Capítulo 3

4.9K 177 6
                                    

— ¿Sabes que es la primera vez que me abrazas porque quieres y no por obligación? —le digo asombrada.

— Sí, y volvería a hacerlo otra vez. De hecho, voy a hacerlo —y me abraza de nuevo— Te quiero mucho hermanita —dice.

— Yo también te quiero.

— Creía que te sacaba de quicio.

— Sí, y así es, pero aunque me saques de quicio y quiera matarte la gran parte del tiempo, no dejas de ser mi hermano.

Nos quedamos cinco minutos abrazándonos. Ninguno quiere soltarse del abrazo. Al final él acaba soltándome y me propone hablar de alguna cosa. Le digo que no se me ocurre nada, así que vamos a la cocina y a votación de mi hermano (que, según él, su voto cuenta como dos por tener dos años más) nos ponemos a hacer masa de pizza. Cuando acabo, mi masa no es muy perfecta que se diga, pero es mejor que la de Álex. La masa de mi hermano es muy amorfa. De hecho, yo diría que parece...

— ¡Álex! —grito— ¿Has hecho la forma de un pene con la masa de pizza?

— Emm... no. Jamás —exclama sarcástico.

— ¡Álex! —grito, y empiezo a perseguirlo por toda la residencia.

— ¡Lo siento! —se ríe por los pasillos— Solo quería darle un poco de gracia al tema de la masa —definitivamente, este es su fin.

— ¡Estás muerto, hermanito! ¡Y tranquilo, será un gran funeral!

Sigo corriendo por los pasillos hasta que no sé dónde narices se ha metido.

— ¡Álex! —grito, pero nadie contesta— Como te pille verás lo mal que lo vas a pasar.

Lo espero en la esquina de la habitación en la que creo que se ha escondido. Y me quedo ahí, inmóvil, durante cinco largos minutos.

— La pizza está hecha —grito— Por desgracia la tuya también, Álex.

En ese momento, Álex, sale corriendo de su escondite, y ahí es cuando le hago la zancadilla y se cae al suelo.

— Vaya, eso sí que no me lo esperaba. Que astuta.

— Y que lo digas, tontito.

— Mi pizza no está hecha aún, ¿verdad?

— Verdad —digo triunfante— Enserio, pensaba que no picarías. Pero ya veo que eres más tonto de lo que creía —río.

— Bueno, es que tengo hambre y eso me ha despistado —se defiende— Eso es jugar con ventaja.

— Sí, sí, lo que tú digas, pero el que ha acabado en el suelo eres tú —vuelvo a reír.

— Eres mala, hermanita, ¿lo sabías? —ríe.

— Sí, ya lo sabía.

Cuando voy a dar un paso, me coge el tobillo y acabo cayendo al suelo al igual que él. Álex se ríe, y yo, enfurecida, con la cara en el suelo.

No quiero dejarle la conciencia tan tranquila, así que toca sacar mis dotes para la interpretación.

Empiezo a "llorar" y a berrear. Me estoy sujetando la rodilla, para que piense que me he hecho daño al caer al suelo.

— Maya... —empieza a alertarse— ¿Estás bien? Dios, no quería hacerte daño, perdona —yo sigo berreando.

— Dios, Maya. No te pongas así. A ver, enséñame la rodilla —mi hermano está tan preocupado que no sabe que hacer.

— Espera, llamo a la ambulancia —saca su móvil del bolsillo trasero del pantalón. Nervioso desbloquea el teléfono y marca apresuradamente.

De golpe me da un ataque de risa, y es entonces cuando descubre el paripé.

Mi Enana FavoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora