11. Los tres leones, y la serpiente

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Harry

El trío de Oro estaba cansado de ir de un lugar a otro tras Malfoy. 

Lo acompañaban a algunas de sus clases... (no tendría sentido que ellos fuesen con él a las de Arte, Arte muggle, Música, Música muggle y El Coro del Sapo, pues los maestros decían que el trío era simplemente un desastre en todo lo artístico...)

Lo que significaba que Harry ya no había escuchado la melodiosa voz de Draco.

Aparte de eso, las clases de Autocontrol eran una pesadilla total, teniendo que soportar el parloteo sin sentido de Dawlish, y hacer ejercicios de respiración que no hacían más que estresar más al héroe y compañía. 

Lo único bueno de todo aquel lío de horarios, (aparte de tener un ojo en su ex-archienemigo), era que Harry se divertía viendo cómo Draco corregía de vez en cuando al señor Weasley durante sus clases sobre los aviones.

Eso no quitaba el constante peso de la preocupación de los hombros de Potter, quien estaba consternado por el hecho de no entender qué pasaba con el oji-plata. 

Durante todo el mes, este se había pasado de clase en clase, apenas y tomando un descanso para el baño, y ni yendo al Comedor. El joven solo les dirigía la palabra para decirles "buenos días" y, "Hasta mañana's". 

Y de no ser por la tediosa obligación de estar con él, incluso durante las comidas, Harry no se habría percatado de la nueva obsesión de Draco hacia los libros.

Draco parecía ignorar a todo el mundo, siendo la biblioteca su nuevo lugar preferido. De no ser por Theodore, (con quien hablaba cortamente una vez a la semana), el azabache estaba seguro de que el rubio hubiera continuado con esa mala cara, característica de él, por el resto de su vida... 

Se había limitado incluso a sonreír a Pansy una vez al día, sin siquiera dirigirle un simple "hola". (Aunque era probable que ambos conversasen en la privacidad de su Sala Común...) (...no que le importase a Harry si el ex-mortífago tenía con quien conversar...)

El punto era que estaba agotado de estar tras la serpiente, pues al parecer no tenía tiempo ni de respirar fuera de una clase para ya estar en la otra. Y los leones descubrieron rápidamente, que no valía la pena intentar conversar con los Aurores, pues parecían rocas con varitas, (las cuales llevaban siempre desenfundadas).


Draco

Draco tenía muchas cosas en mente, pues aparte de ignorar la mirada de bobo del cara-rajada,(nadie en la, (ya no tan), prestigiosa casa de Slytherin, se hubiera callado ante aquellas miradas que le lanzaba a cada rato mientras intentaba estudiar), había dejado de hablar con Theodore, creyendo que lo mejor para el Hufflepuff era mantenerlo alejado de los insultos que le dirigían por pasar tiempo con él.

Eso significaba que ahora solo eran él y sus libros.


Pero, el día antes del final de mes, algo hizo que la Serpiente se acercara al niño.

El chico tenía el entrecejo fruncido, y cuando él se acercó, seguido de sus nuevos "guardaespaldas", sus ojos se llenaron de incredulidad, traición y enojo.

— Tu brazo.— Draco se paró en seco al oír la voz de su amigo.— ¡Ese tatuaje que tenías era en realidad la marca de los malos!

— Theo, te dije que había hecho cosas de las que no me sentía orgulloso...

— ¡¿Tanto así, que para evitar que mates a alguien, el Ministerio tuvo que mandar a dos guardias para custodiarte?! ¡¿Por qué no me dijiste sobre tu odio hacia nosotros?!— Dijo el niño refiriéndose a los sangre-sucia.— ¡¿Por qué no me contaste que tuvieron que encerrarte en Azkatrán para contenerte?!

— Azkaban.— Draco no pudo evitar corregirlo, ya acostumbrado a hacerlo tras todas aquellas horas que pasó discutiendo sobre magia con su amigo.

— ¿¡Es verdad que mataste a una familia entera por aburrimiento!? ¡¿Que encerraste a Harry Potter y sus amigos en el sótano de tu Mansión para torturarlos, solo porque se te apetecía?!

— Theodore créeme cuando te digo que esas son mentiras de situaciones sacadas de contexto...— empezó a defenderse Draco en un susurro, acercándose más al niño, quien enseguida se alejó.

— Quiero creerte Draco. En verdad quiero. Pero ya no confío en ti. Todos me lo han dicho, incluso el profesor de defensa contra las artes oscuras me lo dijo... Todos me contaron sobre las horribles cosas que ustedes, los mortífagos, hicieron.— Draco volvió a intentar acercarse, pero uno de los Aurores se lo impidió.

— Ya está bien. Déjenlo.— Dijo firmemente Harry en cuanto Theodore se hubo marchado. El Auror que se encontraba rodeando a Draco con una especie de hechizo-escudo, sin embargo, no le hizo caso.

— El encantamiento desaparecerá en veinte minutos. — Se limitó a decir el otro.

— ¡Pero el toque de queda comienza en diez!— Dijo Hermione.

— Y eso qué —. Dijo el mismo Auror.

Ron se puso rojo de ira, y Hermione comenzó a discutir con los dos magos. Solo el de ojos verdes notó la lágrima que se le escapó a la Serpiente.

Hermione

Al final, la castaña acabó convenciendo a los Aurores de soltar a Draco, y para cuando llegó a la torre de Gryffindor, realmente, realmente, se sentía mal por Malfoy. 

La chica se despidió de sus amigos, y subió a su habitación. 

El día siguiente sería viernes, y el último en el que los leones tendrían que pasarla con el platinado todo el tiempo como sus perros guardianes.

Se alegraba. No le gustaba ese trabajo.

(Editado)

Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora