Parte 2

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Por la mañana, antes de que sonara la alarma del celular, la lengua de Lola en la mano de Emilia fue lo que hizo empezar el día. Emi desactivó el despertador antes de que sonara y se sentó en la cama. Sintió un leve dolor en las rodillas. Al levantarse el pantalón del pijama se vio un moretón en cada una de ellas. 

Luego de ir al baño se apuró para poder hacer el desayuno para la familia. Aún era temprano y sus padres dormían. La noche anterior habían salido a comer y no los escuchó volver. Eso quería decir que habían vuelto tarde por la noche. Como mínimo, una vez por mes, Gabriela y Facundo tenían una cita. Y casi siempre salían sin avisar, ya que por las tardes, cuando les surgía salir, Emilia se encontraba en la facultad. 

Al abrir la heladera, Emi  encontró huevos, leche y buscó harina. Hizo unos panqueques para rellenar con dulce de leche, los preferidos de su mamá. Cuando terminó de hacerlos se puso a preparar café. Aún eran las ocho y media de la mañana. Se sentó en la mesa del comedor y sacó una foto de su desayuno para poder subirla a Instagram. La tomó, la editó un poco y procedió a subirla a su feed. 

Unos minutos después salió su mamá de su habitación y con una radiante sonrisa le dio los buenos días a Emilia. Se sentó a desayunar con ella y le preguntó cómo le había ido en su primer día en la facultad. La joven le comentó todo, hasta que se tropezó, pero omitiendo que había sido por chocarse con un chico. Gabriela siempre le insistía a su hija que debía buscar el amor, divertirse y demás, porque creía que su hija estaba teniendo una vida muy monónotona. Emilia siempre le decía que estaba concentrada en su carrera y que, si la terminaba rápido, aún sería joven como para hacer todo eso que su mamá le decía. 

A decir verdad, Emilia no se sentía cómoda con su cuerpo como para poder querer a otra persona. Ella no tenía un cuerpo hegemónico... tenía unos kilos de más, lo que hacía que su cuerpo tuviera bastantes curvas. Alguna que otra vez se lo contó a su mamá, pero ella siempre le decía que era hermosa y que no tenía que sentirse incómoda con su cuerpo. 

Después de contarle a su madre sobre su caída, Emilia le mostró las rodillas. Su mamá largó una pequeña risita que contagió también a Emilia. Mientras desayunaban juntas hablaron sobre las prácticas que tendría Emi en un mes. Gabriela estaba tan o más emocionada que su hija. 

El sueño de Gabriela había sido ser maestra pero por circunstancias de la vida no pudo estudiar más allá del secundario. A los veinte años estaba casada y embarazada. No se arrepentía de nada, porque amaba a su esposo y a su hija. El dinero que ganaba Facundo no les alcanzaba para pagar el alquiler y vivir, así es que ni bien pudo, se puso a trabajar para sacar adelante a su hogar. 

Emilia no sabía que su mamá había sentido la misma vocación que ella al ser joven. Cuando a los 17 años le contó a Gabriela que quería ser maestra, ella la abrazó y muy emocionada le dijo que tenía que ser lo que más quisiera. Su mamá iba a hacer todo lo necesario para que su hija pudiera estudiar lo que su corazón le dictara. 

Y como a su familia no le sobrara el dinero, Emilia se propuso hacer la carrera en el menor tiempo posible. Esta constaba de cuatro años y si ella se esforzaba al máximo, podía hacerla en ese tiempo, sin dejar materias para rendir y aprobando todos los exámenes. 

Lorena y Emilia se conocieron en el primer año de la facultad. Lorena estaba haciendo por segunda vez ese año porque lo había perdido por problemas de salud. Entre las dos se ayudaron y empujaron para poder llegar juntas al final del camino. Lore estaba muy agradecida con su amiga porque Emilia era muy constante y responsable, lo que hacía que Lore tuviera que seguirle el ritmo. 

Se pasaron los tres años anteriores juntas. Había epocas del año que Lorena prácticamente vivía en la casa de Emilia, porque se quedaban hasta tarde haciendo trabajos, estudiando o preparando clases. Los padres de Emi querían mucho a su amiga. Cada vez que ella se quedaba a estudiar o lo que sea, Gabriela le hacía su comida preferida: milanesas a la napolitana. Facundo disfrutaba mucho de tomar mates con Lore y Emi. Él se los cebaba mientras las chicas trabajaban en sus cosas. Emilia tenía 23 años y Lorena 24, pero Gabriela y Facundo las consentían como niñas de 6. 

Lorena vivía en una pensión de estudiantes. Sus padres volvieron a Uruguay y ella se quiso quedar a estudiar. Era una rubia, de ojos marrones delgada y alta. Tenía brackets desde hacía 5 años, así que eran como parte de ella. 

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Durante el viaje en el bus, camino a la facultad, Emilia escuchaba música y miraba el cielo celeste intenso que le regalaba el día. Cuando se dio cuanta, ya estaba llegando a destino, así que se bajó. Ese día el bus había pasado a horario, entonces caminó muy tranquila hasta la facultad. Pasó por el lugar donde se había caído ayer y sonrió internamente pensando que la situación se tiene que haber visto graciosa. 

Al entrar al aula se sentó y guardó el lugar de su amiga. Ese día comenzaría con la clase de "Matemática y su didáctica IV". Había escuchado de algunas chicas de tercero que este año habría profesor nuevo, pero que no se sabía quién era aun. Nadie lo había visto desde las mesas evaluadoras del mes anterior. 

Cuando llegó Lore se saludaron con un beso y la rubia comenzó a hablar en susurros porque el aula estaba casi llena. 

-Hoy tenemos profe nuevo. Espero que sea un hombre porque esta facultad es un mar de estrógeno. 

-Coincido amiga. -respondió Emi con una sonrisa. 

-Ya debe estar por llegar, faltan cinco minutos para que empiece la clase. 

En ese momento, una de la chicas de tercer año vino corriendo a contarle algo en el oído a Lore y se fue riéndose de allí. Lore miró a su amiga con una sonrisa que mostraba todos sus dientes. 

-Dijo Paula que ya llegó el profe de matemática cuatro. Es un bombonazo. 

-Gracias Dios por escucharnos. -dijo Emi mirando al cielo. Su amiga se rió, acompañando el gesto de mirar al cielo. 

Unos minutos después ingresó la directora de la facultad con una sonrisa para darles un anuncio a los estudiantes. 

-Buenas tardes a todos. Espero que estén todos contentos porque ya es su último año. Vine para presentarles a su nuevo profesor de Matemática y su didáctica IV. ¡Adelante profesor!- Dijo la mujer. Con un semblante serio y profesional ingresó al aula un joven de camisa celeste y pantalón negro tipo chupín, con unos zapatos marrones y una carpeta azul marino en sus manos. Era Gabriel, el que se había chocado Emilia el día de ayer, quien esperó en la parada del bus en medio de la noche con ella y quien la estaba siguiendo en Instagram desde anoche. 

-Buenas tardes a todos, un gusto. Yo soy Gabriel, me desempeño como arquitecto y profesor de matemáticas. Espero poder ayudarlos en lo que necesiten. Es una alegría compartir este su último año estudiando en la facultad. -dijo Gabriel con una voz amistosa y una sonrisa en el rostro. 

-Chicos los dejo con el profe para que comience la clase. Que tengan buena tarde.- dijo mientras se retiraba al directora. 

Emilia volteó a ver a su amiga, quien estaba prácticamente babeando con corazones en los ojos. Al igual que todas las demás chicas de allí y algún que otro muchacho. Mentalmente retiró las gracias que le había dado al cielo, cambiándolas por un "¿Por qué a mí?".


Enséñame a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora