Epílogo

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Transcurrido ya medio curso y tras enviarnos el director un comunicado sobre nuestra semana de vacaciones, Sarah y yo planeamos ir a visitar a nuestras parejas a la universidad, ya que allí seguían teniendo horario lectivo.

Estos meses no lo hemos pasado realmente bien porque, aunque pude volver a la residencia con Sarah, echábamos mucho de menos a los chicos.

Nada más recibir el comunicado y leerlo nos pusimos de inmediato a hacer las maletas, saltando ambas de emoción. Ya habíamos comprado los billetes hacía un par de semanas y estábamos ansiosas por ir. Sarah llamó a David nada más recibir el mensaje, pero yo, en cambio, preferí que fuese una sorpresa.

— ¿No vas a llamarle? —me dice nada más colgar la llamada.

— No —me encojo de hombros.

— ¿Es por la pelea? ¿Seguís enfadados?

— No, no es por eso. Osea, sí, las cosas están tensas entre nosotros, pero quiero darle una sorpresa —sigo metiendo ropa en la maleta.

Hace unos días, un miércoles concretamente, Lucas me llamó, sobre las tres de la madrugada, estaba borracho. Me enfadé con él, le dije que no me esperaba eso de él, que tenía que ser más maduro y estar centrado en sus estudios. Me colgó el teléfono. Le escribí por WhatsApp, pero no contestó. A día de hoy sigue sin contestarme. Le llamé muchas veces, y tan solo contestó una de esas tantas llamadas.

Mi amiga sonríe— Eso le hará muy feliz.

— Sí —suspiro, imaginando su reacción— Le he echado mucho de menos. Le sigo echando mucho de menos.

Mi amiga se acerca a abrazarme— Yo también echo de menos a David —nos abrazamos mutuamente, sonrientes.

— ¿Y si no quiere hablar conmigo? —me aparto de repente— ¿Y si está muy enfadado?

— Oh, vamos, Maya. Solo fue una pelea.

— Ya, pero no hemos vuelto a hablar desde entonces.

— ¿Y qué hay de todas esas veces que te llamó porque quería verte, porque quería estar contigo? ¿Enserio vas a dejar que una pelea por teléfono con un borracho anule todo lo demás?

Hace aproximadamente un mes llamé a Lucas por teléfono para ver cómo estaba, y porque le echaba de menos, necesitaba oír de nuevo su voz. Me contó que la carrera era más dura de lo que imaginaba y que había pensado en dejarla, aunque realmente le gustaba. Le hice entrar en razón. Le dije que era lo que había estado esperando toda la vida, y que no podía echarlo todo a perder porque fuese duro. De repente se vino abajo. Me confesó que me echaba de menos, que no había un solo día en el que no pensase en mí, y que me echaba tantísimo de menos que había pensado en volver. Me eché a llorar. Yo también lo extrañaba, y mucho. Intenté animarle, le dije que cada día que pasábamos separados era un día menos que faltaba para reencontrarnos de nuevo. Realmente lo vi hundido.

— No, claro que no.

— Vamos, Maya, ¿no te irás a echar atrás ahora, verdad?

— No, no, en absoluto. Tengo que ir a verle. Necesito ir a verle. Lo necesito.

Pasamos todo el día organizando la casa y limpiando para poder salir por la mañana cuanto antes hacia el aeropuerto. Incluso acabamos durmiendo en el sofá para no tener que deshacer la cama.

Ya por la mañana he querido levantarme temprano y hacer el desayuno. Hace un momento le he escrito a Lucas preguntándole cómo estaba. Me ha contestado no hace mucho, aunque de una manera un tanto fría y cortante.

En la cocina, con el teléfono aún en la mano, dudo si ponerle un "te echo tantísimo de menos..." o simplemente dar la conversación por terminada. Tras unos minutos decido ponérselo, y apago el teléfono. Termino de hacer el desayuno, aunque triste. Envuelvo un par de bocadillos en papel de aluminio y cojo una bolsa de tela. Coloco ahí el almuerzo, y algo para picotear en el avión. Cuando me doy cuenta son las diez y media de la mañana. Si no recuerdo mal nuestro avión salía a las doce y media, y tras caer en la cuenta de que hay una hora de viaje hasta el aeropuerto, no dudo en despertar a Sarah de una vez por todas.

Mi Enana FavoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora