11. Entre tierra y flores de invierno.

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Baje corriendo las escaleras sin importarme el peso de la maleta que sujetaba mi mano y la mochila sobre mis hombros, lo único que quería era cruzar aquella puerta lo mas pronto posible, y no, no es que me desagradara vivir con mi padre, pero extrañaba mucho mi viejo hogar, las calles conocidas y sobre todo a alguien muy especial.

Una vez que Sali por aquella puerta mi padre ya estaba esperándome afuera con el auto listo para llevarme a mi verdadero hogar, en el que seguramente me estaban esperando muchos recuerdos por revivir.

—¿Seguro que quieres volver ahí? — Pregunto papá algo dudoso mientras abría la cajuela— Sabes que la carrera de Artes está mucho más cerca acá.

—Si lo sé,— Respondí ante el extraño comportamiento de preocupación de mi padre— Pero extraño a mis amigos y quiero tener a mamá más cerca— Dije cerrando la cajuela.

—Está bien— Finalizo el con un suspiro de resignación para después subir al auto seguido por mí.

Papá encendió la radio en su estación favorita dándome a entender que no quería tener mas conversaciones por el momento, así que saqué mi reproductor musical de la mochila y me dispuse a escuchar un poco de música con los cascos puestos, dejándome caer en el respaldo del asiento. Poco a poco mi cuerpo se fue relajando hasta que mis ojos se cerraron.

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—¡Cantaloupe! despierta— Me llamo papá, tomándome del hombro con una mano mientras que con la otra aun sujetaba el volante —Ponte un abrigo que haremos una parada.

—¿Ya llegamos a la ciudad? — Pregunte en un bostezo sacando un suéter verde que llevaba en mi mochila. Al parecer había comenzado a refrescar.

—Si. Necesito comprar algunas flores— Contesto para después estacionarse frente a un invernadero —Mi jefa estará de cumpleaños mañana —Agrego carraspeando un poco. No recuerdo que ese invernadero estuviera ahí, pero bueno quizá hay algunas cosas que supongo y han cambiado.

Aprovechare y echare un vistazo yo también, quizá y encuentre una flor linda para cuando vaya a visitar a mi madre.

Bajamos del auto y entramos en el lugar que estaba tapizado en pequeñas macetas de flores de diferentes colores, dejando solo un camino entre cuadros de macetas y ramos bañados en roció. También se sentía más frió.

—¡Bienvenidos! ¿Buscan algo en especial? — Nos recibió una chica que salía de una gran cortina blanca hasta el fondo—Puedo ayudarlos si gustan.

—¿Tienes crisantemos? — Pregunto papá a la chica, pero antes de que esta pudiera responder un gran estruendo le había asustado.

La chica se golpeo la frente con molestia —Discúlpenme un momento— Sonrió con nervios para después correr hacia la gran cortina de donde había salido.

—¡Demonios! ¿Qué has hecho? — Regaño la chica con molestia, mientras que mi padre desviaba la mirada hacia las macetas y yo encontraba el piso mucho más interesante.

—¡Pues no es obvio! — Se escuchó una segunda voz al igual de molesta —Creo que no hace falta que te diga que paso.

—¡Maldición Tin! Eres un inútil.

Al escuchar aquel nombre mi mirada se levanto como si fuera un resorte, observando directamente al chico de cabellos castaños que tenia la cara sucia de tierra, la nariz y entrecejo fruncidos con molestia, y un sucio mandil verde pastel cubriendo su ropa.

¿Era Tin? ¿Mi Tin estaba aquí?

—¡Mejor ve a buscar crisantemos que los están pidiendo! —Grito ella, devolviéndome a la realidad.

El muchacho saco la lengua en una mueca molesta para después volver a desaparecer por aquella cortina blanca, mientras que la chica se volvió hacia nosotros con una sonrisa.

—En un momento estarán listos— Dijo ella frotándose las manos —¿Eso seria todo? —Papá asintió en respuesta y la chica procedió a desaparecer por aquella cortina también.

Papa me dirigió una mueca de fastidio para después soltar una carcajada ante la actitud de los chicos, y saco su celular de uno de los bolsillos de su pantalón llevándoselo a la oreja, balbuceo unas cuantas palabras para después salir del invernadero dejándome solo con las macetas.

Camine un poco observando las macetas con flores y unas con tan solo unas cuantas hierbas, todas eran de colores algo obscuros, pero hubo una que llamo mi atención en especial, era color azul obscuro y estaba pequeña. Quizá le lleve a mi madre cuando la visite.

—¿Te gusta la prímula? — Me pregunto una voz, sacándome un respingo.

—Eh, no lo sé— Pose mi mirada en aquel chico que me miraba con una sonrisa mientras sostenía el arreglo de crisantemos entre sus manos —No conozco mucho de flores.

—Ya veo— Respondió con simpleza el chico extendiéndome el arreglo para que lo tomara. Llevaba una simple camisa gris y jeans azules, muy lejos del estilo de Tin así que no podría ser él, aunque no podía juzgarlo por ello ya que había pasado tiempo.

—¡Oye inútil! — Grito la chica con enfado dirigiéndose a nosotros —Deja de perder el tiempo y ven a limpiar tu desastre— Señalo hacia la cortina —Y aun tienes que hacer los arreglos de rosas que encargaron para hoy.

El chico soltó un gran suspiro, me dejo caer el arreglo sobre mis manos extendidas y se fue dejándome solo con la chica y con mi padre quien recién entraba en el lugar nuevamente, aun hablando por teléfono. Le pago a la chica y me hizo una seña para que lo siguiera mientras balbuceaba por el celular.

¡Por dios! Pude saber si ese chico era mi Tin con solo ver su oreja izquierda y ver el auricular que siempre llevaba para poder escuchar correctamente. Aunque debo aceptar que esa repentina aparición me sorprendió un poco.

Orange and Blue: Cuentos para niños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora