Capítulo VII

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Anaju mueve sus manos por el cabello del rubio. Le siente acariciar sus costados y, cuando una mano cruza la frontera entre su espalda y su trasero, no puede evitar soltar un jadeo. Él sonríe en medio del beso y se separa unos milímetros, lo necesario para poder hablar.

– Llevo queriendo hacer eso desde que te vi bailar La sandunguera –reconoce. Su voz es ronca y eso provoca que a Anaju se le erice la piel.

La castaña le lanza una mirada divertida y alza sus cejas. Sus manos no dejan de acariciar el pelo de Hugo, que ya ha vuelto a su color natural.

– ¿No decías que no habías sentido nada hasta el 29 de febrero?

Él ríe y le da un beso corto antes de responder.

– Incorrecto –niega–. Esa noche noté que sentía algo que no identificaba. Lo que sentía al verte bailar supe reconocerlo desde el principio perfectamente.

Anaju recuerda como él la observaba ensayar el baile de su La sandunguera y Tusa. Ella meneaba sus caderas y, a través del cristal, veía como él jugaba con su labio mirándola a lo lejos. Él nunca pudo negarlo. Cuando la veía así, quedaba totalmente a su merced.

Hugo la conduce hacia su cama para sentarse. Ella es quien tiene la iniciativa y se sienta sobre él, colocando una pierna a cada lado de su cuerpo. No es lo que él tenía previsto, pero no se queja y esta vez es él quien ataca los labios de la chica, que le esperan entreabiertos. Un gemido sale de sus labios cuando sus zonas más sensibles se rozan.

– Joder, Ana Julieta –dice él–. Si llego a saber esto lo hubiera mandado todo a la mierda la primera semana.

Ella ríe y se aparta para tumbarse sobre el colchón. Cierra los ojos con una sonrisa en su rostro. Pasa así unos segundos que Hugo aprovecha para admirarla en silencio. Finalmente, Anaju se incorpora y se coloca frente a él.

– ¿Qué hacemos ahora? –pregunta ella.

– Haremos lo que tú quieras.

– No, quiero saber tu opinión –dice ella–. No puedo decidirlo yo sola.

– Anaju –la llama mirándola serio al mismo tiempo que une sus manos–. Si fuera por mí, te besaría en cada rincón de esta academia y me daría igual regalarle los mejores planos a cada una de esas cámaras. Pero sé que no quieres eso.

Ella agacha la cabeza. Sabe que es un gesto cobarde por su parte, pero no quiere exponerse demasiado. Quiere protegerse a ella, pero también a él. Sabe que mucha gente no entenderá este cambio en Hugo y no está preparada para ver como recibe mensajes hirientes por cada beso.

– Me da miedo joder esto –reconoce–. No quiero que lo echemos todo a perder por ir demasiado deprisa.

– ¿Qué propones?

Entonces levanta su cabeza y enlaza sus miradas. Los ojos de Hugo irradian ternura y comprensión. No está enfadado, ni impaciente. La entiende.

– ¿Desde cuándo eres tan comprensivo? -pregunta. Él le sonríe con sinceridad.

– Tú me haces así –responde–. Me haces mejor.

Anaju puede jurar que en ese momento siente un torbellino en el interior de su pecho, pero lo disimula. Ella le devuelve la sonrisa y le da un cariñoso beso en su mejilla, a lo que él responde con una risa divertida antes de atraerla hacia él para juntar sus labios de forma breve.

– Así mejor –corrige al distanciarse–. ¿Y bien?

– Podríamos recuperar nuestra amistad –dice pensativa–. Pero con ciertas licencias.

POLARIS {Anahug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora