Capítulo II

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El coche se para de forma suave. Ella cierra los ojos, deseando retrasar el momento algunas horas más. Respira hondo y la mano de la persona que tiene a su lado le da un leve apretón a su rodilla. La chica abre los ojos cuando nota ese gesto de apoyo y observa a la que ha sido su compañera de viaje, que le ofrece una sonrisa sincera.

– Llegó el momento –dice con un entusiasmo que intenta camuflar para solidarizarse con su amiga–. Todo va a salir bien, Jujiti. Yo estaré contigo.

Anaju sabe que lo que dice es cierto. Y saberlo es lo que le ayuda a abrir la puerta del vehículo para adentrarse, todavía cogidas de la mano, en el edificio en el que se oculta la academia. Una academia en la que se albergan sus sueños y, al mismo tiempo, sus peores dolores de cabeza.

Mai es la primera que se acerca a Noemí, que les espera con los brazos abiertos en la entrada. Cuando sus brazos la envuelven, la sensación que la ahoga desde hace unos días disminuye.

– ¿Están todos ya? –pregunta Mai con una sonrisa que ni su peor pesadilla podría destruir.

La directora niega con su cabeza y hace un gesto para que la sigan.

– Faltan Eva, Nía y Bruno –informa numerándolos con la mano–. El resto han ido llegando durante la mañana.

Las dos jóvenes asienten. Saludan a los técnicos y a Manu, que aprovecha para recordarle que tienen que terminar de retocar Me iré y decidir su título definitivo. La castaña le dice que seguramente se quede así. Prefiere no hurgar en la herida.

Iván aparece y, con él, surge su primera sonrisa amplia desde la que apareció hace unas horas al reencontrarse con Mai. Le abraza con fuerza y él le corresponde con el mismo entusiasmo.

– ¡Mi chica! –exclama-. Te quiero ver más fuerte que nunca. Te aviso desde ya.

Su expresión es divertida, pero ella capta el mensaje secundario que esconden sus palabras y asiente rápidamente. Le hace un gesto con la mano, haciéndole ver que no hay nada de lo que preocuparse. Al profesor le parece convincente. Por suerte, a Anaju se le da bien actuar.

Tras una charla corta, las chicas se ponen los micrófonos y Noemí les conduce hacia las escaleras que conducen a la academia. Nunca creyó que volver podría resultar tan amargo. Sus piernas flaquean a medida que sube los escalones.

Sabe que él está ahí, y eso es suficiente para hacerle temblar. Han hablado durante estos meses, pero en videollamadas grupales o cortas conversaciones banales es fácil ocultar los pensamientos más profundos. Siempre supieron qué temas esquivar. Pero ella sabe que conviviendo veinticuatro horas no será tan fácil.

Cuando salieron, pensó que todo iba a ser más sencillo. Ellos nunca habían hablado de sentimientos, pero eso no quiere decir que ella no sepa reconocerlos cuando los ve. Y con él, se le presentaron de una forma tan clara y violenta que fue imposible intentar negarlo. Él nunca se dio cuenta. Y ella luchó contra el ritmo veloz de sus latidos hasta que, una noche, Mai le obligó a admitirlo en voz alta. Le dijo que se estaba haciendo daño a sí misma, y tenía razón.

Después de esa noche, nada pudo pararlo. Reconocerlo provocó una onda expansiva que terminó con todo, incluso consigo misma. Levantó una coraza, esquivó sus caricias y apartó su mirada cada vez que los labios del chico tocaban los de Eva en la habitación.

Anaju sabía que, aunque hubiese sido capaz de ocultarlo dentro de la academia, esta vez no sería tan sencillo. Cuando salió y vio que tantas personas habían podido verlo a través de la pantalla, el miedo le invadió. Se sintió expuesta e intimidada. Sin embargo, normalizó como pudo sus interacciones y deseó en silencio que Hugo nunca hiciera referencia al tema; porque sabía que el chico sabría ver la verdad a través de sus ojos. Por suerte, él nunca preguntó.

La castaña se había martirizado durante ese descanso. Lo meditó durante horas en su casa. Intentó culpar al encierro. Intentó convencerse de que, al volver, ese sentimiento habría desaparecido. Notó que esas teorías eran falsas en cuanto el coche arrancó y supo que en su destino estaría él. Pero ahora, notando como el dolor en el pecho no para de crecer a medida que se acercan a la puerta, la chica se da cuenta de que el sentimiento parece haberse hecho incluso más fuerte.

– ¡Bienvenidas de nuevo! -dice Noemí con la puerta ya entreabierta. Con sus brazos hace un gesto para que pasemos primero.

En el momento en el que pone un pie  en el interior de esa academia, es capaz de sentir su presencia. No hay nadie en el recibidor, por lo que consigue unos segundos que la ayudan a ubicarse en el lugar.

Ve a Mai correr hacia la sala de ensayos y por un momento desea tener el poder de desaparecer. Con algunos segundos de retraso, sigue los pasos de su compañera. La risa del chico inunda la sala. Y eso basta para que su corazón inicie una guerra para intentar escapar de su pecho.

Cuando cruza la puerta, puede notar sus ojos puestos en ella. Alza la vista y ve como Samantha y Flavio se acercan rápidamente a ella. Tras abrazarla, la rubia se separa y le lanza una mirada de complicidad respecto al chico de gafas. Anaju supone que luego le contará de qué se trata. El murciano la aprieta entre sus brazos y le deposita un beso rápido en la sien cuando se separan.

Es entonces cuando sus miradas se cruzan. Anaju sabe que debe ser su sensación, pero el tiempo parece ralentizarse. Hugo le regala una pequeña sonrisa ladeada mientras se le acerca. Ella no se mueve, se mantiene en el sitio esperando su llegada. Cuando los brazos del rubio la estrechan contra su cuerpo, ella solo puede cerrar los ojos e intentar devolverle el abrazo de forma convincente.

El abrazo es largo y Anaju da las gracias internamente de que el resto de sus compañeros estén charlando animadamente y no puedan ver su expresión aturdida.

– Te he echado de menos –susurra en su oído–. Ni te puedes imaginar cuánto.

La piel de la joven se eriza cuando esas palabras salen de su boca y su aliento choca contra su cuello. Apoya la cabeza contra el pecho del chico, y por un momento no es capaz de distinguir si los latidos que escucha son los suyos o los de su compañero.

Sus cuerpos se separan. Ella le ofrece una sonrisa sincera y espera que sea suficiente. Para su suerte, Gerard la atrapa por detrás para saludarla, alejándola del chico rubio que se queda en el sitio mientras observa cómo ella se aleja.

Ella no lo sabe, pero, en ese preciso momento, él está luchando una batalla interna. Llevaba horas, desde que cruzó la puerta, imaginando cómo iba a ser volver a verla. Estaba inquieto, tanto que Samantha le hizo un par de bromas sobre sus ansias de volver a ver a Eva. Él no negó nada ante las cámaras, pero le hizo un gesto para indicarle que luego hablarían.

Anaju llegaría en cualquier momento. Cada vez que la puerta se abría para recibir a alguien más, una violenta sensación le golpeaba en el pecho. No fue hasta que la vio entrar por la puerta de ensayos cuando se dio de bruces con la realidad.

Aquella chica con la que tantos momentos había compartido le esquivó la mirada. Y con eso, Hugo supo que algo había cambiado. Cuando la abrazó y observó su reacción, se dio cuenta de que quizás sí que le rompió de alguna forma el corazón durante los últimos días en la academia.

Y cuando fue consciente de ello,
su corazón se rompió también.

POLARIS {Anahug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora