8. Pansy Parkinson

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Draco

Aparte del accidente en la oficina de McGonagall, Draco no tuvo ningún inconveniente el resto de la semana; fue aceptado en el Coro del Sapo, y no tener varita, no evitó que Draco consiguiese pintar un retrato o tocar el Tanbur mágico. 

Consiguió cincuenta puntos de las casas al ayudar una tarde a Ron a limpiar el castillo, y otros diez al ayudar a Hagrid con las malas hierbas... 

Malfoy realmente parecía disfrutar ayudando, pero, a diferencia de los profesores, aquello inquietaba a los alumnos. 

Muchos rumores de que Draco había utilizado la maldición Imperius sobre McGonagal, se distribuyeron a través de Hogwarts.

Al platinado parecía no importarle.


El sábado, Draco se dirigió a su clase de autocontrol. 

Caminó con la cabeza en alto, negándose a dejar notar que su orgullo estaba desparramado en el piso por tener que asistir a aquella abominación que hacían llamar "clase".

- ¡¡Auch!!- Draco abrió los ojos sin recordar cuando los había cerrado, y vio el cuerpo tirado a sus pies.

- ¡Pansy!, ¡Por Merlín!, ¡lo lamento tanto! No era mi intención...- empezó a disculparse, pero paró en seco cuando escuchó a su amiga reír.

- Draco Malfoy disculpándose, quién lo diría... - Draco sonrío un poco.

- Bueno, fue mi error caminar con los ojos cerrados...- Pansy alzó una ceja.

- Eres el único que haría tal estupidez.- Pansy se incorporó a sus pies y conjuró un hechizo para arreglar su túnica desarreglada por la caída. -¿A dónde te diriges?- Preguntó. Draco notó la curiosidad en las palabras de la chica. 

No creía que alguien más la notase, después de todo, la Slytherin prefería ocultar aquella faceta.

- Tengo una ¿materia?...- El platinado no tuvo que encontrar la palabra para describir el lugar al que iba sin admitirlo abiertamente, pues su amiga lo interrumpió.

- ¿Autocontrol?- Draco asiente, notando como la vergüenza empezaba a sonrojar sus mejillas. No le gustaba que su amiga supiese a dónde se dirigía. - ¡Genial! Estoy en la misma clase.

Draco vio confundido a su amiga.

- Pero tú no fuiste una mortífaga...- Pansy pone sus ojos en blanco.

- ¿De verdad crees, que eso les importa? Soy Slytherin. Eso es suficiente excusa, para tenerla.

- No es justo. He visto Hufflepuffs con menos autocontrol que tú.

- Draco, ese no es el punto.- El chico asiente. 

El Ministerio nunca había sido justo, y desde el Señor Tenebroso, parecía que habían fomentado, más que nunca, el odio hacia la casa de Slytherin.

- Al menos no estaré solo durante la tortura...- Bufó el oji-plata. 


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Al entrar al salón, se sorprendieron al ver a tres, (claramente descolocados), Leones, rodeados de serpientes.

Antes, sin embargo, de que pudiesen decir palabra alguna, una voz sonó a sus espaldas tras un golpe de la puerta por la que acababan de entrar.

- Bueno, miren quien se ha dignado en llegar...- John Dawlish salió de detrás de ellos y fijó sus ojos en el rubio. Pansy, a diferencia de Draco, no se sintió intimidada por el claro desprecio que su maestro les dirigía, pues miró a este con su propio fastidio, sin comprender qué obsesión tenía con su amigo.- Y llega acompañado por su esclava... señorita Parkinson no creí que caería, de nuevo bajo la afilada lengua de este despreciable mortífago...

Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora