15. Malfoy | PARTE 1

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Draco

Después de la charla con el ministro, Draco se había apresurado a ir a su habitación. Tenía que pensar, y por qué no admitirlo, quería poder deshacerse de sus lágrimas en privado.
Pasó corriendo por la Sala Común, sin notar cómo Pansy y Blaise fijaban su vista en él, y se encerró en el cuarto verde donde dormía. No pasaron más de cinco minutos, cuando el rubio se levantó de la esquina en la que se había hecho ovillo, y metió algunas de sus cosas en su mochila muggle. (Estas eran mil veces más cómodas de llevar que un baúl).
Había decidido ir en busca de su madre. Sabía que era una trampa, pero era su única opción, además Potter no iba a poder salvarlos a todos por su cuenta. Y él necesitaba a su mamá, era lo único que le quedaba de su antigua vida después de todo.
Se acomodó su mochila sobre los hombros, y salió sigilosamente de su habitación, ya habían comenzado las clases, por lo que la Sala Común estaba vacía.

...Bueno...casi.

- Draco! ¿Qué crees que haces?!- Pansy le agarró de la capucha de su sudadera muggle, (había decidido vestirse así ya que aquellas prendas eran más cómodas que las túnicas).

Draco se volteó a ver a su amiga, y al notar a Blaise junto a ella, el rubio recordó los días en los que ellos, Nott, Crabbe y Goyle pasaban un buen rato entre amigos... antes del regreso de Voldemort... antes de que Draco aceptara aquella estúpida marca que ahora adornaba permanentemente su brazo... antes que todo el país mágico quisiera la cabeza de los dos Malfoy restantes.

- El ministro te secuestró antes de que saludaras a Blaise, y ahora que lo ves te quedas estático, y con una mirada perdida... ¿qué fue lo que ese mago te dijo?- Pansy sujetaba fuertemente al brazo del italiano, que hacía una mueca de dolor, pero no comentaba nada, Blaise ni siquiera estaba muy seguro de los acontecimientos de los últimos meses, todo parecían ser sueños borrosos.

— ...— Los amigos del rubio notaron cómo los ojos del rubio estaban algo hinchados, por lo que enseguida supieron que su amigo había llorado, aunque no les sorprendía, pues este se había encerrado en su habitación nada más llegar a la Casa de las serpientes.
Ambos se acercaron, Pansy sujetándole la mano en una muestra de apoyo, y Blaise con una mano sobre el hombro derecho del platinado.

— Draco, cuéntanoslo.— Dijo Blaise. Draco casi había olvidado la voz de su amigo, por lo que oírla le reconfortó y dió confianza.

— Tienen a mi madre.— Dijo el rubio, sabiendo que sus amigos notarían si mentía, y sabiendo que podía confiar en ellos.

— ¿Quiénes?— Preguntó la única chica de los tres.
Por suerte, Blaise pareció entender las palabras de su mejor amigo, y le abrazó.
Casi nunca se abrazaban, y era por eso que los escasos abrazos que compartían, siempre eran especiales. Pansy se unió a ambos al comprender las palabras de su amigo, y pasaron así un minuto entero.

— Tengo que ir a por ella. — Dijo Draco con convicción, separándose del abrazo. Le hubiera gustado tener una charla con Blaise, pues hace mucho que no lo veía, pero no tenía tiempo que perder, cada minuto que pasaba en Hogwarts, Merlín sabía qué le estaban haciendo a su madre.

Pero Blaise le agarró de la muñeca.
— No lo hagas Draco, hay ojos en todas partes, sabrán que habrás abandonado el castillo, incluso con esos andrajos muggles que llevas puesto.— Draco intentó zafarse de su amigo, pero a pesar de su apariencia descompuesta, Blaise seguía siendo igual de fuerte que siempre, y no lo soltó.

— Blaise tiene razón. Es demasiado peligroso, y de seguro te matarían apenas reconocerte...— Pansy se retractó.— Corrección; te secuestrarían y torturarían hasta la muerte, apenas te vean.

El Draco de antes les abría lanzado una sonrisa petulante y de superioridad, a sus amigos, pero en ese momento, el platinado se sentía demasiado cansado como para siquiera ocultar la lágrima que salía de su ojo. Se sentía demasiado vulnerable y ridículo, pero ya no tenía fuerzas ni ganas de hacer algo al respecto.

— Ven amigo, te llevaré a tu cuarto.— En el momento en el que Draco y Blaise se derigían hacia las habitaciones de los chicos, oyeron cómo la entrada a la Sala Común se cerraba.

Ambos se voltearon a ver, y al encontrarse con su amiga agarrando su varita, supieron que  algo había ocurrido.
Estaban en pleno horario de clases, muy pocos alumnos estaban libres, y aunque alguien hubiese logrado imitar el sonido de la puerta de su Sala Común, dudaban que aquellos sonidos de pasos apresurados fueran causados por alguien inocente.

Los tres se miraron fijamente, no necesitaron palabras para saber lo que pensaban: Alguien los había estado espiando.

Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora