenéis todos hasta los cojones! —estalla el abogado.

—Vale, vale fiera. Perdona. —dice Ismael alzando los brazos en señal de rendición.

—No, perdona no. Respóndeme. ¿Tan horrible te parece que sería que fuésemos pareja? Porque a mí me parece que nos va bien juntos. Nos divertimos, hablamos, nos reímos. Cuando follamos el sexo fue acojonante, la verdad es que el mejor de mi vida. Y sé que los dos tenemos claro que no fue porque Víctor estuviese allí.

—A ti te gustaba Víctor. Por eso lo hicimos.

—¡Pues claro que me gusta Víctor! ¡A todo hombre viviente le gusta Víctor! Es un Adonis. Pero no nos acostamos por eso. Nos acostamos porque tú querías comerme la polla. ¡Reconócelo!

—Alberto yo...

—¡Eres un cobarde! Exactamente igual que Héctor.

—¡No seas injusto! Héctor y yo no tenemos nada que ver.

—¡Por supuesto que sí! Los dos os morís de miedo de que un hombre os ame. ¡De que yo os ame! ¿Pues sabes qué? ¡Que te quiero! Y quiero estar contigo. Y me gustaría que tú también quisieras intentarlo. Pero no pienso como un perro detrás de otro tío como he hecho los últimos cinco años con Héctor. Fíjate, creo... y no pensé que llegaría a decir esto nunca, pero... he llegado a mi límite. Me merezco a alguien que me quiera, que me acepte y que se esfuerce por hacerme feliz. Así que tú y tus miedos os podéis ir al mismo lugar que los de Héctor: ¡A la mierda!

El portazo que da al salir de "Sweet Home" rompe a Ismael en dos.

Empezar de cero: Una historia de amor gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora