Capítulo 1

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No sé si por suerte o por desgracia, pero ya es por la mañana y la alarma no para de sonar. No quiero despertarme, pero hoy volvemos al instituto y no quiero llegar muy tarde.

Esta Semana Santa ha sido una locura. Han sido unas vacaciones llenas de acontecimientos inimaginables para una persona como yo.
Por primera vez en mi vida he tomado alcohol, me he fumado un par de cigarrillos e incluso he participado en una pelea, le pegué un puñetazo a chico al que ni conozco.
Quisimos ir a la playa, a una fiesta ilegal que había por la noche, pero nos pilló una tormenta horrible, por lo que nos montamos la fiesta en casa. Invitamos a gente, mucha gente, todos ellos desconocidos. ¿Queréis saber qué pasó en la fiesta, o cómo acabó? Bien, a mi también me gustaría saberlo, es una pena que un gran vacío oscuro invada todos mis recuerdos de aquella noche.

No solo pasaron locuras esa semana, también hubieron momentos buenos, recuerdos bonitos. Estuve con Sarah, mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, en el pueblo de mi madre. Allí tengo amigos, bastante cercanos para seros sincera, por lo que pasamos varias tardes allí, con ellos. Recuerdo que había un chico muy guapo que acababa de llegar de Barcelona y que, al ser nuevo en el pueblo, no tenía amigos. Lo acogimos en seguida. Se acabó llevando muy bien con los chicos del grupo, y con las chicas creo que se relacionó incluso mejor.
Me gustaría volver dentro de poco.

Me levanto y bajo las escaleras hasta la planta baja. Cuando estoy bajando por las escaleras puedo oler a tortitas. Llego a la cocina y, efectivamente, Sarah está haciendo tortitas.

— Buenos días, amiga —digo entusiasmada— ¿Cómo has dormido hoy?

— Te has levantado tarde —dice, sin levantar la vista de la sartén donde está haciendo las tortitas

— Ay Sarah, relájate —resoplo— Dame un respiro, hoy será un día duro —me dejo caer sobre la silla de la cocina — Oye, ¿me puedes hacer unas pocas tortitas  a mi también? Y con sirope de chocolate, por favor —enciendo el móvil y contratos los pocos mensajes que tengo.

— Si quieres tortitas levanta el culo de la silla y ayúdame

Me resigno durante unos segundos, pero acabo cediendo.
Entre risas, desayunamos, devorando una a una las deliciosas tortitas que hemos preparado. Unas con sirope de chocolate, otras con caramelo, con mermelada de frambuesa, de melocotón, y todas acompañadas de un delicioso café.

Al terminar, dejo los platos y la taza en la fregadera y subo rápidamente a mi habitación, me encierro en el baño y me doy una ducha muy rápida. El tiempo se nos ha echado encima. Intento escoger un modelito del armario, pero no sé cuál elegir. Finalmente me decido por una crop top de tirantes, unos pantalones tejanos cortos con alguna rotura estética, y unas converse. Ah, y que no se me olviden, unas gafas de sol.

Salgo de la residencia, y veo a Sarah en el coche, con la música a tope, y su ya típica sonrisa de niña. Sé que hoy va a ser un gran día, o eso espero.

Llegamos al instituto y vamos directamente a las taquillas. Al momento, todo el mundo pasa de estar gritando a estar susurrando. Sarah y yo intentamos ver el por qué de esa reacción que no comprendemos. Hasta que vemos a los estúpidos de Álex, Logan, Lucas y David entrar al edificio.

Vale, ahora enserio, sabía que las chicas de aquí no son lo que viene siendo listas, pero... ¿Enserio son tan ingenuas como para quedarse en la puerta esperando a que ellos se dignen a mirarlas y a decirles algo? Patético.

Cuando pasan justo por el lado de mi taquilla, Álex me da un leve apretón en el brazo. Logan me guiña un ojo. Lucas me lanza un beso. Y David simplemente me saluda con la cabeza.
A sus saludos les respondo con desagrado.

Y pensar lo ingenuas que han sido las otras chicas, pensando que estos cuatro imbéciles les dirían algo. Pero, sinceramente, a veces deseo ser las otras chicas y que no me digan nada.

Toca el timbre, y he de coger a Sarah por el brazo, y arrastrarla hasta la clase de matemáticas antes de que se mate a puñetazos con Emma.

Emma es, por decirlo de algún modo, la chica que consigue todo y a todos los que se propone. Algunos suelen llamar luchadoras a este tipo de gente, o incluso ambiciosas. Pero Emma no es ni de lejos ese tipo de persona. Aquí se le asocia el adjetivo de fresca o ligera, justo el tipo de persona que es Emma.

Emma siempre ha tenido "envidia" de no ser hermana de Álex. Si lo quiere se lo regalo, ¡no hay problema!

Cuando acaban las tres primeras horas, voy al comedor para poder comer algo, lo que sea, me da igual. ¡Me muero de hambre!

Sarah, se ha quedado en clase de física cinco minutos más, por negarse a obedecer a la señora Williams.

Me quedo esperándola en la mesa en la que solemos sentarnos, y justo cinco minutos después llega.

— Hola, Maya —me saluda a lo lejos mi mejor amiga.

— Hola, rebelde —me río, y ella igual lo hace.

— Vale, vale, sé que esta vez me he pasado —admite.

— Y tanto que te has pasado, señorita —la miro con seriedad. Pero la seriedad dura muy poco, al instante ya vuelvo a reírme con ella.

— Hablando de pasarse... —dice mi amiga— ¿Qué pasó con Emma?

— Pues... Nada... Solo me vengué de ella. Creo que ya te lo dije...

— Ah, sí, ya me acuerdo —ríe— Te pasaste un poco, tontita.

— Se lo merecía, Sarah. Ella no es que sea... buena persona. Pero si ella es mala persona, yo soy peor —río— Además, si no quería que le pasase eso, que no se hubiese metido conmigo.

— Vale, tienes razón​, pero más te vale que no se entere nadie. Te puedes meter en problemas —dice muy seria, de hecho nunca la había visto así de sería, en la vida.

— Pues a mí me pareció muy gracioso —río— Ella estaba tan tranquila, en el sofá, y yo mientras saltando por la ventana para lograr entrar en el baño —reímos ambas.

— Sí, Maya, en parte fue divertido verla teñida de verde fosforito durante varias semanas —reímos— Pero si alguien se enterase, podría...

Interrumpo— ¿El qué podría? ¿Denunciarme y mandarme a la cárcel? Lo dudo mucho. Solo le teñí el pelo de verde fosforito, Sarah.

— Sí, pero también echaste ácido en el champú. Así que no solo se lo teñiste, sino que también le quemaste buena parte del pelo, Maya.

— Mejor. Tenía un pelo de pija feísimo. Por lo menos lo tuvo de un verde muy llamativo —río.

-— Maya, ¿no ves la gravedad de todo esto?

— Sarah, como mucho pueden ponerme una semana a limpiar la cocina del comedor. Y eso si se llega a enterar el director, algo que es poco probable.

— No, Maya, no te pondría a limpiar la cocina del comedor. Podría expulsarte o lo que él quiera. Y si te expulsa, ese no será el mayor de tus problemas.

Vale, empieza a darme miedo ser tan amiga de Sarah... Bueno en verdad no, la quiero demasiado.

— ¿Cuál será el mayor de mis problemas? —pregunto desafiante.

— Bueno, pues ya sabes que no soporto estar sola en clase sin hacer el tonto con mi mejor amiga. Además, de no ser por ti, hoy mismo le habría partido la cara a la zorra de Emma —vale, sí, definitivamente estoy empezando a tener un poco de miedo— Y como expulsen a mi mejor amiga, no solo le partiré la cara a Emma, sino que puede... y solo puede, que también se la parta a ella.

— Pero si me expulsaran por lo de Emma... Me la partirías con mucho amor, ¿no? —pregunto asustada.

Seamos sinceros, realmente lo estoy. Estoy tan asustada como un conejo al oír un disparo.

— No sé, puede que sí o puede....

Alguien interrumpe a mi amiga antes de que pueda acabar la frase, y ese alguien es nada más y nada menos que el señor Maller, el director del instituto.

Mi Enana FavoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora