Capítulo XVII

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7 meses después

Los meses de finales de verano y otoño fueron los encargados de demostrar a cada uno de aquellos dieciséis jóvenes que la industria de la música puede ser cruel y despiadada.

Saborearon la cumbre de la fama cuando salieron de la academia, pero el paso de los días hizo que mantenerse fuese cada vez más difícil. Algunos desistieron, retomando sus estudios o, sencillamente, volviendo a casa. Por suerte, otros tuvieron suerte y fueron capaces de publicar su primer disco. Entre los afortunados, estaban Anaju y Hugo.

La percepción del tiempo es curiosa, reflexiona Anaju en el sofá de su casa. Lo vivido en la academia le parece algo que ocurrió hace años, incluso algunos recuerdos se han vuelto borrosos. Por suerte, todos sus compañeros habían sabido mantenerse unidos ante cada obstáculo. La gira había ayudado, ya que les obligaba a reunirse cada poco tiempo y evitaba que perdieran el contacto.

Hace ya cuatro meses que la turolense se mudó a Madrid. En Barcelona tenía grandes amigos y recuerdos, pero sabía que la mayoría de sus compañeros se terminarían mudando a la capital. Y ella no quería quedarse atrás. La jugada no le ha salido mal, porque ahora vive a tan solo veinte minutos en coche del piso que comparten Bruno y Maialen, las personas más importantes que se ha llevado de la experiencia.

La chica no puede evitar sobresaltarse cuando el timbre suena, sacándola de sus pensamientos. En la puerta se encuentra con un hombre sonriente que trae un paquete para ella. Tras firmar un papel para dejar constancia de la entrega, la castaña vuelve al sofá y mira con curiosidad el paquete que tiene entre las manos.

Con velocidad, Anaju se deshace del envoltorio y da con una caja roja. La abre con cuidado, sin entender nada. En su interior descubre un collar dorado. La cadena es fina y elegante. De ella cuelga un colgante con forma de estrella que le arranca una sonrisa de cuajo. Un pequeño papel acompaña el regalo.

Por ser mi brújula

La chica ríe al recordar la metáfora astronómica de su novio. No tarda ni un segundo en coger el teléfono y pulsar su nombre para llamarle. Tarda unos segundos, pero finalmente escucha su voz.

– Tengo malas noticias –dice Hugo directamente–. He perdido el tren. Lo sé, soy un desastre. Pero tan solo me retrasaré un par de horas. Dile a los chicos que llegaré para el concierto.

La chica rueda los ojos, aunque él no esté presente para verlo. En otras circunstancias le echaría la bronca, pero acaba de recibir un regalo y sería de mala educación.

– Me ha llegado un colgante a casa con una nota muy interesante –dice ella sonriendo.

– ¿De verdad? –pregunta él siguiéndole el juego–. ¿Y te ha gustado?

– Me gustaría más si esa persona no acabara de perder un tren.

En ese momento, el timbre vuelve a sonar. La chica abre la puerta con el teléfono aún en su oreja, y se encuentra con Hugo en la puerta.

– Hola, preciosa –saluda él–. ¿Qué pasa? ¿No me vas a saludar?

El cordobés no necesita decir nada más. Anaju le agarra de su camiseta y le atrae hacia ella para estrellar sus labios. Él deja la maleta a un lado para besarla en condiciones. Llevan dos semanas sin verse, pero se han echado terriblemente de menos.

– No podemos entretenernos –dice ella separándose–. Tenemos que ducharnos e ir hacia el estadio a hacer la prueba de sonido. Pensaba que no te iba a dar tiempo a llegar a los ensayos.

– Deja de regañarme, Anajús –sonríe él–. Me ha gustado la parte en la que decías que tenemos que ducharnos. Juntos, ¿verdad? Quiero decir, por el medio ambiente.

POLARIS {Anahug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora