Capítulo I

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La alarma del teléfono suena. Tras unos segundos en los que el chico lucha por mantenerse dormido, el sonido se vuelve molesto. Alarga su brazo rápidamente hasta que consigue apagarla y retomar el silencio.

Odia despertarse con la alarma, pero sabe que debe habituarse. Por lo menos, dentro de poco será una canción y no ese molesto pitido lo que le despertará por las mañanas. Y eso le consuela.

Pasa las manos por su rostro y revuelve su cabello en un intento de espabilarse. A penas ha dormido un par de horas, pero para él eso es todo un logro. Desde que abandonaron la academia, el insomnio se ha apoderado de él.

No puede evitarlo. Cuando llega la noche y, con ella, el silencio invade el ambiente, su mente arranca y dispara contra él sin piedad. Sus demonios le han atormentado más que nunca durante esos dos meses.

Dentro de la academia, Hugo creía tener el control de la situación. Seguía su rutina y actuaba guiado por sus impulsos. A veces lo hizo bien; otras, en cambio, se equivocó.

Él sabe cuáles son sus defectos. Sus demonios se lo recuerdan cada vez que parece estar a punto de olvidarlos. Es inmaduro e impulsivo, lo que le lleva a hacer daño a los demás en el camino. Y, para empeorar la situación, no le es nada fácil pedir perdón. Ni si quiera cuando se lo debe a él mismo.

Cuando salió al exterior hacía dos meses y habló con su madre, Hugo no entendió cuál había sido su error. Guiado por esos impulsos que a veces le arrojan por el precipicio, dio unas explicaciones que terminaron convirtiéndose en otro error. De nuevo.

En ese momento, el rubio todavía carecía de contexto. Y de consciencia, porque sus ojos permanecieron ciegos durante su estancia en la academia. No iba a admitirlo ahora, pero cuando vio en redes sociales momentos que reflejaban su relación con una peculiar castaña, su corazón se agitó.

Él no quiso entenderlo. Todavía se resiste a hacerlo. Personas del exterior, e incluso su propia madre, habían visto algo en sus miradas, en sus abrazos, en sus palabras. Y lo que vieron no fue únicamente amistad.

Cuando fue consciente no hizo más que apartar aquel pensamiento. Lo lanzó lejos, intentando esquivarlo y huir de él. Pero ya era tarde. Su corazón ya nunca volvería a latir al mismo ritmo si ella estaba en la ecuación.

Deseaba que su mente hubiera ganado la batalla. Que su corazón se hubiera mantenido en calma. Que esos ojos oscuros nunca se hubieran convertido en el motivo de su insomnio.

Pero ya era tarde. Anaju se había convertido en uno de sus demonios y ni él mismo era capaz de descifrar qué era lo que debía hacer para calmarlo.

Ahora, algunos factores a los que antes no quiso darle importancia cobraban sentido. Buscar continuamente sentir su tacto. La necesidad de cruzar sus miradas. La satisfacción al verla sonreír, especialmente si él era el culpable. El orgullo cuando la veía perfeccionar una canción. La felicidad que le invadía al verla entonar sus nuevas composiciones. La dificultad de tenerla cerca y que una cálida sensación no se expandiera por su cuerpo. Los nervios cuando sus labios se rozaron en aquel juego improvisado.

Él reconoce ahora que con ella sentía una conexión especial, aunque sigue sin querer darle nombre. Quizás porque lo desconoce, quizás porque no quiere admitirlo. Lo que sí admite es que se equivocó con ella.

Nunca debió de haber dejado de cuidar su vínculo. Sin embargo, lo hizo. La marcha de Rafa precipitó su unión sentimental con Eva. De golpe, todo encajó. Con Eva la situación era sencilla. No estaban enamorados, pero se querían y se atraían. Con la chica de ojos celestes, no había ningún enigma que descifrar. Él sentía que estaba a la altura de la gallega. Sentía que podía seguir siendo inmaduro e impulsivo. Ella no le hacía querer ser mejor. Y eso lo hacía sencillo.

Ahora entiende cuál fue su error. Aquel que no entendió al salir de la academia y enterarse del alboroto. Quizás al principio no lo quiso ver porque eso significaría que sentía algo por Anaju. Pero lo hizo: se alejó de ella. Dejó que su relación se enfriara. La descuidó. No estuvo a su altura. A veces duda haberlo estado alguna vez.

Por eso mismo, el retorno a la academia le entusiasmaba y aterrorizaba a partes iguales. Quería olvidar lo que se había encendido en su interior durante ese tiempo alejados. Quería que todo volviera a ser igual. Quería que su relación con la castaña no se viera dañada por su comportamiento de las últimas semanas.

Pero, sobre todo, deseaba que sus demonios estuvieran equivocados esta vez. Que todo fuese un espejismo y que su corazón tan solo se hubiese confundido. Deseaba no sentir nada.

Por desgracia, en el fondo de su ser él mismo sabía que algo ocurría. Que la sensación que le invadía al verla no era normal. Nunca lo había sido, pero no le dio importancia. Nunca le dio significado. Hasta ahora.

El rubio sale al balcón de su casa para encenderse el primer cigarrillo del día.

Ya era innegable.

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¡Hola!
La relación de Hugo y Anaju me cautivó desde el principio, tuviese la etiqueta que tuviese.

Me inspiro en ellos y en lo que much@s creímos -y creemos- que podía esconderse tras su amistad, pero obviamente la historia es ficción y no pretendo ofender a nadie.

Espero que os guste. Y no dudéis en comentar, me encantaría leer vuestras opiniones.

Intentaré que en el futuro los capítulos sean más largos. Necesitaba hacer este a modo de introducción.

¡Gracias! :)

POLARIS {Anahug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora