—¿Cómo tú por aquí? —pregunta Ismael entrando en la cafetería.
Alberto balbucea incoherencias sin saber muy bien qué decir. ¿Qué diablos ha ido a hacer a Sweet Home?
—Ya veo —dice el hostelero acercándose, con esa cara de niño malo que a Alberto le pone el vello de punta. —Tú no estarás aquí para que te folle contra la barra como le dije a Héctor que me gustaba follarte ¿no?
Alberto le mira sin responder, notando cómo sus mejillas se tiñen de un fuerte color rojo. Ese hombre que tiene enfrente es experto en hacerle pasar vergüenza. Parece que se divirtiese con ello.
—Me divierto con ello cariño —dice, leyéndole la mente. La coraza de frialdad que se ha pasado años construyendo para el mundo exterior, no sirve absolutamente para nada con Ismael. Asustado, da un paso atrás y su espalda se encuentra con la barra de madera maciza.
—Quítate la ropa —le ordena Ismael.
—¿Cómo?
—Qué te quites la ropa. Los dos sabemos que has venido aquí solo a por una cosa. Y pienso dártela. Quítatelo todo y enséñame esa preciosa polla.
Atontado por mil sensaciones, Alberto obedece. Se desnuda ante a atenta mirada de Ismael, que sonríe sin acercarse. Cuando se lo quita todo, deja que el dueño de la cafetería lo recorra con su mirada de arriba a abajo, a la espera de que le diga qué hacer.
—Date la vuelta —le pide finalmente, con voz ronca y las mejillas coloradas por la excitación.
Alberto obedece y le da la espalda, apoyando las manos sobre la barra. Ismael se acerca despacio y le acaricia la espalda y las nalgas con sus grandes manos.
—Esta noche Víctor no va a venir —susurra en su oído, poniéndole la carne de gallina —Espero que no sea un problema.
—No... quiero... Te quiero a ti —confiesa Alberto con la voz entrecortada. Su polla hace un rato que está dura y pulsa dolorosamente entre sus piernas.
—Enséñamelo —demanda Ismael con una autoridad que al chico se le antoja muy sexy. Aunque no lo especifica este sabe perfectamente lo que el otro quiere ver. Inclinándose sobre la barra, se separa las nalgas con las manos, dejando que vea su ano al detalle. El camarero lo observa complacido y le recompensa con unas caricias que bordean esa zona tan sensible. A pesar de ser unos tocamientos escasos para lo salido que está Alberto, son suficientes para hacerle gemir muy alto.
—¿Te gusta esto?
—Me encanta. Por favor... Por favor Isma, fóllame ya.
—No. Todavía no te lo has ganado. —dice el hostelero con una sonrisa —Pienso divertirme mucho contigo. Por ejemplo así —le introduce con delicadeza un dedo en el culo hasta la segunda falange. Alberto jadea mientras su cuerpo se acostumbra a las nuevas sensaciones.
—Estas muy ajustado. Tendré que prepararte bien —dice mientras se agacha entre sus piernas y comienza a lamerle toda la raja.
—¡Sí! ¡joder, sí! —grita Alberto fuera de sí.
Todo lo que le hace Ismael es gozosísimo. Su lengua le folla el culo dejándoselo bien mojado y, de vez en cuando, le introduce también un dedo para abrirle más. Alberto gime y suspira sin parar y, aún lo hace más alto cuando el otro decide introducirle un segundo dedo. No hay nada mejor en el mundo.
—¡Más! ¡Más! —grita el abogado. Con los dedos en su culo se siente lleno, en éxtasis gracias a las atenciones de Ismael. Pero quiere más y más.
—¿Quieres más? —pregunta el otro juguetón.
—¡Tu polla! ¡Por favor Isma! ¡Quiero tu polla! —suplica Alberto, sorprendiendo a Ismael e incluso a sí mismo al oírse tan desesperado. Aunque no puede negar que, en el fondo, le pone muy cachondo.
—¡Vale, vale! Como quieras. No sabía que tenías tanta hambre de polla. —ríe el otro colocándose entre sus piernas con su polla, magníficamente tiesa rozando la entrada.
Alberto gime y deja escapar una tonelada de aire cuando Ismael le penetra por fin. Al principio, el chico se mueve despacio, dejando que el abogado se acostumbre a tenerlo dentro. Pero Alberto está más salido que nunca en su vida y enseguida le pide más. Ismael obedece bombeando con fuerza en su culo, estimulando su próstata y cegándole con destellos de placer.
—¡Sí! ¡Coño sí! ¡Sigue!
—Dímelo Alberto. Dímelo todo.
—¡Te deseo! Joder, te deseo mucho. Necesito tu polla.
—¡Más!
—Me encanta cómo me follas. Es mucho mejor que con Víctor. Mucho mejor que con Héctor. Nadie me ha follado así de bien antes.
—¡Todo! —exige Ismael entrando y saliendo de su culo cada vez más rápido. Alberto se agarra a la barra para que las estampidas no le tiren al suelo mientras grita como un poseso.
—¡Te quiero! ¡Creo que te quiero!
La polla de Alberto empieza a vibrar y ambos saben que su orgasmo está cerca. Tan cerca.
—¡Ismael! —gime abriendo los ojos y despertándose en la cama del hostelero.
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Empezar de cero: Una historia de amor gay
ChickLit¿Qué hacer cuando lo has perdido todo? Alberto creía tener la vida perfecta: un trabajo que le gustaba, una reputación como abogado de éxito y un hombre a su lado con el que pensaba pasar el resto de su vida. Pero cuando su prometido le deja para ca...