Parte 5

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Al llegar Gabriel a la sala de profesores se enteró que la profesora con quién tendría clases Emilia no iría hoy al instituto a dar clases por encontrarse enferma. Él no podía dejar que la chica se fuera sola a su casa sin antes saber su opinión sobre el beso que le había dado. En segundos pensó un plan. Gabriel había estudiado en el mismo edificio su profesorado en matemáticas. Conocía de memoria cada aula y pasillo. 

Sigilosamente se dirigió a la habitación de controles y cortó la luz del lugar. Sabía que cuando eso pasaba, inmediatamente las clases se suspendían para todos dado que tenían que esperar que el electricista se haga presente y arregle lo que haya pasado. 

Cuando la directora suspendió las clases lo primero que hizo fue caminar rápidamente hasta la parada del bus y ahí estaba ella... parada junto a unas chicas que también estudiaban en la misma facultad. Tenía que admitir que Emilia lo estaba volviendo loco. Se acercó a ella y tocó su mano con dos dedos. Sintió a Emilia estremecerse con ese mínimo contacto. Seguramente no se lo esperaba.

-¿Podemos hablar?- preguntó el joven con cara de súplica. 

-Sí...- Emilia se acercó a él dispuesta a escucharlo. 

-¿Te parece si vamos a la cafetería de aquí cerca?

-Vamos.- dijo Emi con seguridad. Ella no desconfiaba de él. Había sentido sinceridad en su mirada y en el beso que le había dado. 

Cuando llegaron se pidieron un café cada uno con un trozo de torta para compartir. Cuando esperaban que les trajeran las cosas ella empezó a hablar, sorprendiendo a Gabriel. 

-Si te lo estás preguntando... sí me gustó. 

Gabriel exhaló aliviado, relajó sus hombros y quitó esa cara de preocupación que llevaba cambiándola por una leve sonrisa. 

-Pensé que habías salido corriendo por el espanto.- dijo él mientras se rascaba la nuca. 

-Para nada, era porque tenía clases. Te lo dije. 

-Sí, es que yo quedé encantado con vos y el momento... y no llegué a decírtelo. 

Emilia sentía subir el color a su cara.-Me encantó. 

El mozo llegó con las dos tazas y la torta para ellos. Ambos dieron las gracias con una sonrisa educada. Gabriel observó a Emilia abrazar la caliente taza con sus manos. Estaba queriendo calentarlas con el calor que emanaba el café. Le pareció tierno. 

Compartieron ese momento juntos, hablando de la gente de la facultad, de los profesores y los alumnos. 

-¿Cuántos años tenés?- preguntó Emilia curiosa.

-Tengo veintisiete.

-Sos joven para tener dos carreras hechas. 

-Sí, soy bueno con las matemáticas. Hice arquitectura porque mi padre es arquitecto. La hice en los cinco años sin problemas.  En el tercer año de esa carrera decidí también hacer el profesorado de matemáticas. Pude con ambas carreras en simultáneo. 

-Wow... no es algo que se escuche todos los días.- dijo Emilia sumamente sorprendida. El chico que estaba frente a ella era muy inteligente. 

-Sí, pero a decir verdad la carrera que más me gustó fue la del profesorado. Me gusta enseñar. Siento que esa es mi vocación en la vida. 

-Yo hago las prácticas este año, espero que me vaya bien. Llevar la teoría a la práctica es difícil.

-La docencia se lleva en el alma. Si es lo tuyo eso saldrá natural, no tendrás que forzar nada. 

Gabriel le preguntó a Emilia sobre su vida, ella también indagó sobre los gustos y la historia de ese joven. Venían de lugares y ámbitos muy diferentes. La familia de Gabriel era de Estados Unidos. A los diez años vinieron a vivir a Argentina por trabajo. Siempre tuvieron mucho dinero, propiedades y autos. Sin embargo él sabía lo que era esforzarse pro conseguir lo que quería. Desde los dieciocho se había independizado, pagando con su trabajo un pequeño departamento estudiantil. Estudiaba y trabajaba al mismo tiempo para poder sobrevivir. 

Emilia le contó que a su familia nunca le fue fácil salir a flote. Él la escuchaba atentamente, miraba su rostro, sus expresiones. Le fascinaba como movía las manos para expresarse. Su voz le parecía perfecta. Cuando ella terminó de hablar él se movió por el sillón que rodeaba la mesa para quedar pegado a ella. Pasó su mano derecha por la mejilla de Emilia y le dio un beso sin más. Ella posó su mano también en el rostro del chico. El beso fue tierno y más corto que el anterior pero lleno de sentimientos. Al separarse juntaron sus frentes.

-Me estás volviendo loco.-dijo Gabriel con una sonrisa. 

-Un beso de café.- dijo ella.

-Como tus hermosos ojos, Emi. 

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Cuando salieron de la cafetería Gabriel le pidió que lo acompañara hasta su casa para buscar su auto. Él la llevaría hasta su casa. 

-No, yo puedo tomarme el bus como siempre. 

-Hace frío para esperar ahí, vamos. No me cuesta nada llevarte. 

Resignada Emilia lo siguió. El tomó su mano y se la llevó a los labios mirándola a los ojos. Ella sonrió. Subieron al auto y él prendió el estéreo. Se escuchó "Romero y Violeta" de Juan Ingaramo. Juntos la cantaron divertidos. El viaje se hizo corto para ambos. 

-Es esa casa.- dijo Emilia señalando. 

-Perfecto.- dio el mirando y memorizando que era la casa pintada de blanco y tonos durazno. 

-Antes de bajar... en la facultad no tendrían que saber que... bueno... esto. Van a pensar que están acomodando mis notas.- Dijo Emilia mientras miraba sus manos.

-Es verdad... vamos a tener que escondernos, como hoy.- Dijo Gabriel guiñando un ojo. 

-Quizás... -Sonrió ella. 

-Bueno bonita, mañana nos veremos en la facultad. -Dijo el joven mientras se acercaba a ella para estamparle un beso a la joven. Este fue más intenso de lo esperado. Él metió su lengua en la boca de Emilia y ella hizo lo mismo. Se separaron cuando se quedaron prácticamente sin aire. -Volvé a tu casa porque no voy a aguantar más. -dijo Gabriel despeinado y agitado. 

-Chau Gabi, que tengas una linda noche. -Se despidió Emilia. 

-Adiós Emi, que descanses. 

Afuera hacía frío pero ella no lo sentía. Seguía sintiendo el calor que habían dejado sus caricias en su rostro. Cuando ella legó a la puerta de la casa se dio la media vuelta y lo vio observándola desde la ventanilla del auto. 

Emilia le tiró un beso imaginario y él actuó atraparlo en el aire para luego llevárselo al corazón. Ella se volteó y entró a la casa. No podía disimular la cara de tonta así que corriendo se encerró en su habitación. Tenía que contarle a Lore lo que había pasado pero no sabía cómo hacerlo. 



Enséñame a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora